jueves, 19 de diciembre de 2013

Mi caco preferido

Hoy pienso que a lo largo de la historia siempre ha habido ladrones que han caído bien, y así, su condición de delincuente ha quedado en un segundo plano, primando otra de sus facetas. 

Imagino que el primer ladrón bueno de la historia fue aquel al que Jesús le regaló descansar a su vera allí arriba y a partir de ahí, durante siglos ha habido todo tipo de ladrones. Ladrones justos, como Robin Hood, ladrones valientes, como Billy el Niño, ladrones románticos como Bonnie y Clide o ladrones con doble rasero, como Francis Drake, un héroe para los ingleses y un villano para los españoles.

Precisamente nosotros, los españoles somos expertos en ladrones buenos. Tenemos nuestro bandolero, Luis Candelas, un pobre ladronzuelo con cara de pena, Lute, un analfabeto descarado, el Vaquilla y por supuesto, nuestro bizco favorito, cuyas vacaciones en Brasil, en cierta forma las disfrutamos todos, nuestro Dioni. Imagino que forma parte de nuestra idiosincrasia. Los americanos tienen a Harry el Sucio, nosotros a Curro Jiménez, cuestión de gustos.

Sin embargo, hoy he conocido a mi héroe chorizo particular, y además de Jaén... ni pollas!

Se trata de un caco a domicilio, quien en plena faena, descubre unas cintas de vídeo con las imágenes más canallas que alguien, incluso un maleante, se puede encontrar. Imagino su cara, cuando al llegar a su casa, con el preciado botín, enchufa una de las cintas y sorprendido, descubre cómo su víctima es un pederasta consumado. ¿Pederasta? Qué palabra más light para describir a un hijo de puta redomado...

El caso es que nuestro protagonista es un saqueador, pero humano, y su código deontológico no le permitía dejar a ese hombre impune. Así que ni corto ni perezoso, realiza una llamada anónima a la policía y les deja debajo de un coche un sobre con las malditas cintas y una nota escrita en la que decía "he tenido la desgracia de que han caído las cintas en mis manos y me veo en la obligación de presentarlas dejando que ustedes hagan su trabajo y puedan meter a ese... en la cárcel de por vida".

Aparte de su refinamiento con los puntos suspensivos y de no cometer una sóla falta de ortografía, su coraje y su valentía para denunciar a ese impresentable lo hacen digno merecedor de todo mi adulación, admiración e idolatría. Lo siento, queridos López Vázquez, Fernán Gómez, Aleixandre y resto de cacos oficinistas. Perdóname incluso tú, querido Jesús Gil, pero este ratero pasa a mi altar particular.

Y ahora, con suerte, la policía consigue armarse de pruebas, el juez logra condenar a este malnacido y ningún tribunal europeo permite que vuelva a ver la luz del día. Por lo demás, ojalá sus vícitmas puedan volver a cerrar los ojos una noche y no sentir un escalofrío al recordar su cara.

Y si algún día, mi ladrón favorito lee esto, le invito a que me meta la mano en el bolsillo sigilosamente y prometo mirar para otro lado mientras me roba la cartera... 

sábado, 14 de diciembre de 2013

Es la actitud, estúpido cáncer

Hoy pienso que ella tenía tantaytantos años, aunque aparentaba alguno menos.

Con tanto temperamento como simpatía, esas eran sus dos grandes virtudes y sus dos peores defectos, cosas de la gente con estrella. Y claro, como no podía ser de otra manera, en seguida conectamos. Imagino que será mi sexto sentido para arrimarme a ese tipo de personas que mucha gente no soporta y otros temen, pero que, sin embargo, están tocados con un halo de gloria y cuyo mérito reside en que nadie le regala, porque todo lo que consiguen lo hacen a base de esfuerzo y trabajo.

Un día me llamó por teléfono, y así, con su basta franqueza, esa que tan poco gustaba a muchos, pero que la hacía transparéntemente sincera y limpia, me lo soltó a bocajarro.

- Buenas, llamo para pedirte disculpas. -Me dijo.-Voy a tener que dejarte tirado en la reunión de mañana. Lo siento de veras, pero no podré asistir y tendrás que ir sólo".

Llevábamos más de dos meses preparando aquel evento, un acto al que irían más de 30 invitados de varios países europeos, y que habíamos estado coordinando ambos, cada uno desde su área.

- ¿Y eso? ¿Te ha surgido un plan más interesante? ¿Me dejas por otro?. -Le contesté con cierta sorna.

- No, es que el otro día me noté un bulto en el pecho, me he hecho unas pruebas y tiene mala pinta. Esta semana me dan los resultados y la verdad, no estoy para charlas y sonrisitas.

Me dejó helado, con la boca abierta y sin una palabra acertada que decir. Si hay algo para lo que no sirvo es para este tipo de situaciones. Le dije que no pasaría nada, que seguro que al final no era nada y todo quedaba en un susto. Pero ella con su dureza innata, me dijo la cosa pintaba mal pero que estuviese tranquilo, que no pasaba nada, que ya estaba preparada para lo peor, aunque es cierto que estaba algo asustada y que ir a un evento de ese tipo no era lo más adecuado.

Ahí la tenéis, afrontando un posible tumor maligno, y era ella la que estaba disculpándose y tratando de tranquilizarme, hay que joderse, pensé.

Recuerdo que al colgar el teléfono, me quedé un rato callado, sin hacer nada, sentado en mi despacho, sorprendido, pero al mismo tiempo admirado. Esta mujer era increíble, en un momento así, fue capaz de reconocer su miedo, sincera y serenamente, mientras me hablaba de manera pausada y sensata,  mostrando sensibilidad, sin querer dar pena,  pero sin tratar de esconder sus sentimientos.

Los peores augurios se hicieron realidad, le detectaron un cáncer de mama. Lo demás, como en todos estos casos, vino rodado, pruebas, más pruebas y calendario para operación, quimio...

Durante todo ese tiempo, mi destino cambiaba y dejaba Madrid, así que un par de semanas antes la llamé para decirle que volvía a mi tierra, Jaén. Le dije que quería despedirme de ella, tomarme una cerveza y reírnos del mundo y algunos de sus habitantes con nombre y apellidos, como solíamos hacer cuando nos juntábamos.

Como era habitual, me contó sus experiencias, sus encuentros y desencuentros con los médicos y sus distintas reacciones ante el dichoso veneno que tanto daño le hacía pero que paradójicamente le salvaría la vida.

Nos juntamos un día, el día que ella quiso, el día que ella sacó fuerzas. -Iré con peluca, espero que no te asustes. - Me dijo, así, con su escasa sutileza.

- No lo digo por decir, estás más guapa y radiante que nunca. Algo más delgada, vale, pero tu piel está como más suave, más brillante.

- Bueno, eso es porque al dejar el alcohol y comer tan sano, estoy descubriendo sus beneficios. Es cierto, mi cuerpo se siente bien, y eso se nota.

Así es ella, siempre sacando el lado positivo de las cosas. Y así estuvimos toda la noche, un rato corto, porque estaba agotada, pero intenso. Nos reímos de su cambio de look, pasando de un pelo largo rizado a un pelo también largo, pero liso que además no le quedaba nada mal.

-Mi madre, a la que no le he dicho nada de mi historia, me regañó por lo del pelo. ¿Pero qué te has hecho, niña? Me dijo. No se dio cuenta de que era un peluca.

- Es que yo, por mucho que miro y remiro, no termino de creerme que es un peluca. Te queda fantástica, en serio.- Le dije, y lo sentía de veras.

Ahora en la distancia, seguimos wassupeando, está a punto de ver el final del túnel y todo va según lo previsto. No podía ser de otra manera. Es la actitud, estúpido cáncer, diría Bill Clinton. Mi amiga lo tiene todo, fuerza, carácter y una gran capacidad de sufrimiento. Esta vez, desgraciado cáncer, te equivocaste de víctima.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Difama que algo queda

Hoy pienso que cuentan que la Revolución Francesa no se fraguó en los despachos de Danton, Robespierre o Marat, tampoco triunfó gracias a los libros y las ideas de Descartes, Voltaire o Montesquieu y ni tan siquiera la cruel limpieza social llevada a cabo por los Sans-Culotte fue decisiva En realidad, el punto culminante tuvo lugar algunos años antes cuando un grupo de escritores inundó el mercado con obras que pretendían exponer el perverso comportamiento de los nobles, aristócratas y demás grandes de aquella Francia todavía monárquica. Estas historias, basadas en rumores y a veces en la simple imaginación del autor, "revelaban" secretos de los reyes y sus amantes, actividades lascivas y extravagantes de una reina impopular cuyo mayor pecado fue nacer en el extranjero, asuntillos de los aristócratas y de hombres de mundo convertidos en grandes relatos llenos de morbo y sedición. Había nacido la difamación como arma de manipulación.

El otro día, leí en el periódico una noticia relacionada con el Mercadona que me trajo a la mente aquel origen de la difamación.

Hace ya casi 12 años que descubrí este supermercado. Recién mudado a Santa Pola, pueblo de playa veraniego, poblado y con mucho movimiento, sin embargo en invierno tornaba a una cara mucho más desolada. Un Dia, varias tiendas de ultramarinos y un supermercado desconocido con letras verdes, desconocido para mí, era toda la oferta para hacerme con las viandas diarias.

Fue un amor a primera vista. Sus dependientes, profesionales, simpáticos y diligentes, sus estanterías tan limpias, precios competitivos y una marca blanca, propia, de verdadera calidad, que además no escondía el verdadero origen del producto.

Han pasado los años y aquel supermercado, al igual que su dueño y creador, se han hecho muy conocidos y populares. ¿quién no tiene hoy un mercadona al lado de casa? ¿quién no ha probado algún producto Hacendado?. 

El caso es que Don Juan Roig, desde hace tiempo ha venido innovando para conseguir ese éxito del que su cadena de supermercados disfruta hoy día. Esa innovación, como todas, no ha sido fácil. Ha supuesto, por ejemplo, enfrentamientos con grandes marcas, para que bajaran sus precios y poder seguir siendo un supermercado competitivo, además de una gran inversión inmobiliaria. Pero ahí está, una empresa española que hoy compite con grandes multinacionales internacionales.

No obstante, me he debido perder algo por el camino, ya que durante todos estos años, también he asistido a campañas de difamación contra su política de hacer negocios, denunciando, por ejemplo, que los trabajadores eran explotados mediante contratos basura y exigencias infrahumanas... No puedo decir nada al respecto, aunque un día, hablando con un trabajador de allí me decía que era todo lo contrario, que las mujeres gozan de grandes privilegios en caso de quedarse embarazadas, que los sueldos son muy razonables y que en general, no tenía queja. 

Sin embargo, hace unos meses, también leí una noticia en varios diarios, además de llegarme a través del whatsApp y por algunas redes sociales. Se trataba de la compra de aceite que Mercadona hacía para luego venderlo como marca blanca. Como digo, fue una noticia que incluso se publicó en diarios digitales como Alerta Digital, criticando que compraban aceite africano y que lo envasaban en Portugal.

Hoy leo con satisfacción e inmensa alegría que la propia envasadora que le vende el aceite a Mercadona anuncia que este año le ha vendido 90 millones de kilos de aceite virgen extra. Aceite de Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Cataluña y Madrid. Esta vez no es un bulo, nada de mentiras ni rumores, una información seria, la verdad. Sin envasadoras en Portugal o aceite africano.

Es curioso que incluso hay una página web que se denomina boicotmercadona. Quizás me falta información, quizás soy un ignorante, pero hasta donde llega mi percepción de mero consumidor, Mercadona se ha hecho algo más que un hueco en el difícil sector de la alimentación a base de trabajo, innovación y calidad.

Lástima que siempre haya otros intereses que traten de aniquilar lo que en el fondo, es bueno para todos... o para casi todos, claro... 

jueves, 21 de noviembre de 2013

Las razones haberlas haylas

Hoy pienso que dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos. Yo no lo creo, más bien considero que el sentido común simplemente está condicionado por el propio interés. Por eso cuando dicen que hay razones que la razón no entiende, yo siempre respondo "claro que sí, claro que la entiende"

Nunca he entendido, por ejemplo, la razón del reciclaje del vidrio. Recuerdo, siendo un adolescente, cuando el botellón consistía en un litro de cerveza a compartir "a morro" entre 5 amigos. Comprábamos el susodicho a 100 pesetas, de las cuales nos reintegraban 20 si posteriormente devolvíamos el envase vacío. Os puedo asegurar que teníamos mucho cuidado en no romper un envase o dejarlo "olvidado" en el banco del parque...

Era así de simple, el litro pasaba del fabricante al tendero y de éste a nosotros y una vez consumido (bebido, en este caso) se revertía el proceso. Después el fabricante sólo tenía que lavarlo y reutilizarlo. 

Hoy, el proceso se ha complicado, ahora nos cobran un euro y pico (en pesetas unas 200, echen cuentas), y no te reintegran nada, pero eso sí, eres tú el obligado moral, y ya en algunos casos el obligado legal, el que tiene que devolverlo a un contenedor de reciclaje.

Ese contenedor pertenece a una empresa, que se encarga de reconvertir todo el vidrio y reciclarlo, de forma que se puedan construir nuevas botellas a partir de un material reutilizado.

Todo muy verde, muy ecológico nos dicen, pero al final, hemos llegado a un proceso mucho más complicado que, además supone un mayor gasto de material y un coste infinitamente superior... Que, por supuesto acaba repercutiendo en el consumidor. ¿Sentido común? Para alguien lo tiene, traducido en euros, claro.

Por cierto, ahora los parques, o botellódromo como se llaman ahora, no acaban precisamente limpios.... Aunque ZP podría decirme que eso es creación de empleo, el de los limpiadores municipales, puro plan E gracias a la divina adolescencia.

Hace tan sólo unos días, el Gobierno ha prohibido que en los bares se rellenen las aceiteras. Para alguien de Jaén, donde las tostadas con aceite son dieta obligada, tengo que decir que lo veo con poco sentido común... Lo digo como consumidor, claro. Quiero decir que hasta ahora, cuando yo iba a un bar, pedía una tostada y yo me echaba el aceite en la cantidad que quería ("free refill" que dirían los americanos). En caso de que el aceite no me gustase o notase que era de baja calidad, lo tenía fácil, no volvía a ese garito. 

Ahora, por ley, todos tendrán que disponer de esos pequeños envases de aceite, que son como capsulitas, lo que conlleva que si el usuario quiere sólo un poco de aceite, el resto lo desechará, yendo directamente a la basura, aunque él lo seguirá pagando, claro.

Esto también supondrá un gasto nuevo, el del propio envase de plástico, que también pagará el usuario, por supuesto. Esto tiene mucho sentido común, sobre todo para el fabricante de envases... Quizás soy demasiado suspicaz, imagino que el Estado mira por mi salud, sabedor de que yo no me valgo ni tengo criterio para cuidar de mí mismo... De todas maneras, a estas alturas, me conformo con que no me obliguen a llevar, tras el desayuno, los envases a uno de los contenedores...

Hoy leo que el PSOE votará en contra de la propuesta de UPyD para que los etarras excarcelados gracias a la doctrina Parot no cobren el subsidio de desempleo. Propuesta fundamentada en dos razones, primero por las deudas impagadas que estos asesinos tienen con sus víctimas y también por su falta de arrepentimiento, lo cual hace incongruente el argumento del PSOE de que esta prohibición  conculca el derecho a la reinserción.  ¿Razones? Ojalá algún día me encuentre a Rubalcaba tomando un café y me las explique...a la cápsula de aceite invito yo, faltaría más.

Paso de página y veo que el Gobierno norteamericano niega que Obama vaya a pedir perdón por la invasión a Afganistán, señalando que la mayoría de sus ciudadanos están en contra de dichas disculpas e imagino nuestro sentido común español... A estas alturas, en España el Presidente tendría que haber suplicado, rogado y haberse fustigado públicamente ante el mandatario afgano para merecer su perdón, ante nuestra cara orgullosa y complacida por la muestra de bondad infinita española... y es que esto del sentido común es algo tan complicado... Como las razones que uno no entiende, pero que haberlas siempre haylas, como las brujas.

lunes, 11 de noviembre de 2013

El piano como arma blanca

Hoy pienso que criticamos a la Señora Justicia. Le reprochamos su parsimonia, hasta que entendemos que justo cuando debe quedarse en la cama perezosa es cuando actúa rauda y veloz consiguiendo una sonrisa que nos repugna a la mayoría. 

A veces la criticamos por adúltera, imaginando que nos engaña con el vecino guapo y rico, ese que haga lo que haga siempre estará bien, recordando lo que nos cuesta sacarle un piropo para nosotros...

En fin, esta mujer de ojos vendados tiene la culpa de todo... Sin embargo, a veces llegan a sus oídos (hasta hoy sigue ciega, esperemos que siga así por mucho tiempo) casos como el de Puigcerdá, donde una vecina ha demandado a su aledaña por tocar el piano. Y es entonces, sólo entonces cuando imagino a nuestra dama diciendo: "Esta es la clase de justicia que deseáis, pero yo me pregunto, cual es la que vosotros os merecéis?"

Y me viene a la mente esos asesinos que salen incólumes, de su Spá presidiario, enseñando dientes en nombre de Parot, y sí, la Pantoja llevaba razón, ¡claro que me jode!. Y mi cabeza sigue poniendo caras, esos personajes que se siguen pitorreando del dolor de unos padres que suplican por poder dar descanso a los restos de su pequeña...

Sí señores, en este país podemos gritar goles sin rubor hasta quedarnos roncos. Tenemos licencia para sacar pecho en el ascensor ante el vecino de tabique, por haber conseguido la noche anterior que nuestra compañera de lecho cántase ópera con una sóla nota al ritmo de los muelles del catre. Y también, por supuesto, es legítimo poner Salsa Rosa a un volumen elevado, porque sería imperdonable perderse los detalles del embarazo de Chabelita.

Sin embargo, no toques el piano, porque si no es pecado, sí puede ser considerado delito. Al menos eso es lo que opina la fiscalía y la acusación particular, que solicitan siete años y medio de cárcel para una, entonces, estudiante de piano (hoy ya profesional) que practicaba 8 horas al día.

Es lo que tiene la incultura, con unos mínimos conocimientos musicales, podrían haberle acusado con agravantes: la irreverencia de las composiciones de Liszt o la energía de Beethoven bien valen 3 años más de cárcel... 

No es sólo que fuese molesto, es que la pobre vecina ha afirmado que esos horribles ruidos le han causado una "lesión psíquica consistente en un trastorno adaptativo con síntomas de ansiedad reactivo al estrés ambiental de tipo auditivo”, lo que hizo que tuviera síntomas como alteración del sueño, nerviosismo, ansiedad, episodios de pánico e incluso problemas de gestación en los últimos meses del embarazo de su hijo.

Yo lo entiendo, si te toca vivir escuchando un golpeo de balón continuo noche y día de un niño, no es para tanto, ¡imagina que llega a ser un Cristiano Ronaldo! ¡Quién soy yo para frustrar semejante carrera! ¿Pero música clásica, estás de broma?

Hoy aquella niña que se sentó delante de un piano por primera vez con 6 años, tiene 28, es concertista profesional y cursa un máster en Italia... ¡Vergüenza debería darle! Menos mal que siempre queda gente de bien, que no sólo piden 7 años y medio de cárcel por su despiadado crimen sino que solicitan su inhabilitación para ejercer cualquier profesión que tenga que ver con el piano como instrumento musical durante cuatro años. "Vade retro, Satanás, ¡ya cuidamos nosotros de tú descarriada alma!"

Bueno, y ya puestos a pedir, aunque de forma desinteresada, también piden una pequeña indemnización de 9.900 €... Así, además de dejarla sin negras y corcheas, la dejamos también sin blanca...

Y es que una vecina que grita con la ventana abierta "Andreíta, comete el pollo" puede llegar a Princesa del pueblo, pero alguien que interpreta a Chopin bien merece ser la lapidada... "¡Que le corten la cabeza!" Diría la Reina de corazones de Carroll.

Yo, por sí acaso, ya le he escondido a mi hijo la flauta, no vaya a ser que le dé por querer aprobar música en el colegio, no vaya a volver a casa con una nota escarlata colgada al cuello...

miércoles, 6 de noviembre de 2013

La educación como instrumento Matrix

Hoy pienso que recuerdo cuando, siendo aún un renacuajo, nos cambiaron la forma de evaluar nuestras notas. Pasamos de los diáfanos sobresalientes e insuficientes a los eclécticos Progresa Adecuadamente (P.A) y Necesita Mejorar (N.M.). 

Este método de evaluación nos supuso un gran respiro a los más pícaros, ya que siempre podíamos decir en casa que un Necesita Mejorar no significaba necesariamente un suspenso, era simplemente un toque de atención para mejorar nuestra motivación, y en cambio, vendíamos un Progresa Adecuadamente como un gran triunfo y una recompensa a todo nuestro esfuerzo, mientras mis padres, perdidos entre tanto acrónimo, dudaban entre un castigo ejemplar o comprarme, por fin, aquella ansiada bicicleta. 

Y así llegamos hasta hoy, con una historia legislativa llena de experimentos, entre LOGSES, LOES y LOMCES que siguen desembocando en el mismo fango, un informe PISA que nos deja de farolillo rojo a nivel internacional y sin levantar cabeza año tras año. 

Hoy leo que la Junta de Andalucía acaba de aprobar el Decreto de Evaluación del Sistema Educativo que prohíbe expresamente los métodos de evaluación y calificación de los Centros Educativos, lo que, dicho en romano paladín, significa que la Junta prohíbe evaluar los centros y así se abstiene de tener que dar a conocer cuáles son los que funcionan mejor o peor y cuál es su nivel . 

Según el Consejero de Presidencia, un método de evaluación podría tener “consecuencias segregadoras” y así, para garantizar la equidad y evitar “un elemento diferenciador claro, Andalucía apuesta por un carácter exclusivamente formativo orientado a la equidad”. 

Lo primero que pensé al leerlo es que este Consejero y su cohorte de orientadores, nunca habían leído a Séneca, quien afirmaba que “ningún viento es favorable para el barco que no sabe donde va”. Porque si no podemos medir ni evaluar, ¿cómo saber qué hay que mejorar? ¿qué objetivos podremos establecer si no sabemos de dónde partimos? 

De pronto cerré los ojos y me imaginé al Señor consejero, sentado junto a su equipo, rodeado de un montón de folios adornados con miles de cifras datos. Su cara de preocupación y sus mangas remangadas hacían patente la tensión del ambiente. 

- “Estos datos no son nada positivos. ¡Muchos de nuestros Centros están hechos un asco! Gritaba el Consejero. 

- “Podemos invertir en nuevos proyectos educativos”. Se atrevió a sugerir un joven imberbe sentado a su izquierda. 

- "O impulsar un nuevo programa formativo para profesores, ellos son los primeros interesados desde hace mucho tiempo”. Afirmó una chica algo más mayor desde el otro lado de la mesa. 

-  “Tenemos un proyecto a medio plazo que podría dar sus frutos en 5 años, mejorando la calidad de la enseñanza en un porcentaje muy ostensible”. Volvió a insistir el joven de la izquierda. 

- “¿5 años? A saber dónde estaré yo dentro de 5 años. Yo quiero algo ya, ¡necesito salvar mi culo hoy! Y con la que está cayendo y la reducción de presupuesto, no penséis en un solo Euro, ya sabéis, las 3 Bes, bueno, bonito y barato.” Afirmó algo más calmado el Consejero. 

- "¿Habéis visto Matrix?" Espetó de pronto el hombre calvo de su derecha, quien ostensiblemente más mayor que el resto, había permanecido callado hasta entonces, continuando tras una breve pausa.

 “La conclusión que yo saco de esto es la siguiente, si yo desconozco las características de uno y otro colegio, no podré tener ningún criterio objetivo para poder criticar. Ya sabéis, como le dice el Sr. Reagan al malvado Smith en la genial Matrix”, “¿Sabes? La ignorancia es la felicidad”. Así que no nos compliquemos la vida, no se la compliquemos a los padres, no les demos datos y calificaciones, no vaya a ser que empiecen a pensar por ellos mismos, que decidan qué es lo mejor para sus hijos… y lo que es peor, que empiecen a exigirnos una cierta calidad en la enseñanza. No les demos armas que puedan utilizar para sonrojarnos. ¿Datos objetivos? ¿Evaluaciones? ¡Eso sería nuestro suicidio! 

- "Sí, bien, ¿y cómo vendo eso?" Refunfuñó el Consejero.

- "Eso lo sabemos hacer muy bien... para justificar nuestra decisión, nada mejor que hablar de igualdad, eso siempre nos ha servido, por algo somos progresistas. Hace tiempo que nos adueñamos de aquellas palabras que un franchute pronunció un día de euforia sangrienta: "libertad, igualdad y fraternidad". Así que escribe lo que quieras, que ya me encargo yo de no dejar que Matrix se derrumbe…"

De pronto abrí los ojos y me pregunté a mi mismo: ¿lo he soñado?

lunes, 30 de septiembre de 2013

El derecho fundamental a decidir

Hoy pienso que si Dan Draper, el protagonista de Mad Men, se diese una vuelta por la Catalunya nacionalista, se sentiría abrumado por todo el ingenio que por allí abunda. No es ya el victimismo llorón de sus líderes ni son esos remiendos en los libros de historia a gusto de su consumición, es mucho más, es una forma de vida en el que la propaganda es su sustento y en la que Goebbels lloraría de orgullo y emoción.

El otro día me decía un compañero de trabajo vasco, bastante sensato la mayoría de los ratos, que él no era nacionalista, por supuesto que no, que incluso las pasadas elecciones votó al PP (sigo dándole vueltas a la relación entre una cosa y otra) pero que también entendía a los catalanes y su sempiterna reivindicación, porque todos tenemos "derecho a elegir".

En aquel momento sólo acerté a reprocharle la palabra "catalanes"  que había utilizado, ya que eso  implica dar por hecho que el 100% de los catalanes eran independentistas, y eso es mucho suponer,"yo que tú les preguntaría uno por uno, al fin y al cabo es su derecho...", le dije mientras le daba un sorbo al café. Creo que no me entendió.

Lo cierto es que esa frase, como todas estas que hablan de libertad, paz y amor (y plus pal salón) suenan muy bien y venden mejor.

Yo, que como buen tauro, soy testarudo y me gusta darle las vueltas a las cosas. Tras aquel café me fui pensando en el dichoso "logo". Inspiras, miras al infinito y tratas de sacar el mejor Constantino Romero  que llevas dentro, para exclamar, "Derecho a decidir". Es entonces cuando uno puede llegar a creerse George Washington (Juan Bravo quedaría demasiado cañí) y reescribir su propia Carta de Derechos Fundamentales.

Y es que esto del derecho a decidir suena simple, bonito y eficaz. Que cada uno decida, se vota y ya está y si sale que independencia, pues que se independicen, al fin y al cabo es su tierra y su casa.

Pongámonos por un momento en esa situación. Imaginemos que "Cataluña" se sale con la suya, y tienen su anhelada votación para independizarse... Eso sí, no para independizarse a cualquier precio, porque como bien sabéis, ellos ponen las condiciones, es decir, que su "derecho a decidir" incluye el qué y el cómo. Utilizando el ejemplo que un día usaba mi cuñado. Si un hijo cree llegada la hora de independizarse de sus padres (hoy día raro raro raro... Todo sea dicho) no sólo diría que se va, sino que sería él quien estableciese los derechos a los 5 tupper semanales de Mamá, lavandería fija y quizás hasta una paga mensual. El derecho a decidir a la carta es lo que tiene...

Pero volviendo a la hipótesis del referéndum... Imaginemos que gana el sí a la independencia en general, pero sin embargo, en Sardañola del Vallés, el 99% de sus habitantes han votado que quieren seguir siendo españoles. Su derecho a decidir también habría que tenerlo en cuenta, y por tanto ellos deberían quedarse en esta nuestra España, ¿no? Al final iba a quedar un mapa raro, pero todo sea por el derecho a decidir...

Ahora sigamos imaginando... ¿Y si mis amigos los Cartageneros vuelven a sus pretensiones ancestrales y deciden por ellos mismos hacerse Cantón? Su derecho a decidir les legitima...

Pero supongamos que en Palencia les da por pensar a la mayoría que los impuestos son muy altos, y que deciden por sufragio universal, directo y secreto eliminar el IRPF de sus vidas. Claro, podrían decir, es nuestro "derecho a decidir", en un país donde la democracia y la libertad debe ser lo más importante. Lo siento, Sr. Montoro, rehaga sus cuentas, que nosotros no pagamos más.

Quizás en Linares podrían decidir conducir por la izquierda, muy ingleses ellos. Y en Toro hacer su propia reforma de Pensiones, ahora que la cosa anda tan apretada.... Todo sea por garantizar el derecho fundamental a decidir...

Nos queda pues, ver en el próximo partido Barça - Real Madrid a Messi coger el balón con la mano, acercarse lentamente a la portería y meter un gol... Y si el árbitro pita mano y anula el gol, los culés, indignados podrían decirle a gritos, "justo antes del partido, hemos decidido en el vestuario, por mayoría absoluta, que Messi podía meter el gol con la mano... ¡Es nuestro a derecho a decidir!"

Sólo espero que no lean esto mi vecina del quinto, no vaya a ser que decida someter a votación en la próxima junta, que sea obligatorio tender la ropa en el balcón de la calle, como símbolo de identidad vecinal...


martes, 17 de septiembre de 2013

Gómez Noya no lleva gafas de pasta

Hoy pienso que el pasado fin de semana me dediqué en cuerpo y alma al mundo de los traslados y reformas, lo cual me supuso pasar todo el día con la radio de fondo para recordar que había vida más allá del martillo y la furgoneta.

Siendo fin de semana, en la radio predimina la mayor parte del tiempo el  deporte, sea cual sea el dial que sintonices. 

Perdón, ¿He dicho deportes? Pues no, fútbol, más bien fútbol.

Ayer leía en el periódico, en un pequeño cuadrito de la sección de DEPORTES, que Javier Gómez Noya se hacía con el título mundial de Triatlón gracias a la carrera que ganó el domingo en Londres, victoria pírrica en un sprin final ajustadísimo frente a su máximo rival, uno de los hermanos Brownlee, vamos, una de esas emocionantes carreras que te levantan del sillón y te hacen padecer tirones desde el salón de tu casa.

La carrera no fue televisada por ningún canal español, ni tan siquiera TVE, la pública, la de todos, la que vela por el interés general...

En la radio tampoco oí ninguna referencia a esta nueva proeza de este gran atleta. Eso sí, la radio que tenía sintonizada sí que hizo un alto en el camino para conectar con el Bernabéu y retransmitir en directo las palabras que Florentino le dedicaba a CR7 por la firma de su nuevo contrato con el club blanco. Esto sí que era actualidad.

Javier Gómez Noya es un atleta gallego que se inició joven en el triatlón y que pronto tuvo que empezar a luchar contra algo más que el tiempo y la distancia, cuando con 16 años, tan sólo un año después de comenzar a practicar este deporte, los médicos del Consejo Superior de Deportes le detectan una anomalía cardíaca y le retiran la licencia.

Javier decide seguir corriendo, busca segundas opiniones que le confirman que con cuidado y con los controles pertinentes puede seguir corriendo, así que a pesar de que no tiene licencia, corre todas las pruebas que, por el carácter privado e incluso por algún error administrativo, se le permite.

Finalmente y tras casi 4 años de luchas médicas, burocráticas y hasta políticas, consigue la ansiada licencia y desde entonces empieza a ganar a ganar y a ganar.

Con el de este año serán tres campeonatos del mundo, sumados a los tres campeonatos de Europa, la medalla de plata en las pasadas olimpiadas y cientos, sino miles, de carreras ganadas. 

Gana dinero, es cierto, pero también dicen los entendidos que podría irse a una especie de liga profesional de triatlón que existe en los EEUU y que le reportaría cuantiosos emolumentos económicos, pero que su interés por acudir a los Juegos Olímpicos de Brasil prima, y, sin embargo, por temas de preparación y calendario, ambos caminos parecen incompatibles. 

Y aquí estamos, un tipo sencillo pero carismático, un profesional, un gran atleta y un ejemplo de superación, haciendo historia en un deporte minoritario. Y mientras, yo escuchando en la radio a un locutor comentar que Cristiano está muy favorecido con unas gafas de pasta y que será el futbolista mejor pagado del mundo...

El año que viene, cuando gane la medalla de oro en Brasil, porque la ganará, todos querrán hacerse fotos con Javier, y puede que entonces, no quede sólo como finalista del Príncipe de Asturias, puede que entonces se lo den... Pero seguro que, aún así, Javier no se pondrá las  gafas de pasta...

martes, 10 de septiembre de 2013

Igualdades malentendidas...


Hoy pienso que en temas del sexo (que no de género) me he dado cuenta de que soy un reaccionario.

Siempre me ha gustado entrar a un ascensor y oler el perfume de la chica que va a mi lado. De vez en cuando, al llegar al trabajo, le he dicho a alguna compañera lo bien que le sienta ese vestido que estrena.

Sí, lo reconozco, me he levantado en el autobús y he cedido mi sitio a alguna mujer en más de una ocasión… y sí, también tengo la maniática indecencia de dejarlas pasar primero cuando entro a algún sitio.

Me gusta regalar piropos inofensivos y galantes, y como buen cavernícola, me halaga que me digan que les abra esa botella que son incapaces de abrir. 

La indomable acémila que llevo dentro hace que no pueda evitar que me encante escuchar una risa de mujer,  un andar con tacones o admirar obnubilado la silueta que dibujan unas caderas femeninas dentro de unos Levi´s 501.

Me vuelven loco las piernas suaves y bronceadas en una noche de verano y no me puedo resistir a devolver una sonrisa cuando una chica me la regala de forma tierna y sincera.

Trabajo con mujeres, vivo con mujeres y me he criado con mujeres y nunca he dudado que la capacidad y la valía esté reñida con una falda. El problema es de aquel que lo confunde, para bien o para mal, no de la falda ni de quien la viste. 

Igualdad, igualdad, igualdad... claro que sí! Lo gritaría cada día sin dudar... pero en algún momento de tanto reiterar y repetir el término, alguien lo confundió y así, empezamos a reivindicar la mimetización de sexos, la clonación del ser humano, como si la solución fuese crear un solo ser, un híbrido que garantice que si por fuera nadie es diferente, todos nuestros problemas habrán acabado, y el que no piense así, es un machista redomado, un cabrón neandertal que se quedó atascado en el siglo pasado. Esta es la nueva igualdad, igualdad, igualdad. 

Y así, hoy veo en la portada del 20 minutos una chica reivindicando el vello femenino, luciendo unas piernas que ya quisiera Chewaka y unos sobacos más tupidos que la alfombra de Aladino.

No me parece mal, igual que respeto que Cristiano Ronaldo gaste más cera en depilación que la Cofradía del Cristo del Gran Poder en velas, respeto que cada chica vista como quiera y, por supuesto, se acicale como le venga en gana, pero hacerlo para reivindicar la igualdad entre hombres y mujeres… pues mira, eso me parece una estupidez como la copa de un pino, bueno, perdón, no quiero herir sensibilidades, como la copa de un pino... y una pina...

martes, 3 de septiembre de 2013

Mi primer relato: MI amigo Ignacio

Hoy pienso que hace unos días me animé a escribir mi primer relato corto. 

El reto era escribir sobre un tema que yo no elegía, sino que me era "impuesto", de forma que me probase a mí mismo si era capaz de sacar de mi interior, no sólo aquello que me apetece o que en ese momento siento y necesito expresar, sino si podía describir algo sobre lo que me pedían que hiciera. 

Aquí está la respuesta al tema: "La pobreza y la exclusión social". El relato, no sé si mejor o peor que otros muchos participantes, pero al menos, logré expresar algo que también llevaba dentro y que quizás ni sabía que tenía.

Muchos amigos míos han intentado votar por mi relato, espero que porque les gustase, sin embargo parece harto complicado. Primero hay que registrarse, después validar dicho registro y finalmente votar no sólo mi relato, sino que hay que votar cinco de forma obligatoria, aunque con la puntuación que uno estime oportuna. Y a esto añadirle el hecho de que la página va algo lenta... 

El fin de mi relato, es como siempre que escribo, entretener y dar pie a la reflexión, e incluso iniciar un debate. Por lo demás, no os preocupéis, con eso el objetivo está cumplido, aunque tengo que reconocer que el hecho de ver publicado el relato siempre es bien recibido por mi vanidoso ego, para qué negarlo, así que si podéis, queréis, tenéis tiempo, y sobre todo, creéis que el relato merece la pena, votad, y en caso contrario, espero que al menos disfrutéis con él.

Aquí os dejo el enlace para que leáis el relato. Espero que os guste:

http://www.clubdeescritura.com/convocatoria/ver/relatospobreza/1353

viernes, 23 de agosto de 2013

Lo importante es gritar

Hoy pienso que por los hospitales pasa todo tipo de personas, y a veces algún animal, ya sean  asesinos, violadores, pederastas o maltratadores... Y sin embargo nunca he visto una manifestación en la puerta del centro sanitario respectivo, por parte de su propio personal, solicitando, e incluso exigiendo, que se lleven de allí a esa persona indeseable para ellos.

Un profesional es un profesional, y si un etarra, con 3 asesinatos a sangre fría sus espaldas y uno de los secuestros más crueles de la historia reciente de nuestra España, tiene cáncer, allí que recibe su tratamiento y entra y sale sin problemas, y seguramente las enfermeras y médicos, tengan un trato con él exquisito. "Es un ser humano, y nosotros profesionales, nuestro fin es curar" se dirán unos a otros mientras se jactan, orgullosos, de la milagrosa supervivencia de un hombre que supuestamente debería haber muerto hace ya unos cuantos meses.

Un maltratador, de esos cobardes que primero matan a su mujer y luego tratan de quitarse la vida, pero fallan, no sé si porque en el último momento esa cobardía les delata y yerran el tiro o porque son inútiles hasta el final. Y allí aparece la ambulancia, lo recoge y consigue que ese hilo de vida que no se merece, no se agote. Ingresa en el hospital y la gran labor de todos esos profesionales sanitarios consiguen que sobreviva.

Silencio... No hay debates, nada de protestas ni indignaciones. Es su trabajo y todos, desde el celador  hasta el panadero de la esquina estamos de acuerdo en que lo primero es la vida del ser humano y que un médico no tiene que entrar a juzgar si el que está en la camilla se llama Pedro o Camilo, su función es otra, salvar su vida.

Sin embargo, algo cambió ayer. Cristina Cifuentes, Delegada del Gobierno de Madrid, sufrió un accidente de moto. Con unas cuantos huesos hechos papilla y algún trauma que otro es trasladada al Hospital de La Paz madrileño, su vida no corre peligro pero su estado es grave.

Y allí, ingresada, llena de tubos, acompañada por su familia, con el nudo en la garganta de la incertidumbre y el dolor, un centenar de profesionales del hospital se concentran en la puerta para manifestarse y exigir que la trasladen a otro centro. 

¿Su pecado? No lo tengo muy claro, según ellos,, que al ser del PP madrileño está a favor de la privatización de la sanidad (bonito eslogan que daría para horas de debate, por cierto). Sin embargo, en este caso, parecen olvidar que ella paga impuestos, como todo ciudadano de bien y por tanto tiene los mismos derechos que cualquier otro, de recibir allí el tratamiento médico necesario.

Quizás los motivos sean otros, más escondidos, puede que su delito sea dedicarse a la política. Últimamente no está muy bien vista esta profesión... Demasiados sobres a la vista o a lo mejor es que  deberia dejar de ser eso, una profesión (puede incluso que nunca debió serlo). Sin embargo, en este caso, me sigue llamando la atención que lo que no logra un etarra condenado y confeso o un violador reiterado lo logre una política cuyo nombre ni siquiera ha aparecido en ninguna trama (cosa, por otro lado, que hasta casi tiene mérito).

Quizás nos tengamos que escorar algo más y pensar si, otro político, de cualquier otro partido, que hubiese sufrido ese mismo accidente, hubiese recibido la misma espontánea bienvenida (¿he dicho espontánea?).

Está claro que esta nuestra España no cambia, "¡a Barrabás a Barrabás!" Nos encanta gritar con la vena hinchada cuando nos azuzan, sin saber siquiera si se escribe con B o con V, ¿qué más da?  Ya lo dijo Unamuno: "los hombres gritan para no oírse", por eso, porque lo importante es gritar...

viernes, 16 de agosto de 2013

Sin palabras que los definan

 Hoy pienso que no soy yo de los que me guste la hipocresía post mortem, ya sabéis, hablar bien de alguien que acaba de fallecer, de forma gratuita y poco sincera. 

 Sin embargo, también creo que el respeto por esa persona y sobre todo por aquellas otras que lamentan su pérdida es fundamental, por tanto, podría decir que sí creo en el respeto post mortem.

 Es cierto que hay gente controvertida, polémica, o simplemente que por su forma de trabajar, sentir o incluso pensar se han regalado buenos amigos y estupendos enemigos, eso no es malo, ya lo dijo Ramón y Cajal, "si no tienes enemigos es que jamás amaste la justicia".

 Seguramente Rosalía Mera tenía adeptos por ambos lados, primero por su carácter fuerte e impulsivo y segundo porque era una triunfadora y ese pecado, en este mundo regado de envidia, ni una letra mayúscula escarlata sirve para redimirlo.

 Rosalía Mera era conocida como la ex de Amancio, el "uraño ricachón dueño de Zara", sin embargo ella tenía nombre propio, una mujer hecha a sí misma, que comenzó cosiendo en una pequeña tiendecita y que no dejó de trabajar ni un sólo día de su vida, a pesar de ver crecer su tiendecita hasta convertirse en el gran imperio que es hoy, a pesar de su divorcio con su compañero sentimental y profesional, a pesar de sobrepasar ya la edad legal de jubilación y a pesar de merecerse con creces ese descanso.

 Ayer murió, de forma repentina, por un derrame cerebral. Y allí, rápidamente, con su cuerpo todavía templado, acudieron las desagradables hienas, para con sus ruines risas hacer propaganda de sus escatológicos ideales, aunque fuese a costa de sandeces y de boñigas de demagogia.

 Ahí estaba Ce Ce O O, que diría Urdaci, para a través de Twitwer defecar la siguiente sentencia: "El hueco que deja Rosalía Mera en la lista FORBES ya ha sido ocupado por otro. Que también se morirá tarde o temprano".

 Al rato, como cobardes avestruces que son, retiraron el tweet y escondieron la cabeza, aunque se ve que alguien lleno de ingenio, quiso hacer un nuevo ejercicio de demagogia populista y evacuó el siguiente truño: "Hoy hemos ofrecido una rueda de prensa sobre siniestralidad laboral. También mueren trabajadores. DEP Rosalía".

 No los llamaré asnos, pobres animales, qué habrán hecho ellos, y me disculpo por el símil anterior de los avestruces, ya les gustaría tener sus huevos... No, no hay animal ni adjetivo que se me ocurra, seguramente porque ninguna palabra querría definirlos.

martes, 13 de agosto de 2013

Hace sólo 10 años

Hoy pienso que aquella tarde hacía mucho calor. Ronda preciosa, sí, pero calurosa. 

Fue idea suya, -No puedo más, necesito salir de aquí. –Protestaba hacía unos días. 

Así que cogimos el coche y nos plantamos en Ronda. Algo normal, si no fuera por esa pequeña  barriguita que apenas delataba los 8 meses y medio de vida que llevaba dentro. 

Un par de calambres y algo de cansancio de más fueron sus únicos síntomas extraordinarios en aquella tarde rondeña. Ella es tipa dura, siempre lo ha sido. 

Una cenita suave, un par de cervezas y a dormir. 

-Agus, despierta, ¿qué es esto?. –Fue lo primero que escuché antes siquiera de abrir los ojos. La cama empapada sólo podía significar una cosa, habíamos roto aguas. 

Mientras yo daba vueltas por la habitación buscando mi ropa, ella, muy calmada, me decía, -Baja a recepción, paga y pregunta cómo llegar al hospital, yo mientras me voy vistiendo. 

Abajo, un chaval todavía dormido no daba crédito a lo que le estaba contando. Nervioso como si él fuese el padre, decía que no nos preocupásemos, que él nos llevaba. –Tranquilo, tú no puedes dejar la recepción. Sólo dime cómo llegar al hospital. Le calmaba yo. Y así mientras se deshacía en explicaciones, apareció ella, con total parsimonia, perfectamente arreglada y con la maleta en la mano. -¿Nos vamos ya? 

Ya había amanecido, pero la ciudad aún dormía, así que, sin tráfico, logramos llegar al hospital en apenas unos minutos. Tras algún pequeño contratiempo con las enfermeras y sus cambios de turno, allí estábamos, en la camilla, ella embadurnada de cables y yo borracho de nervios. 

-A ver, has roto aguas, pero aún no estás de parto. Parece que va a ser un día muy largo porque ni siquiera tienes contracciones,  por lo tanto sólo queda esperar y si al final de la tarde no has dilatado, tendremos que provocarlo. –Nos tranquilizó amablemente el ginecólogo. 

Tras mucho pensarlo, decidimos que era mejor irnos a Jaén, allí sería todo mucho más fácil y como al fin y al cabo aún no estaba de parto, llegaríamos con tiempo de sobra. Y así, bajo nuestra propia responsabilidad, ya que el médico era algo reticente a ese viaje y así nos lo reiteró, nos montamos en nuestro Seat León y nos pusimos en marcha. 

Fue un viaje curioso, con tantas prisas yo ni siquiera había ido al baño esa mañana, y las cervezas de la cena empezaban a pedir paso, pero no era cuestión de perder un minuto y si ella aguantaba, qué menos que lo hiciese yo también, era algo así como un gesto solidario. Entretanto, la futura madre, callada y resoplando. 

-¿Cómo vas? Le preguntaba de vez en cuando, obteniendo siempre un escueto “bien” por respuesta. Sin embargo, una de las veces, la contestación fue algo más larga… -Bien, pero creo que tengo contracciones. 

"Contracciones”, la palabra mágica. Un sudor frío empezó a recorrerme la frente, puse los cinco sentidos en la carretera y sin miedo a las multas, empecé a sacarle partido a nuestro recién comprado Leoncillo… ni Carlos Sainz podría haberme ganado en ese momento por aquellas carreteras convencionales. 

Finalmente, llegamos al hospital de Jaén y allí la dejé en la misma puerta, donde mi padre la esperaba, y me fui a aparcar el coche. Resoplando, sudoroso y muerto de miedo, llegué al paritorio y en poco menos de una hora, apareció él. Moreno y peloncho, callado y tranquilo, pensativo, y así nos dijo hola.

-Si os descuidáis nace en la autovía… mira que si os sale granaíno… Decía alguien por allí con cierta sorna. 

Es tipa dura, ya os dije, así que ella solita lo hizo todo, y lo hizo bien, sin epidurales ni anestesias, a pelo, apretando y sin un solo grito, no se vaya asustar, debió pensar en mitad del trance. 

Y llegó, impaciente, como sigue siendo, algo aturdido al principio, pero pronto se calmó cuando notó la piel templada de su madre y sintió sus latidos, esa música que llevaba escuchando tanto tiempo. Él no lloraba, sólo la miraba muy fijamente, como consciente de que estaba en unos brazos que siempre le protegerían. 

-¿Quieres cogerlo? –Me preguntó. 

-Espera, disfrutad ambos el uno del otro. Ya habrá tiempo para conocernos. -Le dije, sin querer entrometerme en aquella escena. 

Durante el embarazo, no teníamos claro qué nombre le pondríamos y tampoco quisimos saber su sexo, así que llegamos al acuerdo de que si era niña, elegía la madre y si era niño, elegía el padre. Fue entonces, cuando me miró… y me atrapó. Juan Carlos, tienes cara de Juan Carlos. 

Hoy Juan Carlos es JC, y aunque aún es un niño, empieza a tener cosas de hombrecito. Cuando me da la mano por la calle me sabe extraño sentir esa manaza que ya es casi tan grande como la mía, y el 38 que calza empieza a darme miedo. Sin embargo, cuando duerme, todavía se le hinchan sus mofletes y yo me descubro reviviendo aquella escena del paritorio, él en brazos de su madre, tranquilo, mientras posaba su mirada en mí, como saludando…Pudo ser ayer, pero en realidad fue hace ya 10 años.

martes, 6 de agosto de 2013

Desvelos de desesperanza en un tren (fin del viaje)

Hoy pienso que mi viaje continuó sin más sobresaltos que los propios de un tren con más paradas que una diligencia del salvaje oeste. 

Y llegamos a Valdepeñas, una chica de unos 30 años entra en el vagón y se sienta a mi lado. Es guapa, bien vestida, informal pero elegante y con un maletín de trabajo que le da cierto aire interesante. 

El tren continúa su camino y aparece el revisor, "buenos días, billete por favor", le dice. 

- "Verá usted, he llegado justa de tiempo y no he podido sacarlo". 

-  "No pasa nada, me lo abona aquí y ya está". 

- "Estupendo, ¿Puedo pagar con tarjeta?". 

- "¿Con tarjeta? No, yo no llevo máquina para tarjetas, soy un revisor, sólo puedo cobrarle el billete en metálico". Le dice el revisor algo contrariado. 

- "Uy, pues a ver cómo lo hacemos, porque no llevo dinero... pero es que tengo que ir a Madrid por un asunto de trabajo muy importante". Le dice ella, tranquila y educadamente, mientras le regala al revisor una sonrisa de no haber roto nunca un plato. 

El revisor se queda pensativo, mirando a la chica de forma cariñosa y algo proteccionista. "Mire, podemos hacer una cosa, al llegar a Chamartín se baja, saca dinero del cajero, yo le espero en el andén y me lo paga". 

En ese momento me acuerdo de mi experiencia con otro revisor hace sólo dos semanas y pienso en los peligros de la generalización, en lo injusto que fui hablando mal de los revisores tan sólo por haber sufrido una mala experiencia con uno de ellos. 

En ese momento ella interrumpe mis pensamiento y espeta con gesto torcido. "Ya, pero es que yo me pensaba quedar en Atocha..." 

- "A ver, en Atocha el tren sólo para 5 minutos, no le da tiempo a sacar dinero y volver y yo tengo que seguir en el tren hasta Chamartín. Tendrá que continuar hasta Chamartín y ya le digo que yo no tengo inconveniente en esperarla allí, pero no puedo hacer más, de hecho es que no debería dejarle continuar el viaje porque el billete tiene que abonarlo en metálico antes o durante el trayecto". 

Con gesto de adolescente, entre inocente y picarón, mira mi acompañante de asiento al revisor y le dice "bueno, no pasa nada, me espero hasta Chamartín, gracias". 

- "Vengo cuando estemos llegando a Chamartín, hasta luego", zanja el revisor y sigue su camino hacia el siguiente vagón. 

Y así continúo mi viaje, maldiciendo mi post en el que criticaba la actuación de un revisor, fustigándome mentalmente por haber creído que todos los revisores eran iguales y admirando aquella situación que había presenciado. Dos personas que desde la educación, la honestidad y el sentido común habían logrado resolver un problema que desde una mente algo más obstusa podría haberse antojado imposible. 

Vamos llegando a Atocha, mi destino, y conforme el tren va aflojando la marcha, signo inconfudible de que estamos a punto de llegar, observo que la chica cierra el maletín que hacía un rato había abierto para leer la Telva y cuando estoy a punto de pedirle que me deje pasar para salir, veo, para mi desconcierto, que se levanta y se prepara para salir también. 

No me lo podía creer, mis ojos no daban crédito. La gente empieza a evacuar el tren y allí va ella, tan delgadita, con esa falda tan mona y esos andares pizperetos, abandonando apresuradamente, pero sin perder la gracia, aquel andén. Perplejo ante la situación vivida, ojoplático y paralizado en mitad de la estación, viendo difuminarse a lo lejos aquella silueta, sólo podía recordar a mi revisor de hace dos semanas. 

Hoy, el revisor que confió en esta chica ha aprendido una lección, y si la semana que viene me lo encuentro y tengo cualquier problema, su respuesta, más que justificada tras lo vivido hoy, será: "No me calientes la cabeza, el problema es tu problema y no el mío y no, no voy a dar más de lo que esté obligado a dar". Y yo lo miraré, todavía desesperanzadamente desvelado, le daré la mano y sólo acertaré a decirle: "gracias, es lo que nos merecemos".

lunes, 5 de agosto de 2013

Desvelos de desesperanza en un tren (1)

Hoy pienso que me desdigo de mi último post. Dicho de otra forma, tenemos los que nos merecemos.

Afinaré un poco y explicaré mi conclusión desesperanzadora. Esta mañana he tenido dos experiencias vitales, de las que quitan el sentido y te hacen ver que como diría Pérez Reverte "No somos buenos, aunque podríamos serlo"

Lunes, 6 de la mañana. Cojo mi querido tren. En el vagón del tren (o coche, como se les llama ahora) coincidimos tan sólo 4 personas. Yo, que procuro sentarme en una esquinita perdida, para no molestar y no ser molestado, una pareja de mediana edad y una adolescente, con piercing en la nariz y cascos de música amarillos del tamaño de dos guijarros del neolítico. Comienza el tren a andar.

No sé si será la fuerza de la costumbre, pero yo ya es sentir ese traqueteo junto al silencio de la madrugada y entrarme el gusanillo de la pequeña cabezadita que hasta me gusta. Cierro los ojos, y de fondo, se oye una música, reggaeton, o sea, música de la buena... tan alta se escucha que entiendo hasta los múltiples "papitos" y "te lo voy a dar" que el insigne cantante le dedica a alguna deshinibida chica.

Ya digo que yo, a base de viajes he adquirido de la capacidad de abstracción a todo tipo de ruidos (o música, según se mire). Sin embargo, la pareja que nos acompañaba rápidamente empezó a mirarse el uno al otro, hasta que en medio de la indecisión, la mujer espolea al marido con un tajante: "Manolo, ve y dile algo".

El hombre se levanta, sin muchas ganas de pelea, pero con la decisión de quien tiene a su jefe detrás supervisando. "Perdone, señorita" le dice educadamente, mientras la chica del piercing sigue enfrascada en su "toma que dale". El hombre mira de soslayo a su esposa y se atreve a tocarle el hombro: "Perdona!" Dice subiendo el tono. La chica mira hacia arriba y sin quitarse los cascos contesta un escueto "¿qué?".

-"Puedes bajar el volumen, es que nos molesta un poco". Le dice mirándome a mi, buscando mi complicidad.

- "Es que si lo bajo no la oigo yo". Fin de la cita, que diría uno que yo me sé. 

El hombre vuelve a su asiento sabiéndose vencido, y lo que es peor, esperando la reprimenda conyugal... Sin embargo la mujer no dice nada, simplemente deja pasar dos minutos, un pequeño periodo de tregua.

Pasan los dos minutos, ni un segundo más. "Manolo, ve y dile que eso está muy alto, que son las 6 de la mañana y así no hay quién descanse".

Con fuerzas renovadas el hombre se levanta y se vuelve a dirigir a la insumisa adolescente: "Perdona, sigue estando muy alto" (Me gustó su sutileza, porque en realidad nunca había bajado el volumen"

La chica se pone de pie, se quita los cascos, esta vez sí, e ignorando al pobre señor le dice a la mujer: "Que si bajo el volumen no me entero, que esto es un país libre!"

La señora la mira y contesta: "Mira rica, o dejas de molestar y bajas el volumen o la libertad te la quito yo de un sopapo".

La niña (que ante la respuesta volvió a ser más niña) se quitó los cascos, apagó el móvil y dijo refunfuñando: "Si no fuese joven y mujer no me discriminaríais así"

No he podido dormir en lo que ha quedado de viaje. Son dos grandes clichés, dos grandes frases que hemos aprendido rápido en este país: "Esto es un país libre" y el "me siento discriminado". A eso hemos llegado, no es que no haya educación, ni tan siquiera respeto (no ya por la gente mayor, sino por otra persona a la que puedes molestar con tus actos), es que si no nos salimos con la nuestra, acudimos al sentimiento de marginación, ese que tanto vende en tantos y tantos sectores hoy día.

Y allí, mientras miraba a la niña que eligió la peor forma de parecer mayor, veía a aquella señora, que  clavó en su alma una frase que quizás sus padres le debieron decir hace tiempo y nunca hicieron, ese marido que en seguida cogió el sueño... Y yo pensaba y pensaba... Lástima que la niña no fuera catalana, entonces sí que hubiese tenido razones de peso para sentirse discriminada....

Mañana os contaré, cómo en mi desvelo, a la llegada de Valdepeñas, sufrí otro ataque de desesperanza...

lunes, 29 de julio de 2013

No es un billete de tren, son 79 vidas

Hoy pienso que soy un asiduo viajero de RENFE. Como tal, suelo sacar mis billetes a través de internet, y por necesidades del trabajo, suelo tener que cambiar a menudo el tren que ya había reservado.

El caso es que, supuestamente, dicho cambio lo debería poder hacer por internet. Sin embargo, uno accede vía web, da el número de localizador, el resto de datos y en el último momento, tras 10 minutos de proceso, te aparece una pestaña diciendo que es imposible realizar el cambio. Primer error, fallo o deficiencia de RENFE.

Como yo ya me sé la historia, siempre lo hago directamente por teléfono. Llamo y digo que quiero hacer un cambio de billete. El o la siempre amable comunicadora, me pide el número de localizador y aquí viene la segunda curiosidad. Dependiendo del día y de la persona que me atiende, algunos me hacen el cambio sin problema, mientras que otros me dicen que ese cambio sólo se puede hacer por internet, que es por donde hice la compra. Recuerdo que la primera vez discutí bastante, ya que la situación era algo contradictoria. Quedaba una hora para que saliese el tren que quería cambiar y, como aún estaba trabajando, se me antojaba imposible coger el tren, por lo que quería trocarlo por el que salía una hora y media después. Ante esta disyuntiva, el hombre al otro lado del teléfono me decía que él no podía hacer nada y que si internet no funcionaba (cosa que comprobó él mismo) tendría que ir a Atocha a hacer la gestión. Por mucho que le explicaba que mi problema precisamente era que no podía llegar a Atocha en menos de una hora y que por eso es por lo que quería cambiar el billete, el hombre no atendía a razones.

Al final, colgué el teléfono y volví a llamar. Se puso una simpática señorita y me hice de nuevas, comenzando por el principio como si tal cosa... pues esta chica me sacó el billete sin ningún problema.

A partir de entonces, cuando llamo, si alguno me pone alguna traba, no discuto, le doy las gracias y cuelgo, vuelvo a llamar y siempre me atiende otra persona que curiosamente no encuentra obstáculos a hacer el cambio de billete por vía telefónica.

Sin embargo, lo de este fin de semana ya ha rizado el rizo. Llamé el sábado para cambiar el billete y esta vez sí, a la primera me hicieron el cambio. Sin embargo, no pude imprimirlo porque estaba en la playa y no tenía impresora. No pasa nada, pensé, llego con tiempo a la estación y allí lo imprimo.

Claro, que en Jaén, pequeña ciudad con ínfima estación, no hay máquinas de "auto chek in" (lo que viene a ser un cajero para imprimir o expedir billetes), así que me pongo en la cola de la taquilla (tic tac tic tac). Cuando llega mi turno, le doy mi número de localizador y tras varios resoplidos y miradas furtivas me dice que no sabe qué pasa, pero que no puede sacar el billete y que como quedan sólo 10 minutos y hay gente esperando, que me monte en el tren y se lo explique al revisor, que no cree que ponga problemas.

Me monto en mi tren, pero como ya uno va conociendo al personal, llamo a RENFE y le explico la situación, me dicen que desde allí no pueden hacer nada, pero que me mandan un SMS confimando mi número de asiento, para que el revisor se quede tranquilo.

Llega el momento crítico, se acerca el revisor, con sus gafas inquisidoras en la punta de la nariz y me pide el billete. Le cuento los hechos, y al terminar mi historia, me mira y me dice, cual máquina expendedora de tabaco: "sin billete físico no hay nada que hacer, tendrás que pagar otro". Resoplo, me armo de paciencia y vuelvo a contarle la historia, esta vez más lentamente y con un vocabulario más asequible, instiendo en lo que me había dicho su compañera de la taquilla y su compañero del servicio telefónico.

Tras terminar de nuevo mi perorata, el hombre, de forma tranquila pero tajante, me contesta: "Aquí  RENFE ahora soy yo, y usted no tiene billete imprimido en papel que es el único que vale".

- "Pero vamos a ver, alma de cántaro, le estoy enseñando el billete antiguo, en el IPad le estoy enseñando que está anulado y el Iphone puede ver el nuevo localizador con el número de asiento y todo" Le digo resignado pero algo enfadado.

- "Pues yo no puedo hacer nada. Tiene que pagar el billete, luego cuando llegue a Atocha presenta una reclamación, mañana se pasa por allí otra vez y le reintegran el importe". Me dice el interventor sin alterarse lo más mínimo.

- "Mire, yo no voy a perder dos horas hoy, y cuatro mañana en Atocha, adelantar un dinero por un pago que ya he hecho anteriormente y sufrir las consecuencias de su negligencia, y digo su negligencia porque Usted me ha dicho que aquí Usted es RENFE, así que Usted es un negligente. Llame a Madrid si quiere, a Jaén o a la conchinchina, pero no pienso pagar otro billete ni levantarme de un asiento que además nadie va a reclamar en todo el viaje porque lo he pagado yo".

El hombre, con la misma calma se quedó pensativo, me murmuró algo así como "ahora vuelvo" y desapareció pasillo abajo... Allí estuve más de una hora, sin saber si aparecería con la policía, con dos matones o simplemente había desaparecido para siempre y todo había sido un sueño...". Y yo allí, impertérrito, recordando a Julia y los chicos de verano azul cantando, guitarra en mano, aquello de "no nos moverán", mientras se me cerraban los ojos al ritmo de balanceo del tren.

Finalmente sucumbí a la llamada de Morfeo, justo cuando siento una mano tocar mi hombro. Abro los ojos y allí está, mi amigo el interventor con un billete en la mano. "Al final lo he podido imprimir yo en la cabina".

Tras darle las gracias y despedirle con una sonrisa. Me asaltaron mil dudas: ¿Era la primera vez que el interventor imprimía un billete en el tren, o simplemente le suponía mucho trabajo? ¿Si no me llego a obcecar, habría pagado el billete y después me lo habría devuelto RENFE? ¿Es lógico que hoy día, te sigan requiriendo un papelito imprimido cuando puedes enseñarlo en la tablet o el móvil? ¿Es la primera vez que ocurre una cosa así en un tren?

SI os fijais, al final todas las gestiones en RENFE que he descrito se resumen en una idea: Depende de la voluntad de la persona que tienes enfrente.

RENFE tiene pues un problema, porque si cada gestión es solucionada o no de forma arbitraria por la mera capacidad o voluntad de la persona que te atiende, algo están haciendo mal.

Por suerte, lo mío es una tontería, hablamos de tiempo y de molestias insignificantes. Pero, si la propia versión de Adif respecto a la tragedia de Santiago es la buena y se trata de un error humano, eso sólo ratificaría mi teoría, y creo que es inconcenbible que un tren con 250 viajeros dependa de la capacidad o el buen hacer de una única persona. Si ello es así, que no crean que quedan exculpados, porque algo están haciendo mal. Y en este caso, no hablamos de un mísero billete de tren o de 4 horas en Atocha, hablamos de 79 vidas.

lunes, 8 de julio de 2013

Hoy quiero hablar de mi blog

Hoy pienso que quiero hablar de mi blog. Muchos están esperando a que hable de algún amigo raro, uno de esos que pasa por una experiencia única, traumática, de desgaste psicológico y de las que nadie quiere sufrir, pero de la que todos, cuando les toca, desean con toda su alma salir.

Podría, pero prefiero hablar de mi blog, quién quiere perder el tiempo hablando de un amigo anodino, sí, anodino, de esos que cuando llega no hace ruido, pero cuando se va, notas al segundo de su partida su silencio. 

Como decía, este es mi blog, un blog donde podría hablar de ese amigo, que decide triunfar en la vida, y no quiere hacerlo solo. Y decide que todos seamos partícipes de su alegría. Porque su triunfo es de verdad, nada material o efímeramente trascendental, en realidad su conquista ha sido la propia gloria personal.

Por un momento me dan ganas de no hablar de mi blog y contaros cómo decidió compartir su corona vital, convirtiendo la honra en un triunfo de la amistad. Y así, si no fuera porque quiero hablar de mi blog, podría seguir contando cómo un simple silbido, una única llamada, y cada uno dejándolo todo para acudir a su encuentro, porque quizás, sólo quizás, todos querían estar allí, acompañándolo para ese guateque leal, porque todos ellos tenían algo personal que aplaudir y festejar.

Podría hablar también de más amigos, el que vino de Elche, y que cada día pesa un kilo más de bondad, el tranquilo granadino postizo, ese que me confesó que por fin, tras 39 años de contenida tolerancia, un día se enfadó (el fin del mundo debe estar cerca, pensé yo), otro granadino de adopción, con el que compartí tantos años de libros y experiencias, el ingeniero metido a broker, el exaltado madridista siempre con una sonrisa en su cara, el hoy anarcoliberal y que comenzó su vida del lado de la Pasionaria y el poeta de la calle, ese que es capaz de sonrojar con un sólo arqueo de cejas. 

Si no fuera porque es tiempo para mi blog, diría que también apareció el sempiterno joven que ha hecho de su vida su propia filosofía, o el primo encantador, al que nunca le falta una frase oportuna en el momento adecuado. Y sin duda también acudieron los ausentes, esos que no llegaron a nado desde el otro lado del charco, los que no tuvieron más remedio que quedarse comiendo Pierogi o los que tuvieron que sacar fuerzas para quedarse trabajando en un día tan señalado... y ese, ese que nadie sabe dónde se perdió y del que nunca más se supo. Aún así, si no fuera porque toca escribir sobre mi blog, diría que también ellos, en cierta forma allí estuvieron. 

Pero os prometo que un día os hablaré de la Pasa y el gran Matías, de los pins de colores y la cerveza leonesa, los castos besos y otros no tan castos, los abrazos sinceros, la exaltación de la amistad a horas desmedidas, las crueles risas que entre amigos nunca lo son o los mismos recuerdos que siempre acaban aflorando, pero eso será otro día, os lo prometo.

Porque hoy es día sólo para mi blog, nada de sacar los colores a hermanas, primas y otras amigas que quisieron estar allí en ese día. O esos amigos que lo supieron mimar desde sus puertas vecinas, sabiendo que nunca desfallecería. 

Y sólo porque hoy no toca, no quiero acordarme de ese anciano, que cuando cumplió 91 años, le respondía a su joven nieto cuando éste le preguntaba si se alegraba de cumplirlos: "no, no me alegro por cumplir 91 años, hoy celebro los 90 años que he vivido, porque hasta el día más triste de mi vida ha merecido la pena".

Y ahora, ahora sí, hablaré de mi blog...

viernes, 5 de julio de 2013

Dormir sueños y despiertos


"Dormís sueños y despiertos, 
incautados por lo bello
de un sueño que florece,
porque vuestro ego lo alimenta
sin que uno bien no sepa
si la vida -esa vuestra- se merece 
seguir nadando entre peces
que entre juegos enjambelgan
vuestra mala, mala mente.

No despabiléis si os apetece
acaso nadie es más dueño
de colocar en vuestro altar
una ventura que garbea
por vuestras calientes venas,
pero no recriminéis al que  os avisa
pues no hay cruel y más desdicha
que ver la luz de un nuevo mar
descubriendo que el azul era más verde"

lunes, 1 de julio de 2013

El fútbol es algo más que fútbol...

Hoy pienso que parece que fue ayer, y creo que mañana lo seguiré pensando... Y quizás dentro de 10 años.

Uno a veces desea cosas, incluso piensa que han de ser así, y sin embargo luego, cuando no salen como uno espera, no nos damos cuenta de que quizás el destino nos tenía preparado algo mejor.

Mi afición al fútbol es extrema, quizás con los años algo más relativizada (es lo que da el poso de los años, uno aprende a valorar lo realmente importante) y por eso siempre pensé que mi vastaguito seguiría mis pasos, y que juntos gritaríamos muchos goles.

Sin embargo no ha sido así, a sus casi 10 años su sorprendente y exuberante personalidad le hace tener muy claros sus gustos y preferencias, y  entre ellas no figura la de ver a 22 tíos pegándole patadas a un balón.

Curiosamente es mi angelito, la que contradictoriamente a esa personalidad tan femenina que posee, la que me acompaña eufórica en el cabalgar del balompié.

Ayer, como no podía ser menos, allí que nos fuimos los dos, acompañados por mi amigo Món, que se encargó de las entradas, a ver a nuestro equipo, el Real Jaen, enfrentarse al reto de salir de ese pozo sin fondo que es la Segunda división B.

Y es ella la que, como todo lo que hace, me descubre nuevos sentimientos y sensaciones. Curioso, como a sus 7 añitos, aguantaba el lorenzo abrasador en su cabeza, mientras esperábamos más de media hora, entre el agobio y el hedor humanizado de las gentes, para poder acceder el estadio. Allí abajo, cuando la miraba, entre el sofoco y la angustia de tanto cuerpo embarullado, y le preguntaba que qué tal iba, ella sólo me sonreía y seguía tarareando ese himno que con tanta fe se ha aprendido de memoria.

Suena el pitido inicial y su ilusión se me contagia, mientras con sus pipas y su fanta, busca con afán a su jugador favorito, Fran Machado, "¡Papi, papi, allí está, el de las botas azules!".

Durante el partido sus comentarios, sus risas, sus incansables palmas me hacen estremecer y sentir un poco más intensa la propia tensión del partido.

Un saque de puerta del equipo contrario, y ella, conocedora del rito particular de la afición, me pregunta, rápida, "Papi, ¿puedo?". Le asiento condescendiente con mi mirada, y disfruto viéndola gritar, todavía algo tímida, sabedora de que esa palabra no termina de sonar bien en sus diminutos labios: "¡eeeeeeeeeeeee... Cabrooooon!"

Y así van pasando los minutos, el Jaén mantiene un engañoso resultado que le da el ansiado premio del ascenso, pero que en cuestión de segundos puede romperse, como un jarrón en manos de un niño, en mil pedazos.

Y llega la ola, y los ojos de mi ángel crecen aún más cada vez que se acerca. "¡La ola, la ola!", me grita nerviosa y exultante, mientras levanta los brazos y salta al ritmo de todos nuestros vecinos de palco.

Un minuto para el final, penalti a nuestro favor. "Pero, ¿por qué no lo tira Fan Machado?" Me pregunta decepcionada. "Prefiere que lo tire otro compañero que no está tan cansado". Parece que mi respuesta le satisface y sonríe con la mirada.

Falla Santi Villa, la miro y me dice resignada:"Fran lo habría metido". Jugada de contraataque, la gente en pie y mi ángel me abraza subida en su asiento. Mientras un jugador rojo se planta solo ante nuestro Toni García, siento sus gritos entremezclados por mi piel. El balón parece que va a entrar, pero aparece Gaitán para sacarlo de entre los palos. Respiramos tranquilos, resoplamos y el árbitro pita el final, hemos ascendido.

"¡Al campo, Papá, al campo!", ella manda, me coge de la mano y bajamos la grada. En cuestión de segundos estamos pisando el césped sobre el que hace unos minutos aquellos jugadores sudaban más que un partido. Y mi niña, corre, vuela, salta... Y yo vuelvo a tener 7 años a su lado.

Y allí, entre el tumulto de la gente, cuidando de que nadie le haga daño, vigilo de soslayo su inocente alegría, mientras busca acalorada a su Fran Machado. Hay demasiada gente, y temo por los empujones y agobios, ella asiente y se conforma con haber visto a su lado a su también idolatrado portero, Toni García. Y nos vamos. Antes, se agacha, toca la hierba todavía húmeda y me dice "Papá, el césped es de verdad".

Subiendo la interminable cuesta, al salir del estadio, le pregunto si está cansada y quiere que cojamos un taxi. Me aprieta fuerte la mano y me dice, "prefiero ir andando, así estoy más tiempo contigo y este día dura más rato". Y yo trago saliva, y pienso que la felicidad debe ser algo parecido a esto.

Y así seguimos nuestro camino, la cojo aún más fuerte de la mano y me digo para mis adentros: Nunca olvidaré este día... Y espero que mi angelito tampoco...



Enhorabuena Real Jaén, y gracias por hacerme vivir este día...