viernes, 31 de julio de 2009

Cómo manejar los tiempos y las formas

Hoy pienso que ya escribí hace tiempo sobre las expectativas que Obama había creado.

Ese no era, a mi parecer, el problema en sí, el verdadero inconveniente era que todo el mundo (literalmente) pensaba que se pondría de su parte. Todos los líderes, pensadores, y defensores de distintas ideologías pensaban que Obama sería su fiel aliado, y claro, eso es imposible, ya lo dijo Aristóteles, "el amigo de todo el mundo no es un amigo". Y es que aunque Zapatero insiste en lo contrario, es imposible satisfacer a todo el mundo.

Sin embargo, a este Obama hay que reconocerle un mérito, al menos de momento, y es que sabe manejar el marketing político como nadie y como demostró ayer, sabe atajar un potencial problema de raíz, a base de carisma, justo como un líder ha de saber hacerlo, lástima que otros carezcan precísamente de eso...

Lo digo por la famosa "cumbre de la cerveza" que tuvo lugar ayer en la Casablanca.

Os pongo en antecedentes. Hace unos días, ocurrió un altercado muy controvertido, la detención de un profesor de Harvard, Loius Gates, a manos de un agente de policía, James Crowley. Hasta ahí un caso curioso, pero nada más, sin embargo, al añadir que el profesor era negro y el agente blanco, pues ya se lio el tomate.

Tras unas declaraciones cruzadas y controvertidas en las que inevitablemente el color de la piel era el núcleo del debate, Obama se metió por medio al calificar la detención de "estúpida".

Yo, que viví una avalancha de violencia en los EEUU, por parte de la raza negra, tras una grabación que salió a la luz de unos policías linchando a un camionero negro, puedo decir que una tontería de ese calibre puede ser el detonante de unos disturbios violentos y peligrosos a gran escala, sobre todo, cuando el Presidente, aún sin querer o incluso llevando razón, toma partido.

Sin embargo, Obama fue consciente del problema, y para no hacer una montaña de un grano de arena, simplemente citó a ambos protagonistas a la Casablanca.

La maestría de Obama reside en que no los convocó a una reunión formal que hubiese dado pie a pensar en una cumbre sobre racismo. Obama los invitó a tener una charla amena, con una cerveza en la mano, como si estuviesen tres amigos en la terraza de un bar.

Eso se llama manejar los tiempos y las formas. Atajar un potencial problema antes de que llegue a más y utilizar para ello un camino que lo transforma en mera anécdota.

Lástima que el eufemismo del diálogo social no lo haya negociado nuestro querido Obama...

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