Supongo que sabéis quién es Amancio Ortega, ¿verdad? Sí, el fundador y presidente del grupo empresarial textil Inditex (Industrias de Diseño Textil Sociedad Anónima), o dicho en otras palabras, el dueño de Zara, el hombre más rico de España y según la revista Forbes, el octavo del mundo.
El otro día leí un artículo sobre su vida que me hizo pensar. Este tipo, al igual que otros muchos, encarna el llamado sueño americano (aunque en su caso debería llamarse el sueño gallego). Un crío de 17 años, sin estudios, que comienza a trabajar de empleado en una pequeña tienda, más tarde monta su propio negocio, haciendo y vendiendo batas y camisones para personas mayores. Empieza a tener tanto éxito que decide expandirse, buscando proveedores en Barcelona, crea una empresa, sigue creciendo y creciendo...hasta llegar a hoy.
Cuando leemos este tipo de biografías pensamos que esta clase de gente está tocada por una varita mágica, que son superdotados o algo así, o bien que han tenido suerte en la vida.
Pero si nos paramos a pensar por un momento, cuántos comerciantes tienen su tiendecita próspera, con la que pueden permitirse su buen coche, su casa, su apartamento en la playa y hasta algún que otro viajecito fuera de España en verano. Seguro que todos conocemos a unos cuantos.
Y si a alguno de estos comerciantes les propusiesen pedir un préstamo e hipotecar su casa para abrir otra tienda en el pueblo de al lado, ¿cuántos dirían que sí? Eso les supondría, aparte del riesgo económico, tener que estar supervisando las dos tiendas personalmente, contratar más personal, ver más proveedores...en fin, mucho más trabajo y dolores de cabeza y encima hipotecado hasta las cejas por unos años hasta que la tienda empezase a dar sus frutos...si los da, claro.
Entonces ¿hasta qué punto estamos dispuestos a arriesgar lo que tenemos por llegar más lejos? Quizá eso es lo que diferencia a Amancio de muchos otros comerciantes con su mismo talento. No es su capacidad, su inteligencia, ni su suerte, es el hecho de haber arriesgado y haber trabajado duro por conseguir llegar más lejos.
Bien es cierto, sin embargo, que no todos quieren ser Amancio. Conozco muchísima gente que tiene su trabajo, con el que llega a pagar la hipoteca y le da para algunas cañas los fines de semana, y son felices con eso. No lo cambiarían por nada. Se levantan, trabajan, quedan con los amigos, con su familia...y a madrugar al día siguiente. No necesitan nada más, y creo que esa gente es afortunada, porque han encontrado su felicidad y lo mejor, la aprecian y la valoran.
El problema es cuando no lo tienes tan claro, y te tienes que enfrentar a decisiones como la que supongo que Amancio tuvo que tomar. ¿Abro otra tienda y me complico la vida, o me quedo con mi negocio próspero que me dará para vivir tan a gusto? La decisión no es tan fácil, porque igual que Amancio triunfó, seguro que hay muchos otros a los que la apuesta les salió rana...
Es cierto, son decisiones que hay que sopesar, creo que tienes que valorar lo que tienes y lo que quieres llegar a tener, lo que estás dispuesto a perder por el camino y si todo lo que vas a poner en juego merece la pena.
Supongo que se trata de saber qué es lo quieres y cuáles son tus prioridades, y conociendote a tí mismo, hasta dónde estás dispuesto a llegar. Quizá yo sea de esas personas que no sé si debo quedarme con mi tiendecita o debo arriesgarme a abrir otra más. Es probable que ni tan siquiera me conozca a mí mismo y por tanto no sepa dónde quiero llegar. Es lo que tienen estas decisiones que afectan a tu futuro (y lo que es peor, no sólo al tuyo!), que nunca sabes si el camino que coges es el correcto, y lo que es peor, nunca sabrás si lo fue, porque aunque pasen los años y creas que sí lo fue... o que no, jamás podrás estar seguro de que el otro camino que dejaste atrás hubiese sido mejor o peor.
C´est la vie que diría un francés.
Y es en mitad de esta empanada mental, cuando mi cabeza no da más de sí, y entonces me pregunto ¿cuándo Amancio decidió ser Amancio?
El otro día leí un artículo sobre su vida que me hizo pensar. Este tipo, al igual que otros muchos, encarna el llamado sueño americano (aunque en su caso debería llamarse el sueño gallego). Un crío de 17 años, sin estudios, que comienza a trabajar de empleado en una pequeña tienda, más tarde monta su propio negocio, haciendo y vendiendo batas y camisones para personas mayores. Empieza a tener tanto éxito que decide expandirse, buscando proveedores en Barcelona, crea una empresa, sigue creciendo y creciendo...hasta llegar a hoy.
Cuando leemos este tipo de biografías pensamos que esta clase de gente está tocada por una varita mágica, que son superdotados o algo así, o bien que han tenido suerte en la vida.
Pero si nos paramos a pensar por un momento, cuántos comerciantes tienen su tiendecita próspera, con la que pueden permitirse su buen coche, su casa, su apartamento en la playa y hasta algún que otro viajecito fuera de España en verano. Seguro que todos conocemos a unos cuantos.
Y si a alguno de estos comerciantes les propusiesen pedir un préstamo e hipotecar su casa para abrir otra tienda en el pueblo de al lado, ¿cuántos dirían que sí? Eso les supondría, aparte del riesgo económico, tener que estar supervisando las dos tiendas personalmente, contratar más personal, ver más proveedores...en fin, mucho más trabajo y dolores de cabeza y encima hipotecado hasta las cejas por unos años hasta que la tienda empezase a dar sus frutos...si los da, claro.
Entonces ¿hasta qué punto estamos dispuestos a arriesgar lo que tenemos por llegar más lejos? Quizá eso es lo que diferencia a Amancio de muchos otros comerciantes con su mismo talento. No es su capacidad, su inteligencia, ni su suerte, es el hecho de haber arriesgado y haber trabajado duro por conseguir llegar más lejos.
Bien es cierto, sin embargo, que no todos quieren ser Amancio. Conozco muchísima gente que tiene su trabajo, con el que llega a pagar la hipoteca y le da para algunas cañas los fines de semana, y son felices con eso. No lo cambiarían por nada. Se levantan, trabajan, quedan con los amigos, con su familia...y a madrugar al día siguiente. No necesitan nada más, y creo que esa gente es afortunada, porque han encontrado su felicidad y lo mejor, la aprecian y la valoran.
El problema es cuando no lo tienes tan claro, y te tienes que enfrentar a decisiones como la que supongo que Amancio tuvo que tomar. ¿Abro otra tienda y me complico la vida, o me quedo con mi negocio próspero que me dará para vivir tan a gusto? La decisión no es tan fácil, porque igual que Amancio triunfó, seguro que hay muchos otros a los que la apuesta les salió rana...
Es cierto, son decisiones que hay que sopesar, creo que tienes que valorar lo que tienes y lo que quieres llegar a tener, lo que estás dispuesto a perder por el camino y si todo lo que vas a poner en juego merece la pena.
Supongo que se trata de saber qué es lo quieres y cuáles son tus prioridades, y conociendote a tí mismo, hasta dónde estás dispuesto a llegar. Quizá yo sea de esas personas que no sé si debo quedarme con mi tiendecita o debo arriesgarme a abrir otra más. Es probable que ni tan siquiera me conozca a mí mismo y por tanto no sepa dónde quiero llegar. Es lo que tienen estas decisiones que afectan a tu futuro (y lo que es peor, no sólo al tuyo!), que nunca sabes si el camino que coges es el correcto, y lo que es peor, nunca sabrás si lo fue, porque aunque pasen los años y creas que sí lo fue... o que no, jamás podrás estar seguro de que el otro camino que dejaste atrás hubiese sido mejor o peor.
C´est la vie que diría un francés.
Y es en mitad de esta empanada mental, cuando mi cabeza no da más de sí, y entonces me pregunto ¿cuándo Amancio decidió ser Amancio?
Tío, te entiendo perfectamente. Yo tb soy de los q me quedo siempre a medio camino. Tengo una idea, la desarrollo, trazo mis planes, me ilusiono, y cuando llega la hora de dar el paso... me rajo y sigo como acomodado asalariado.
ResponderEliminarYo a las personas que más respeto/admiro en el mundo son a los emprendedores. Gente que se juega su dinero (¡hasta el que no tiene!), sus propiedades, si vida familiar, su salud, su tiempo libre, su descanso... todo en pos de un sueño que puede fracasar igual q triunfar.
En efecto, no todos quieren ser Amancio Ortega, pero sean estas líneas un homenaje a los emprendedores, autónomos, soñadores, etc, aunque sólo tengan una mísera tasca de barrio.
Ojalá pueda decir algún día: "soy uno de ellos".
Veo que le estas dando vueltas a lo del puesto en Madrid, eh?
ResponderEliminarYo, en el 2003 decidi jugarmela y deje el trabajo que tenia en Irlanda (donde ganaba mas de lo que me podia gastar) para montar una empresa. Resultado: Castañazo monumental!!!. Vamos, que aun hoy me estoy recuperando (psicologica y financieramente)
En el 2007, decidi volverlo a intentar, y en ello estoy, pero esta vez con algunas lecciones aprendidas (No tantas como me hubiera gustado, porque se ve que soy bastante cerrado de mollera)....A ver como se me da esta vez.
Soy de los que piensan que hay que tirarse a la piscina y como tal actuo pero, la verdad sea dicha, es que cuento con la ventaja de que las consecuencias de mis decisiones, buenas o malas, tan solo me terminan afectando a mi. A vosotros, los padres de familia, entiendo que os acojone supinamente el tomar cualquier tipo de riesgos ya que, como mencionas en tu post, la vida de los vuestros depende de vosotros.
Por eso, a la alabanza de Carlos a los emprendedores (la cual agradezco por la parte que me toca)le quitaria lo de "jugarse la vida familiar". Como hijo, me importa un bledo lo emprendedor que hayan sido mis padres(que la verdad sea dicha, en una escala del 1 al 10, son un... cero pelotero). Lo que me importa es que mis hermanos y yo hayamos sido la prioridad en su vida, y no su trabajo, el dinero o cualquier otra memez. Supongo que todos estaremos de acuerdo en esto.
Asi que desde aqui te animo a que saltes al ruedo, que, si es posible, dejes una puerta abierta para poder retroceder (lo de una retirada a tiempo vale...) y sobre todo, que lo hagas de tal manera que los tuyos sean participes y beneficiarios de tu nueva faceta.
Creo que en el fondo todos tenemos un emprendedor dentro, se nos ha pasado por la cabeza en algún momento montar este u otro negocio que nos va a convertir en jefes sin pasar por la casilla de salida, ganar dinero a espuertas y vivir y trabajar a cuerpo de rey. Supongo que luego nos falta el arrojo para tirarnos a la piscina y seguimos como estamos.
ResponderEliminarDicen que un pesimista es un optimista informado; en ocasiones creo que con un emprendedor pasa algo parecido, si todo el mundo se parase a pensar en todos los pros aquí no montaba nada nadie.
Yo diría que dónde vivo es tierra de emprendedores, gente 'mu echá pa´lante' Y lo cierto es que los admiro, de la nada han sacado a flote grandes empresas, con más o menos fortuna y con mucho trabajo, de eso estoy seguro.
Como dice nuestro amigo Antonio Diaz -emprendedor él- 'no hay peor jefe que uno mismo'. Es poner en la balanza 'el vives para trabajar o trabajas para vivir.' Yo me incluyo dentro del segundo grupo que espero que sea compatible con mi inminente cambio laboral, pasando a ser autónomo.
Tranquilo, Benny, me consta que te lo estás currando, y por tu carácter, te irá bien, seguro.
ResponderEliminarTamanaco, cuenta con que mi prioridad es una, eso está claro, y a partir de ahí te planteas otras cosas. Cuento con una ventaja, soy funcionario y eso supone poner en juego algunas cosas, pero el sueldo seguirá entrando de una forma u otra.
Kxv, de una forma u otra has tomado decisiones laborales arriesgadas o al menos de las que dan algo de pereza tomar, porque suponen un cambio de residencia, etc. Eso también cuenta, y por lo que veo has acertado en todas, ¿verdad que sí?