martes, 25 de septiembre de 2012

Culebrones al pil pil

Hoy pienso que voy a confesaros un pequeño secreto.

Siempre que estoy en casa, a eso de las 16:00 y para ayudar a trasponerme un ratito, enciendo la tele pero no veo los documentales de la 2, lo reconozco… pongo “Amar en tiempos revueltos”. Qué se la va a hacer, es cierto, me enganché hace algunos años, creo que ya hace 7, y desde entonces veo pasar personajes que, como dice mi madre, “siempre están llorando”.

Lo que más me gusta de este tipo de culebrones es que el tiempo pasa tan despacio, que puedes quedarte dormido (como me pasa a mi siempre) o verlo sólo de vez en cuando y, sin embargo, nunca le pierdes el hilo.

El caso es que imagino que por propia deformación, mientras veo la serie y consigo cerrar los ojos, suelo fijarme en detalles que para otros pueden pasar desapercibidos, y eso me pasó el otro día.

Dejadme que me explique. Todos sabemos que los telediarios de las televisiones públicas están algo retocadillos y supervisados… sólo hay que recordar el "C.C.O.O." del amigo Urdaci o el monólogo adoctrinador con el que Gabilondo nos estuvo deleitando una temporada. Sin embargo, yo me refiero a algo más elaborado y a la vez más efectivo, porque la publicidad subliminal también existe para los partidos políticos.

Supongo que todos sabéis de qué trata el culebrón del que os hablaba. Cuando comenzó, recién llegado ZP y su ley de Memoria Histórica, era una serie sobre la posguerra. Una España de principios de los años 40, donde la pobreza, la injusticia y los abusos de los vencedores era el pan nuestro de cada día, donde la serie narraba la historia de unas cuantas familias que sufrían las tristes consecuencias de haber estado en el bando de los vencidos, quedando a merced de los caprichos y deseos de los vencedores, todos avariciosos y malvados.

Curiosamente uno de los únicos personajes que se mantiene desde el principio de la serie, es el tabernero, Pelayo. Hombre ya mayor, curtido en la vida y con una gran cultura y sentido común. Ni que decir tiene que es republicano y comunista hasta la médula, idealista y defensor de la igualdad y solidaridad y por tanto, siempre despotricando y denunciando las tropelías y atropellos que el Régimen franquista hacía día sí y día también.

Durante toda la serie (y por ende durante los años de gobierno de ZP), éste era Pelayo. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, algo ha cambiado en él .

Curiosamente, y como digo, tras 7 años de serie en antena y tan sólo 7 meses después de que el PP entrase en el Gobierno, Pelayo ha visto la luz.

Fue el otro día. El bueno de Pelayo regresaba de un viaje a Rumanía que había preparado con delicadeza y esmero para poder visitar un país, entonces comunista y paradigma de la utopía soñada.

A su vuelta, Pelayo se sienta y le explica a su nieta que en realidad el comunismo es una falacia, que no deja de ser una dictadura, al menos igual (si no más) de represora que la que existía en España. "No es lo que yo pensaba, cariño, me han engañado", le dice a la niña un resignado Pelayo.

No quiero entrar a juzgar si era mejor el Pelayo de antes o el de ahora, no se trata de eso. Tan sólo destaco cómo me llamó la atención el hecho de utilizar una serie, al fin y al cabo de ocio, dirigida a un espectador medio, que trata de evadirse de todo para relajarse y a ser posible divertirse… y en ese momento, en que nos dejamos llevar y creemos que estamos libres, nuestro interior es sazonado entre la pimienta de unos y la sal de otros… Vamos, que según el cocinero del gobierno, el culebrón lo cocinan al pil pil o al chilindrón.

Y es que ya lo decía el economista nortemericano John Keneth Galbrath: “Para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula”.

Bueno, mirando el lado positivo, igual al final consiguen que me enganche a los documentales de la 2, esos que todos ven pero nadie recuerda…

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