Hoy pienso que hoy se debate en el Pleno del Ayuntamiento la retirada de distinciones y títulos a dos personas junto con distintas entidades a propuesta del Comisionado de Memoria Histórica de dicho Ayuntamiento.
Una vez más vuelvo a sorprenderme de la capacidad de unos cuantos, no tanto de reabrir heridas ya cicatrizadas, como de herir con nuevos cuchillos y llamarlas viejas heridas.
Hablamos de segundas, terceras y hasta cuartas generaciones de aquellos que sufrieron la maldita Guerra Civil española, y sin embargo, se empeñan en seguir sacando historias que, como en toda guerra, son crueles, por supuesto, pero que, por desgracia, ocurrieron en ambos bandos, porque en las guerras no todos son indios o vaqueros, ni malos y buenos y ni lo que antes era todo blanco ahora es negro, ni lo que entonces era todo negro ahora es todo blanco.
Particularmente me ha llamado la atención que este Comisionado proponga, entre otras cosas, retirar el título de hijo predilecto de Madrid al General
José Moscardó Ituarte, bajo el liviano argumento de ser un “militar que participó en la sublevación
militar”.
Quizás, alguien debería también escribir, junto a esa vaga referencia que José Moscardó combatió con tan sólo 18 años en la guerra de Filipinas, que al regresar continuó sus estudios como militar y que estuvo destinado también en Africa, siendo ascendido a Comandante con tan sólo 35 años.
Cuando estalló la Guerra Civil estaba al frente del Alcázar de Toledo, del lado de los sublevados (el mando bueno durante 60 años y ahora el bando malo) de forma que no sólo no se puso a disposición del Gobierno Republicano sino que se encerró en el Alcázar con 1250 soldados, cerca de 600 civiles (la mayoría mujeres y niños) y prácticamente todo el material militar de la fábrica de armas de Toledo.
El asedio por parte del bando republicano (el bando malo durante 70 años y ahora el bando bueno) fue intenso, con bombardeos, tiroteos y escasez de agua y comida, nada fuera de la implacable normalidad de una guerra.
Sin embargo, el Comisionado quizás no haya leído la parte de la historia de aquel asedio en la que el Jefe de las milicias llamó por teléfono al entonces Comandante Moscardó diciéndole que habían apresado a su hijo Luis, amenazándole con matarle si no se rendía. Como padre que era pidió hablar con él por teléfono, aprovechó así para despedirse de él y seguidamente le dijo al Jefe de las milicias: "puede ahorrarse el plazo que me ha dado y fusilar a mi hijo, el Alcázar no se rendirá jamás".
Un mes más tarde, su hijo Luis fue fusilado... y a los pocos días, su otro hijo, José, un deportista que se dirigía a Berlín para participar en las Olimpiadas en representación de España, fue detenido y también fusilado.
Setenta y un día después de estar encerrados, por fin fueron liberados por el General Varela, ante quien se cuadró y espetó un conciso y bravo "Mi General, sin novedad en el Alcázar".
Ya tras la Guerra Civil, ocupó varios puestos como Capitán General, hasta que una vez en la reserva, fue Presidente del Comité Olímpico Español, siendo el máximo representante del deporte español, uniendo así sus dos pasiones, España y el deporte.
Sin duda este hombre fue un militar audaz, con la truculencia propia que la guerra otorga al ser humano y con la insensibilidad que muchos le atribuirían a aquel que, como padre, se despide de su hijo por teléfono con un "encomienda tu alma a Dios, da un viva a España y serás un héroe que muere por ella. ¡Adiós hijo mio, un beso muy fuerte!".
Seguir rescatando este tipo de historias creo que es muy útil para todos, entre otras cosas para aprender de ellas y no llegar nunca a ese nivel de barbarie que obligó a muchos hermanos y amigos a matarse entre ellos. Pero rescatarlas y aprender de ellas es una cosa, y tratar de juzgarlas e incluso dictar sentencias, separando buenos y malos sólo por el color de su uniforme, sólo ayuda, casi un siglo después, a crear un odio visceral e inventado que ya no existía, entre otras cosas, porque afortunada y sabiamente, los verdaderos protagonistas de aquella cruenta historia se encargaron de besarlo y no dejárnoslo en herencia, miremos la historia con las gafas de la historia y aprendamos de ella.