jueves, 4 de agosto de 2011

Loca y grande academia de policía


Teniente Harris:“¡Te lo dije… a mí nadie me jode!”.
Sargento Mahoney:¿Quién sabe, señor? Igual encuentra a la mujer adecuada y resulta que sí”


Hoy pienso que ayer falleció Bubba Smith, y la noticia ha servido para que de nuevo me vengan a la memoria buenos recuerdos.

Supongo que a la mayoría no os suena ese nombre por sí solo, y tampoco ayuda que os diga que era un ex jugador e fútbol americano metido a actor. Sin embargo, si pronuncio el nombre de su alterego, el Agente Hightower, seguro que en seguida os viene a la cabeza la imagen del policía grandote y buenazo que siempre ejercía de ángel de la guarda de la aparentemente indefensa Laverne en la inagotable "Loca Academia de Policía".

Vale, entono el mea culpa, yo también he intentado alguna vez hacer el ruido del helicóptero o la sirena imitando al Sargento Larvell “ruiditos”Jones, también quise ser tan alto y fuerte como Hightower y, por supuesto, deseé ser tan guapo y listo como Mahoney. Alguno más se habrá reído con las inocentes y seniles anécdotas del Comandante Lassard y seguro que a la mayoría le encantaba, como a mi, que los malvados planes del Teniente Harris y su lacayo el Sargento Proctor siempre saliesen mal.
Quizás fuese la edad que yo frisaba por entonces, pero nunca olvidaré a la Teniente Callahan y su ajustada camiseta blanca empapada en aquella escena en que durante un curso de socorrismo, se lanza al agua y al grito de “¿Quién de vosotros va a salvarme?” observa atónita cómo todos los cadetes se tiran a la piscina, de forma sospechosamente alegre, con intenciones no del todo auxilidoras.

Vale, quizás suene algo fricky, pero hay que reconocer que esta peli y algunas sus secuelas gozaron de su minuto de gloria, y de hecho, cuando en la televisión, haciendo zapping, me topo con alguna reposición, no puedo evitar sonreír y aún disfruto de ella.

Supongo que muchos recordaréis el Bar la Ostra Azul, ese bar gay lleno de "osos" en el que, a pesar de la sorpresa inicial, el pardillo de turno que había entrado involuntariamente, siempre acababa bailando con un peludo pero cariñoso motorista.

Esa otra escena en la que acuden a un barrio marginal en el que los vecinos se han levantado en armas y otro de nuestros héroes, un playboy latino, Jorge Martín, va flirteando con una chica, a la que caballerosamente ayuda a llevar una televisión que ella, previamente, se ha llevado de un comercio, cuando de pronto al doblar la esquina, se topa con cientos de cabreados ciudadanos (cabreados de verdad, no como los indignados) armados con palos y bates, que corren a por él sin caras de buenos amigos. Cada vez que recuerdo la escena de Martín, corriendo junto a Mahoney y Jones, hasta que se meten en el coche del Comandante Lassard, no puedo evitar soltar una carcajada.

Incluso algunas escenas te enseñaban principios, como la humildad, por ejemplo, cuando al llegar a la Academia, mandan a algunos a la barbería y los dos berzotas que luego se convertirán en los esbirros del Teniente Harris, hacen levantarse de la silla al presumido de Martín y tras sufrir el correspondiente rapado, observan, espeluznados, como Martín le pide que sólo le corte las puntas, mientras uno de ellos pregunta extrañado: "¿eso se puede?", a lo que responde el peluquero, "claro, esto no es el ejército".

También pude sentir en mis carnes aquella caída del Teniente Harris cuando sale lanzado hacia delante y durante su vuelo en el aire observa cómo va directo, y de cabeza, al trasero de un caballo.

Seguro que todos tenéis anécdotas guardadas que saltan a vuestra retina con sólo recordar estos nombres, y que no me importaría compartir, y aunque hoy la película se ve algo trasnochada, y sus chistes algo vistos, creo que es justo enmarcarla entre las grandes comedias que marcaron una época y, de paso, rendir ese pequeño homenaje a Bubba Smith y a David Graf (Agente Tackleberry) que también falleció hace unos años.



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