miércoles, 17 de septiembre de 2014

Escolta tu, mejor contra España que sin ella

Hoy pienso que decía Sir Winston Churchill que un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema.

Según esta definición, Artur Mas se lleva la palma, empeñado en pasar a la historia como el Moisés catalán, el hombre que le dio la independencia a su pueblo.

No importa si los que prestan el dinero están reticente, ni si los principales empresarios anuncian su posible huida de ese nuevo país en caso de que llegue a ser tal. Nuestro Arturo tiene respuesta para todo.

Y si a última hora resulta que el lodo de la corrupción empieza a entrar por debajo de la puerta de su casa, tarda poco en sacar un trapo en forma de senyera, lo pone en la rendija y deja que su maestro honorable se ahogue en la ciénaga que construyeron juntos durante tanto tiempo.

A nivel internacional, Arturito, sumido en su nube tricolor, pensaba que lo tendría fácil. Sin embargo, tras recibir un portazo en las narices de la mismísima Unión Europea, se dedicó a ir de tournée por distintos países para recabar apoyos para su causa. Tantos años pagando los alquileres de sus embajadas tendría que servir para algo, debío pensar. Y así, fue recibiendo nones, alguna sonrisa sin fondo y muchas palmaditas de consuelo en la espalda. Sólo Letonia se atrevió a seguirle el juego, aunque alguien debió explicarle al Presidente Letón la película, porque no tardó en retractarse y decir que Cataluña tendría que someterse a la legislación y Constitución españolas, que es la suya también, por cierto.

 Pero Mas no se da por vencido, y haciendo buena la frase de Moliere, "cuanto más grande es el obstáculo, mayor la gloria de haberlo superado", sueña con su propia estatua en las Ramblas, mirando de frente a Colón, con barretina y todo, inasequible al desaliento, con su empecinamiento por senyera y gritando eso que tanto dicen los catalanes: "Fer mans i mànigues!"

Seguramente, en una de estas dulces noches mediterráneas, arropado a la luna pensaría para sí, "estos occidentales nos tienen manía, envidia, tiña... odio a estos occidentales. ¿Qué sabrán ellos de independencia, de vivir sometidos a un país que no es el tuyo? !Polonia, Serbia o Croacia... nunca han vivido una situación como la nuestra! ... Pero espera, Arturo, ¿tu estas ximple? ¿Y por qué no buscar en Oriente? Total, todos los marroquíes son del Barça, no? Será fácil convencerlos, un par de mezquitas... con la reglamentaria comisión del 3%, per descomplat, y ya está"  

Y así, debió surgir la última ocurrencia, desesperada, de Artur Mas, ofrecer a Marruecos regentar el Islam en Cataluña. Introducir el árabe en el colegio (en lugar del castellano, por supuesto) y el Islam como asignatura son algunas de las medidas a implementar.

Si comenzaba tildando de fanático a Artur Mas, no quiero terminar sin aclarar que no me refería a un fanatismo independentista. Arturo es un fanático de sí mismo, donde la obsesión por su propia gloria es la domina en su vida y sus actos. Un fanático nunca abandona sus principios, Arturo, parafraseando al bueno de Groucho, tiene unos principios y si no sirven para su fin los cambia. 

Podría haberle dado por incluir en la agenda escolar "salto al vacío desde el balcón del hotel" o "aprender a beber tequila de cuatro en cuatro vasos" y así haber encontrado el apoyo de los jóvenes británicos, pero imagino que pensó que muchos de ellos eran menores y no votaban, y total, a ellos ya les sacaba la pasta a base de chupitos, aún a costa de sus paisanos catalanes que tienen que aguantarlos.

Si los planes de Arturito salen bien, Cataluña nacerá como un país donde lo niños tendrán que estudiar y hablar dos lenguas en el colegio. Los carteles de las tiendas tendrán que figurar en catalán y bereber. Marruecos reclamará parte de las ganancias que ese país gana con sus compatriotas...  y seguramente, alguna chica embotada en un burka pensará, "escolta tu, pues estaba mejor contra España que sin ella..."

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