Hoy pienso que criticamos a la Señora Justicia. Le reprochamos su parsimonia, hasta que entendemos que justo cuando debe quedarse en la cama perezosa es cuando actúa rauda y veloz consiguiendo una sonrisa que nos repugna a la mayoría.
A veces la criticamos por adúltera, imaginando que nos engaña con el vecino guapo y rico, ese que haga lo que haga siempre estará bien, recordando lo que nos cuesta sacarle un piropo para nosotros...
En fin, esta mujer de ojos vendados tiene la culpa de todo... Sin embargo, a veces llegan a sus oídos (hasta hoy sigue ciega, esperemos que siga así por mucho tiempo) casos como el de Puigcerdá, donde una vecina ha demandado a su aledaña por tocar el piano. Y es entonces, sólo entonces cuando imagino a nuestra dama diciendo: "Esta es la clase de justicia que deseáis, pero yo me pregunto, cual es la que vosotros os merecéis?"
Y me viene a la mente esos asesinos que salen incólumes, de su Spá presidiario, enseñando dientes en nombre de Parot, y sí, la Pantoja llevaba razón, ¡claro que me jode!. Y mi cabeza sigue poniendo caras, esos personajes que se siguen pitorreando del dolor de unos padres que suplican por poder dar descanso a los restos de su pequeña...
Y me viene a la mente esos asesinos que salen incólumes, de su Spá presidiario, enseñando dientes en nombre de Parot, y sí, la Pantoja llevaba razón, ¡claro que me jode!. Y mi cabeza sigue poniendo caras, esos personajes que se siguen pitorreando del dolor de unos padres que suplican por poder dar descanso a los restos de su pequeña...
Sí señores, en este país podemos gritar goles sin rubor hasta quedarnos roncos. Tenemos licencia para sacar pecho en el ascensor ante el vecino de tabique, por haber conseguido la noche anterior que nuestra compañera de lecho cántase ópera con una sóla nota al ritmo de los muelles del catre. Y también, por supuesto, es legítimo poner Salsa Rosa a un volumen elevado, porque sería imperdonable perderse los detalles del embarazo de Chabelita.
Sin embargo, no toques el piano, porque si no es pecado, sí puede ser considerado delito. Al menos eso es lo que opina la fiscalía y la acusación particular, que solicitan siete años y medio de cárcel para una, entonces, estudiante de piano (hoy ya profesional) que practicaba 8 horas al día.
Es lo que tiene la incultura, con unos mínimos conocimientos musicales, podrían haberle acusado con agravantes: la irreverencia de las composiciones de Liszt o la energía de Beethoven bien valen 3 años más de cárcel...
No es sólo que fuese molesto, es que la pobre vecina ha afirmado que esos horribles ruidos le han causado una "lesión psíquica consistente en un trastorno adaptativo con síntomas de ansiedad reactivo al estrés ambiental de tipo auditivo”, lo que hizo que tuviera síntomas como alteración del sueño, nerviosismo, ansiedad, episodios de pánico e incluso problemas de gestación en los últimos meses del embarazo de su hijo.
Yo lo entiendo, si te toca vivir escuchando un golpeo de balón continuo noche y día de un niño, no es para tanto, ¡imagina que llega a ser un Cristiano Ronaldo! ¡Quién soy yo para frustrar semejante carrera! ¿Pero música clásica, estás de broma?
Hoy aquella niña que se sentó delante de un piano por primera vez con 6 años, tiene 28, es concertista profesional y cursa un máster en Italia... ¡Vergüenza debería darle! Menos mal que siempre queda gente de bien, que no sólo piden 7 años y medio de cárcel por su despiadado crimen sino que solicitan su inhabilitación para ejercer cualquier profesión que tenga que ver con el piano como instrumento musical durante cuatro años. "Vade retro, Satanás, ¡ya cuidamos nosotros de tú descarriada alma!"
Bueno, y ya puestos a pedir, aunque de forma desinteresada, también piden una pequeña indemnización de 9.900 €... Así, además de dejarla sin negras y corcheas, la dejamos también sin blanca...
Y es que una vecina que grita con la ventana abierta "Andreíta, comete el pollo" puede llegar a Princesa del pueblo, pero alguien que interpreta a Chopin bien merece ser la lapidada... "¡Que le corten la cabeza!" Diría la Reina de corazones de Carroll.
Yo, por sí acaso, ya le he escondido a mi hijo la flauta, no vaya a ser que le dé por querer aprobar música en el colegio, no vaya a volver a casa con una nota escarlata colgada al cuello...
Yo, por sí acaso, ya le he escondido a mi hijo la flauta, no vaya a ser que le dé por querer aprobar música en el colegio, no vaya a volver a casa con una nota escarlata colgada al cuello...
La sentencia podría ser justa, dependiendo de qué 8 horas del día elegía para tocar.
ResponderEliminarPodría aplicarse el legítimo agravante de que ahora que toca como los ángeles va y se larga a Italia mientras aquí nos hemos tenido que chupar los ensayos de aprendiz.
No obstante, a favor de la demandada se tendrá en cuenta como atenuante la tranquilidad que generaba en la demandante saber que mientras tocaba la tecla no tocaba la flauta de ningún vecino muy cercano.
;)