Hoy pienso que no me gusta hacer leña del árbol caído. Los que me conocen saben que defendí, por ejemplo, a la selección española de fútbol desde el principio, a pesar de las dudas y críticas que recibió al principio. También he defendido a otros deportistas cuando han caído o han tenido malos momentos, porque creo que el talento cuando se une al esfuerzo nunca puede ser criticado, y que en el deporte, como en la vida, a veces se gana y a veces se pierde, y no siempre de manera justa.
Sin embargo, a sólo unos días de comenzar los juegos olímpicos, ya he asistido a varias secuencias distintas.
Ayer vi dos imágenes, que curiósamente resultaron ser tan opuestas como impactantes, ambas tristes, pero llenas de contraste, una por causar tristeza llena de orgullo y admiración y la otra por lamentable.
Por un lado, los chavales de fútbol, esa llamada "Rojita" que hace un mes, vieron a sus mayores volver a hacer historia ganando la Eurocopa de una forma abrumadora con un juego bonito que aplastaba a sus rivales.
El problema es que ellos se quedaron sólo con eso.
Olvidaron el sacrificio y el trabajo anterior necesario para llegar a ese nivel a un campeonato, la humildad de jugar cada partido como si fuera una final para poder ganarlo y de forma que parezca fácil, la deportividad de saber perder cuando las cosas se tuercen…
Ellos más bien se quedaron con la imagen de la fiesta en la Cibeles, con el “yo soy español, a qué quieres que te gane”. Y claro, el jueves, jugando ante Japón, estaban más pendientes de coger el autobús al día siguiente para ir a la ceremonia de los juegos, que del propio partido.
Perdieron ante un equipo teóricamente inferior, pero que demostró estar en mejor forma física y centrado en el partido, lo que hizo que la diferencia fuese mayor y la derrota más vergonzosa.
Sin embargo, lejos de tomárselo como un serio aviso, siguieron a lo suyo, y al día siguiente, se fueron, por ejemplo, a la ceremonia de las olimpiadas, aunque estuviese a cientos de kilómetros y el domingo se jugasen la continuidad en el campeonato. Pero no sólo fue eso, durante estos días ellos mismos han sembrado el twiter de fotos disfrutando del ambiente, con una actitud más propia de alguien que está de vacaciones que de un equipo de fútbol concentrado jugándose un título olímpico.
Ayer, ante un Honduras, equipo notoriamente inferior, se rozó el ridículo. No sólo por perder, sino por la forma de hacerlo. Acabaron el partido protestando al árbitro hasta rozar la violencia y pegando patadas a los rivales, como si no tuviesen derecho a ganarles.
Por otro lado y por suerte para mi, hacía sólo unas horas que había visto la otra cara del deporte. Un judoca español, Sugoi Uriarte, lleva toda la mañana compitiendo en la categoría de menos de 66 kilos. Combate tras combate se fue quitando rivales de forma aplastante (un par de ipones y uno por puntos, creo recordar) hasta llegar a las semifinales, donde le esperaba un húngaro con cara de húngaro que acabó con su ilusión de luchar por el oro.
No obstante, en la lucha por el bronce, salió a darlo todo. Serio y concentrado, no se dejó amilanar por la herencia asiática del rival en esto de las artes marciales y fue el que llevó la iniciativa todo el combate. De hecho, el surcoreano tuvo que acudir en alguna ocasión a algún golpe en el límite de la ilegalidad.
El combate terminó sin ganador, y fue el turno de los jueces. Parecía que la victoria se decantaría por el español, que incluso se permitió hacer algún gesto triunfal hacia la grada, sin embargo, el juez árbitro levantó la bandera blanca, la del surcoreano.
Sugoi rompió a llorar y quedó destrozado. “Es mi peor competición, mi peor día. Es muy duro llegar hasta aquí, tocarla y quedarse sin nada”.
Sugoi, al conocer la noticia de los jueces |
El contraste entre los niños de “rojita” y Sugoi se hace más cruel aún cuando piensas que estos chavales volverán a España y seguirán jugando a la pelota, ganando millones de Euros y saliendo de fiesta, mientras muchos Sugois con medalla o sin medalla, volverán a sus casas y tendrán que ganarse el pan cada día, a pesar de ser, ellos sí, auténticos campeones.
Esta es la triste realidad de muchos deportistas q simbolizan todos los valores del deporte, esfuerzo, constancia, sacrificio...y q tienen biografías de dedicación y a no siempre éxito. Solo a los q tengan medalla los haremos nuestros. Y despues olvido y Casi todos después penurias económicas. Para los niña tos del fútbol una anécdota.
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