miércoles, 16 de septiembre de 2015

La rivalidad cabe dentro de un bidón de agua

"El bien se hace, no se dice. Ciertas medallas se cuelgan en el alma, no en el maillot"
Gino Bartali

Hoy pienso que acababa de terminar la II Guerra Mundial, una guerra que le había robado años de gloria, puede que incluso el honor de ser el mejor ciclista de la historia.


Gino Bartali tenía entonces 31 años. 31 años de 1946 podrían ser unos 45 de ahora. Por entonces ya había ganado dos Giros y un Tour de Francia. Sin embargo, para entonces ya había nacido otra leyenda, Fausto Coppi, quien en 1940, siendo gregario suyo, y tras una caída de Bartali, tiene vía libre para rodar y gana el Giro.


Pronto la rivalidad entre ambos ciclistas se generalizó en las calles de Italia, o eras Coppista o Bartalista, no había medias tintas ni lugar para los moderados.


Cuentan que la rivalidad encima de la bici era tal que Bartali se fijó en una vena de la pierna que se le hinchaba a Coppi cuando iba justo de fuerzas. Bartali decidió que uno de sus gregarios se pasase los puertos atento a la vena, para que, cuando se hinchase le hiciese una señal y así poder atacar sin piedad. En el 46 Fausto gana el Giro, en el 47 le toca a Gino, en el 48 turno para que Gino se lleve el Tour y en 49 tras unos duelos épicos de ambos en todos los ascensos, el Tour será para Coppi.


Ocurrió en 1952, tras más de 15 años de duelo, con un viejo Bartali, cuyo cuerpo parecía no querer enterarse de ya pasaba los 38 años y un Coppi en la cima de su carrera, se volvieron a encontrar en el mítico Galibier, sabedores de que seguramente no tendrían muchas más oportunidades de vencer al otro, uno de ellos sacó su bidón y tras darle un trago le dijo al otro "puedes beber, aún queda un poco!".


Dicen que fue Coppi el que le ofreció la botella a Bartali, otros dicen que fue al revés. La foto del momento no aclara nada... O mejor dicho, lo aclara todo. Esa es la rivalidad entre dos deportistas, entre dos campeones.








Es entonces cuando me acuerdo de Gerard Piqué, este niño bonito de buena familia, gran jugador del fútbol y chico controvertido en todo lo que hace fuera del campo. Muy dado a meterse en charcos, ya sea por hablar de política o por tirar bombas fétidas, parece olvidar que  esas gamberradas con 28 años, pasan a ser idioteces sin gracia y que, por ejemplo, escupir a un miembro del equipo para hacer una gracia, no la tiene ni aunque lleves dos copas de más.


No voy a entrar a valorar su ideología, ni tampoco sus contradicciones, como eso de que pitar al Rey de España y al  himno español le parezca una forma legítima de expresarse libremente y que sin embargo crea injusto que a él le piten cuando juega con la selección española, no por él, sino "por respeto a sus compañeros y al equipo" o que exija respeto a su intimidad cuando él no respeta a un policía que hace su trabajo y le multa a las 5 de la mañana por dejar mal aparcado su coche en la puerta de una discoteca.


Sin embargo, el otro día cuando justificó sus mofas, escarnios y afrentas al equipo históricamente adversario y a sus aficionados, diciendo que era fruto de rivalidad... no me acordé de deportes como el Rugby, donde no se celebran los ensayos por deferencia al batido contrario, tampoco me acordé del tenis, donde al terminar los partidos siempre se dan la mano y suele haber palabras amables de uno y otro.


No, no me vino a la mente que en deportes como el bádminton, cuando los chavales juegan fuera de su ciudad, duermen en casa de su rival, compartiendo techo y mucho más. Tampoco me acordé de Larry Bird y Magic Johnson, su rivalidad extrema dentro del campo y sus abrazos afuera.


En realidad, cuando le oí decir aquello de la rivalidad con esa naturalidad, recordé aquella frase que pronunció  Gino cuando asistió compungido al funeral de Fausto: "Se ha ido la mitad de mi". Y es que la rivalidad bien que cabe dentro de un bidón de agua.

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