sábado, 16 de mayo de 2015

De 20 miradas perdidas

Hoy pienso que el pasado martes era un día importante, el Barça se jugaba el pase a la final de la Champions y yo tenía una tarde complicada y cargada de compromisos que quería rematar viendo el partido con los amigos. 

Dos días antes, Jorge Pastor, periodista, artista y, en los ratos libres amigo, me mandó un mensaje claro y directo, sin preguntas, así a bocajarro: "dime donde te recojo el martes a las 20:30 para ir a la inauguración de mi exposición".

Mi primera reacción fue soltar una sonrisa incrédula, era la tercera vez que me invitaba y siempre me había pillado liado con otra cosa, ¡otra vez era imposible!. De forma espontánea y algo resignado le contesté que, una vez más, me era imposible que lo dejábamos para otra ocasión, que seguro que habría más.

Sin embargo, durante un rato estuve dándole vueltas al asunto, realmente este Jorge es un tío obstinado y tras seguirle en las distintas redes sociales, estaba seguro de que su exposición tenía que merecer la pena, si no, seguro que no insistiría tanto. Finalmente conseguí aparcar otro evento previsto para esa tarde y hacer de tripas corazón perdiéndome el reencuentro de Guardiola con su querido Camp Nou.

La exposición tenía lugar en Linares, y Jorge se ofreció gustoso a llevar su coche, a las ocho de la tarde, con él de chófer, guía y amenizador del trayecto, contando anécdotas varias, propias de un corresponsal como él, de los que viven con pasión cada minuto de su trabajo y cada renglón de sus artículos. Ahí es cuando uno se da cuenta de que cuando Jorge enfoca el angular, el resultado no es una mera instantánea, sino un relato lleno de palabras invisibles.

El garito no podía ser más ideal, "La Galería" se llama, un café vestido con gusto, relativamente nuevo, y regentado por Agustín, un tipo con arte y con algunas exposiciones ya a sus espaldas, aventurado ahora en la arriesgada tarea de dar a conocer el arte de la tierra, una labor tan bonita como difícil.

Una vez allí, me esperaban 20 retratos distintos, cada uno único y diferente, donde su protagonista habla por sí solo. Sin embargo, tuve el privilegio de asistir a una explicación de su propio autor, y así, Jorge fue describiendo la pequeña intrahistoria de cada foto consiguiendo que, al terminar y echarle de nuevo un vistazo a las instantáneas, fuesen ellas las que te siguiesen contando, hablando, susurrando...

Y como siempre suele ocurrir en estos casos, lo mejor de todo la compañía, ver allí a un genio del arte como es Belin, corriendo sin aliento detrás de su renacuaja y más preocupado por la exposición que su propio autor, no hace sino duplicar esa fascinación que ya sentía por él, porque ahora puedo admirarlo como artista y apreciarlo como persona.

También hubo tiempo de conocer gente interesante, como Marga, una chica de Lleida que pasaba por allí por circunstancias de la vida. También pude adentrarme en personalidades como la de Julio Ortega, protagonista singular de una de los retratos de la exposición, un tipo curioso, de esos que podrían estar hablándote toda una noche de su vida y cada minuto podría dar para una novela. Cortador jamonero, torero (que no matador, como él me aclaró), rapsoda, cantaor de flamenco, poeta y currante por necesidad, tuve el privilegio de escuchar algunas enseñanzas de la vida de esas que sólo se aprenden viviendo, y desgraciadamente sufriendo.


Y así acabó la noche, como tienen que acabar estas cosas, con un  botellín de cerveza fresquito entre las manos y hablando de sentimientos y de vivencias rodeado de 20 retratos que, incluso allí, de fondo, seguían contando cosas. Lástima que a esa misma hora estuviesen en Munich pegando patadas a un balón y esta exposición no tuviese todo el relumbrón que merecía. Aún así, a los que os pille cerca, os recomiendo que os acerquéis a Linares, en el Café La Galería y degustéis las 20 miradas perdidas con las que Jorge quiere que encontremos la nuestra...

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