miércoles, 13 de febrero de 2013

El ancestral sillón de la dignidad

"Aléjese de los palacios el que quiera ser justo. La virtud y el poder no se hermanan bien"
Marco Anneo Lucano (39-65) Escritor latino

Hoy pienso que voy a contaros el caso de un Senador, un ejemplo paradigmático. Él consideraba que el deber de cualquier senador era el servicio al Estado, viviendo de forma austera e incluso proponiendo algunas leyes un tanto controvertidas por cuanto trataban de prohibir lujos excesivos en bodas y otros eventos del estilo.

Sin embargo, un día, alguien filtró un pequeño secreto a voces, comenzaron a tirar de la manta y al final se descubrió que nuestro honesto senador siempre tuvo un cariño especial por su patrimonio, hasta el punto de alimentarlo cada día, explotando sus fincas y dedicándose al lucrativo mundo de la exportación de productos como el vino y el aceite. Por supuesto, y aprovechando su cargo político, también estaba metido en negocios de banca, utilizando incluso testaferros que le permitían eludir las leyes que él mismo había ayudado a aprobar.

No obstante, nuestro hombre no tenía mala conciencia, ya que según su propia versión, era la práctica habitual, y por tanto no veía nada malo en ello, poniendo siempre de ejemplo a otro conocido político que, unos años antes, había multiplicado su patrimonio pasando de 1,8 millones a 42 millones...

Mientras tanto, Megadoro, el personaje de un afamado escritor, comentaba, presionado por sus acreedores, la cruda realidad social que se vivía en la calle: "Vas y haces cuentas con el banquero (...). Luego, cuando has hecho las cuentas con el banquero, resulta que eres tú quien le debe a él".

Esa es la situación que vive el país de nuestro senador, un Estado sobreburocratizado, donde el gobierno aumentó su administración de 200 a 6.000 cargos sin que este incremento fuera coherente con el crecimiento sociodemográfico del país. Según comentan los expertos, el poder está en manos de una élite endogámica que, actuando por interés propio, han parasitado y arruinado las arcas del Estado.

El senador del que os hablo no era español, aunque imagino que podría serlo, y no vive ya. En realidad nació hace 23 siglos, era romano y se llamaba Marco Porcio Catón. Por cierto, el político al que él aludía como ejemplo de pelotazo y que había incrementado su patrimonio de forma exagerada y más que dudasemente legal, no era otro que Craso, miembro del Triunvirato junto a César y Pompeyo.

Ahora me tocaría decir eso de que pasan los años y la historia sigue repitiéndose, no obstante me gustaría añadir algo más. En aquella República, cuando la corrupción era demasiado explícita, el político podía ser castigado con el exilio, lo que suponía perder todo el patrimonio, sus derechos y hasta la ciudadanía romana, es decir, que perdían lo que ellos mismos denominaban "dignitas", que era lo más deshonroso que podía ocurrirle a un romano, prefiriendo muchos de ellos perder su vida antes que perder esa "dignitas".

De Latín y de "dignitas" debe saber mucho el todavía Papa Benedicto XVI, que  rompiendo una norma no escrita desde hace siglos, ha optado por renunciar, al no verse capacitado para seguir ejerciendo su cargo. Lo peor de todo es que este ejemplo de honestidad y de coherencia es algo extraordinario, cuando en realidad debería ser algo corriente.

Por desgracia yo ya no recuerdo mucho de aquellas clases de Latín con mi querido profesor Alfonso, pero si tuviese que traducir "dignitas" al castellano, escribiría algo así como "sillón", ya que veo que nada ha cambiado y hoy un político español sigue prefiriendo perder su vida antes que perder su sillón... Será por eso que por muchos periódicos que leo, sólo veo Catones y Crasos... y lo que es peor, si me miro al espejo, me veo como uno de otros tantos Megadoros...

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