Hoy pienso que aquella tarde hacía mucho calor. Ronda preciosa, sí, pero calurosa.
Fue idea suya, -No puedo más, necesito salir de aquí. –Protestaba hacía unos días.
Así que cogimos el coche y nos plantamos en Ronda. Algo normal, si no fuera por esa pequeña barriguita que apenas delataba los 8 meses y medio de vida que llevaba dentro.
Un par de calambres y algo de cansancio de más fueron sus únicos síntomas extraordinarios en aquella tarde rondeña. Ella es tipa dura, siempre lo ha sido.
Una cenita suave, un par de cervezas y a dormir.
-Agus, despierta, ¿qué es esto?. –Fue lo primero que escuché antes siquiera de abrir los ojos. La cama empapada sólo podía significar una cosa, habíamos roto aguas.
Mientras yo daba vueltas por la habitación buscando mi ropa, ella, muy calmada, me decía, -Baja a recepción, paga y pregunta cómo llegar al hospital, yo mientras me voy vistiendo.
Abajo, un chaval todavía dormido no daba crédito a lo que le estaba contando. Nervioso como si él fuese el padre, decía que no nos preocupásemos, que él nos llevaba. –Tranquilo, tú no puedes dejar la recepción. Sólo dime cómo llegar al hospital. Le calmaba yo. Y así mientras se deshacía en explicaciones, apareció ella, con total parsimonia, perfectamente arreglada y con la maleta en la mano. -¿Nos vamos ya?
Ya había amanecido, pero la ciudad aún dormía, así que, sin tráfico, logramos llegar al hospital en apenas unos minutos. Tras algún pequeño contratiempo con las enfermeras y sus cambios de turno, allí estábamos, en la camilla, ella embadurnada de cables y yo borracho de nervios.
-A ver, has roto aguas, pero aún no estás de parto. Parece que va a ser un día muy largo porque ni siquiera tienes contracciones, por lo tanto sólo queda esperar y si al final de la tarde no has dilatado, tendremos que provocarlo. –Nos tranquilizó amablemente el ginecólogo.
Tras mucho pensarlo, decidimos que era mejor irnos a Jaén, allí sería todo mucho más fácil y como al fin y al cabo aún no estaba de parto, llegaríamos con tiempo de sobra. Y así, bajo nuestra propia responsabilidad, ya que el médico era algo reticente a ese viaje y así nos lo reiteró, nos montamos en nuestro Seat León y nos pusimos en marcha.
Fue un viaje curioso, con tantas prisas yo ni siquiera había ido al baño esa mañana, y las cervezas de la cena empezaban a pedir paso, pero no era cuestión de perder un minuto y si ella aguantaba, qué menos que lo hiciese yo también, era algo así como un gesto solidario. Entretanto, la futura madre, callada y resoplando.
-¿Cómo vas? Le preguntaba de vez en cuando, obteniendo siempre un escueto “bien” por respuesta. Sin embargo, una de las veces, la contestación fue algo más larga… -Bien, pero creo que tengo contracciones.
"Contracciones”, la palabra mágica. Un sudor frío empezó a recorrerme la frente, puse los cinco sentidos en la carretera y sin miedo a las multas, empecé a sacarle partido a nuestro recién comprado Leoncillo… ni Carlos Sainz podría haberme ganado en ese momento por aquellas carreteras convencionales.
Finalmente, llegamos al hospital de Jaén y allí la dejé en la misma puerta, donde mi padre la esperaba, y me fui a aparcar el coche. Resoplando, sudoroso y muerto de miedo, llegué al paritorio y en poco menos de una hora, apareció él. Moreno y peloncho, callado y tranquilo, pensativo, y así nos dijo hola.
-Si os descuidáis nace en la autovía… mira que si os sale granaíno… Decía alguien por allí con cierta sorna.
Es tipa dura, ya os dije, así que ella solita lo hizo todo, y lo hizo bien, sin epidurales ni anestesias, a pelo, apretando y sin un solo grito, no se vaya asustar, debió pensar en mitad del trance.
Y llegó, impaciente, como sigue siendo, algo aturdido al principio, pero pronto se calmó cuando notó la piel templada de su madre y sintió sus latidos, esa música que llevaba escuchando tanto tiempo. Él no lloraba, sólo la miraba muy fijamente, como consciente de que estaba en unos brazos que siempre le protegerían.
-¿Quieres cogerlo? –Me preguntó.
-Espera, disfrutad ambos el uno del otro. Ya habrá tiempo para conocernos. -Le dije, sin querer entrometerme en aquella escena.
Durante el embarazo, no teníamos claro qué nombre le pondríamos y tampoco quisimos saber su sexo, así que llegamos al acuerdo de que si era niña, elegía la madre y si era niño, elegía el padre. Fue entonces, cuando me miró… y me atrapó. Juan Carlos, tienes cara de Juan Carlos.
Hoy Juan Carlos es JC, y aunque aún es un niño, empieza a tener cosas de hombrecito. Cuando me da la mano por la calle me sabe extraño sentir esa manaza que ya es casi tan grande como la mía, y el 38 que calza empieza a darme miedo. Sin embargo, cuando duerme, todavía se le hinchan sus mofletes y yo me descubro reviviendo aquella escena del paritorio, él en brazos de su madre, tranquilo, mientras posaba su mirada en mí, como saludando…Pudo ser ayer, pero en realidad fue hace ya 10 años.
Agus....SIN MAS QUE DECIRTE QUE...leyéndolo,, LO HE VIVIDO!!! Es que lo iba visualizando! DIOS!...y..."no se por que"...pero...me imaginaba muy requetebien a esa "tipa dura"...jajaja...ME ENCANTA, Y TU LO SABES!
ResponderEliminarAbrazos!