Hoy pienso que hay muchos tipos de personas.
Las hay buenas, malas, crueles, optimistas, tristes por naturaleza, miserables, y algunas hasta indescriptibles.
Yo conozco una persona FELIZ, Mercedes.
Una chica española, que vive en Londres, tan contenta con su trabajo y que por culpa de esa miserable lotería llamada cáncer, tiene que dejarlo todo y volver a España.
SIn embargo, se repone, sin abandonar nunca su sonrisa ni la melodía que siempre le acompaña sobre sus pasos de baile.
Sin embargo, un día, unas personas, de las buenas no, de las otras, deciden entrar en su casa sin permiso y arrebatarle todo, lo económico, lo tangible y también lo intangible, esas pequeñas cosas que van construyendo tus recuerdos y que al perderse, con ellas se aleja parte de tu alma.
Esa mañana, va a trabajar, como de costumbre, porque ella no es de quedarse en casa gustándose en sus propios lamentos. Y allí, en la mesa de su despacho, mientras atiende a un señor extranjero, recibe una llamada de la policía para informarle de que poco más pueden hacer por su caso que levantar el inane expediente.
Su sonrisa, por un instante, la abandona y son las lágrimas las que se convierten en su mejor cómplice en ese amargo momento.
El hombre extranjero, no exige, no se indigna. Al contrario, le pide que le cuente qué le sucede y ella le cuenta toda la historia, el robo, la indefensión y la sensación de impotencia.
Aquel hombre se va... vuelve a su país, pero la imagen de aquellas lágrimas borrando una dulce sonrisa se ha quedado tatuada en su retina y decide hacer algo, ayudarla de alguna forma. Sin embargo no tiene sus datos, no la conocía de nada, tan sólo el sitio donde trabajaba.
Nuestro amigo escribe al director del complejo donde mi amiga trabaja y le explica lo sucedido, y le ruega que le facilite algún teléfono o mail donde ponerse en contacto con ella para poder ayudarle económicamente y así poder empezar de nuevo.
La respuesta del director no se hizo esperar. Indignado por el comportamiento de la trabajadora, solicita su despido inmediato por distraer a los clientes con asuntos personales.
Bueno, en esta historia hay personas de todo tipo, como en la vida, personas crueles, pérfidas e insensibles, pero también las hay bondadosas, compasivas y algunas hasta honestas.
Y luego... luego están esas personas especiales, que por mucho que la vida trate de ensombrecer su mirada, siempre les queda un resquicio de fuerza para regalarnos su algazara y hacernos la nuestra más fácil.
Yo soy de los egoístas, y por eso quiero que Mercedes me siga obsequiando con su felicidad, porque esa felicidad significa fortaleza, valor, tenacidad y energía, sabiendo inventar una bonita coreografía para cada circunstancia de la vida.
Así que Mercedes, para poder contagiarme un poquito de todo eso que tienes... por favor, no dejes nunca de hacer Adagios a la vida!