miércoles, 7 de marzo de 2012

Pon un inhibidor en tu vida

Hoy pienso que leo una noticia que me congratula. En EEUU un ciudadano de a pie se ha erigido como vengador justiciero de todos aquellos indefensos habitantes de la urbe que cada día utilizan un transporte público.

Según parece, este buen hombre se cansó un buen día de todos aquellos viajeros que aprovechan el trayecto para hacer todo tipo de llamadas, y claro, cuando tú vas en el tren, tratando de coger un sueñecito y el compañero de al lado mantiene, vía móvil, una discusión con su novia o una chica adolescente, de las de "jo tía!" le cuenta a su amiga lo bien que lo pasó con su noviete en el concierto de anoche... pues te enfadas, te alteras y piensas en la poca vergüenza que tiene la gente, primero por molestar al resto de pasajeros con ese volumen de voz, y segundo, por no cortarse a la hora de compartir sus trapos sucios con todos los viajeros.

Así que el norteamericano en cuestión, se fue a google, buscó, encontró y compró un inhibidor de frecuencia. Ahora viaja mucho más tranquilo... si alguien osa recibir una llamada con uno de esos estridentes reggaetones o comienza a hablar más fuerte de lo normal, hace click y... Fujitsu! que decía el anuncio.

Yo he sido durante años un asiduo peregrino del ferrocarril, del metro y esporádicamente del autobús y tengo que reconocer que esto siempre ha ocurrido.

Y es que es cierto que antes no había móviles (hablo de 15 años atrás, no hace falta remontarse más), pero había otros desasosiegos. 

Cuando llegabas a la estación, te montabas en el tren, buscabas el número de asiento que tu billete marcaba, y comenzaba la expectación de saber quiénes serían tus compañeros durante aquel trayecto de 4 horas.

La verdad, en mi época más joven, siempre esperaba una chica guapa en el asiento de al lado...aunque luego fuese incapaz de mediar una palabra con ella. 

Llegabas al vagón correspondiente con tu maleta en mano y zas! Allí estaba él, una madre con ese niño de 3 años, que sabías que no te dejaría dar una cabezada en todo el viaje. También podías encontrar al grupito de adolescentes, que además de no haber visto una ducha en varios días... generosamente no dudaban en compartir todo tipo de risas y banales conversaciones con todos los pasajeros. 

La señora mayor que salía por primera vez del pueblo desde que enviudó, para visitar a su hija, era otro enemigo del descanso. Muy amable y cariñosa, no te permitía pasar hambre compartiendo todo tipo de viandas que nunca pensaste que pudiesen caber en aquel bolsito... pero desde el momento en que se sentaba a tu lado, te tenías que olvidar de leer o dormir. 

Y ahora cuando cojo un tren y una canción de Estopa me despierta, seguido de un "Siiiii! Dimeeee! Qué! Noooo! Todavía nos queda un ratoooo!!". Yo me acuerdo de las magdalenas que me ofrecía aquella señora y sonrío nostálgico mientras pienso... lo que daría por un inhibidor...

4 comentarios:

  1. Yo llegué a odiar el típico sonido de los mensajes de Nokia... Aún siento escalofrío si lo oigo.
    También dejé de decir mi profesión (psicóloga) al que me daba conversación porque me daban ganas de cobrar la sesión...

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  2. ¿Dónde dices que los venden?

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  3. Recuerdo una noticia relativamente reciente en la que detuvieron a un malhechor porque el muy incauto le estaba relatando su crimen por el móvil a un amigo sin saber que compartía asiento en el autobús con un policía de paisano.
    El policía astutamente utilizó también su móvil para alertar a sus compañeros que esperaron a ambos (con distintas intenciones) al llegar el autobús a la estación (creo que fue un viaje Málaga-Madrid).
    Lo más curioso es que el policía comentó que tras realizar su llamada pudo incluso dormir en el autobús junto al criminal y eso que, por suerte en este caso, no había inhibidores!!!

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  4. Creo que podría ser un buen negocio importarlos a España...

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