martes, 4 de junio de 2013

Prohibido prohibir

"Cuantas más prohibiciones impongas, menos virtuosa será la gente. Trata de hacer a la gente moral, y crearás el terreno propicio para el vicio".
Lao Tse.

Hoy pienso que Guy Montag, es bombero, pero su labor no es apagar incendios, sino provocarlos. En lugar de extintores emplean lanzallamas, porque su trabajo consiste en quemar libros, en reducir a cenizas hasta la última página impresa que caiga en sus manos. Son una nueva clase de policía consagrada a la destrucción del patrimonio literario de la humanidad, para así proteger el Nuevo Orden imperante y salvar al hombre de su propia estupidez.

En el país de Montag hay que ser feliz por decreto, y la gran mayoría de la gente lo es. Son felices sin pensar, ríen, ven la televisión y vuelven a reír... y siguien riendo. No leen, porque leer obliga a pensar por uno mismo, y por lo tanto, impide ser estúpidamente feliz. Por eso en el país de Montag atesorar libros es un delito y leerlos un crimen severamente castigado por las leyes. Los asociales que tratan de leer deben ser perseguidos, porque no sólo osan leer, sino que además tratan de que otros lean, contaminando al resto y evitando que el Estado se encargue de nuestra felicidad, esa que nosotros mismos no somos capaces de mantener.

En mi país, el nuevo reglamento de circulación que está a punto de aprobarse prevé la obligatoriedad de llevar casco al montar en bicicleta, aunque sea dando un paseo por el parque que está en frente de mi casa.

¿Quién soy yo para valorar los pros y los contras? ¿Acaso me creo con derecho a arriesgar mi propia vida? Por un momento pensé que sería capaz de tomar mis propias decisiones, por suerte que ahí está Papá Estado para corregirme y ponérmelo fácil, "no pienses, gañán, no te plantees nada. Cómprate un casco y serás feliz. Y si no quieres serlo, tranquilo, te obligaremos a serlo".

Siempre estaré en contra de las prohibiciones y mandatos que atentan contra la propia libertad del invididuo y que no afectan a terceros. Es como el cinturón de seguridad, cuyo efecto salvador sólo repercute en mi y en mi limpiparabrisas o  el casco de la moto, algo que debe quedar entre mi dura mollera y el gris asfalto... pero hoy estoy terco, lo siento. Me he levantado algo protestón, incluso hasta con ganas de pensar. Ya lo sé, Bradbury me lo advirtió "Disponemos de muchas horas, horas después del trabajo, sí, pero ¿y tiempo para pensar? Si no se conduce un vehículo a ciento cincuenta kilómetros por hora, de modo que sólo puede pensarse en el peligro que se corre, se está intervinendo en algún juego o se está sentado en un salón, donde es imposible discutir con el televisor de cuatro paredes..." Y esta noche, me ha dado por leer, en lugar de ver la tele... y

Y entonces me pregunto tan sólo por qué, como le pasaba a Clarisse, "ella era una bomba de relojería... no quería saber cómo se hacía algo, sino por qué. Esto puede resultar embarazoso. Se pregunta el por qué de una serie de cosas y se termina sintiéndose muy desdichado."

Puede que sigan prohibiendo, igual nos dejan sin bollos o donuts, no nos vayamos a poner gordos... anda, !pero si eso ya lo han prohibido en los colegios! No sé, quizás los Mc Donalds tengan los días contados... puede que limiten el número de gambas que podemos comer en una cena por el tema del ácido úrico... En todo caso, aprovechad para andar por la calle sin coderas ni rodilleras, quién sabe si no será lo próximo...

Haré mía una frase de Jim Morrison, ese genio loco... que además cantaba y que un día dijo aquello de "Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición".


 

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