sábado, 28 de junio de 2008

El cortijo del pueblo

"Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van".

José Ingenieros. Filósofo y psicólogo argentino.


Es increíble ver cómo algunas cosas no cambiarán. Alguien dijo que cada uno tiene lo que se merece, y creo que es una frase que casi siempre se cumple.

Hay personas que pertenecen a un lugar, y no sé si el lugar es como es por las personas o las personas son así como consecuencia del lugar, pero el caso es que me duele ver cómo hay ciudades que crecen, progresan y se desarrollan y otras, entre las que está la que más quiero y que forma parte de mi, que se quedan estancadas y siguen siendo lo que siempre han sido.

Es cierto que la cultura de un pueblo es la cultura de sus habitantes, y en algún sentido eso es enriquecedor, pero también puede suponer que esa dejadez, esa simpleza, esa apatía por lo nuevo, ese inexistente afán de superación o esa desidia que invade a determinadas personas la puedes percibir en las propias calles de la ciudad cuando paseas por ella, impregnándote de su mentecatez .

Hablas con uno y con otro, escuchando atentamente frases de resignación en algunos casos, y quejas, muchas quejas la mayoría de las veces. Quejas vacías que sólo buscan la justificación a la necedad general de un pueblo.

Y en tu ego idealista y soñador, crees que no es culpa de nadie, que las cosas pueden cambiar, que tú puedes aportar tu granito de arena y hacer que todo mejore. Pero de pronto, mientras tomas carrerilla, recibes una zancadilla que te enseña que no, que lo que hay es lo que hay, y que el pueblo es sólo un pueblo porque sus ciudadanos son unos pueblerinos.

Duele mucho, hiere ver comportamientos de personas con determinada responsibilidad en la ciudad (¿he dicho antes pueblo?) que actúan de forma patatera, movidos por motivos favoritistas basándose en el clientelismo y en el enchufismo, sin importarle nada si eso va en detrimento del Organismo donde ellos se han dejado su vida. Quién quiere que las cosas mejoren, quién quiere ayudar al desarrollo. Es mejor vivir al día, mantener el estancamiento, conservar el status quo que nuestros abuelos establecieron. Si a ellos les fue bien, si a nuestros padres no les fue mal, ¿para qué cambiar, si como mucho nos irá regular?

Pero la herida escuece más cuando resides en otra ciudad donde observas que la gente se levanta cada mañana con el afán de hacer algo más grande, de correr un poquito más que el día anterior. Innovación, previsión, mejora continua... Estos conceptos son los que distinguen a una ciudad de un pueblo, a una empresa de una tiendecita, a un Organismo de un cortijo y a un directivo de un cacique...

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