viernes, 5 de febrero de 2016

Mascando el chicle de la paz

Hoy pienso que el cura y el barbero lo tuvieron claro. Comenzaron rociando la habitación de agua bendita, "no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros", después se dispusieron a hacer una gran montaña de aquellos libros malditos, para salvar únicamente aquellos pocos, que a su juicio, merecían salvarse.

Y así quemaron y abrasaron los libros, culpables de aquel mal que afectó a su amigo, pero no contentos con eso, decidieron tabicar la puerta que daba a aquella habitación maldita, de forma que fuese como si nunca hubiese existido.

Hoy, no es la locura de Don Quijote, ni estamos en 1605, es otro mal, el tabaco. Fumar mata, y por eso, hay que matarlo, a él y todo aquello que huela. La OMS, haciendo de maese Nicolás han pedido (o puede que exigido) que se prohiban a los menores de 18 años todas las películas en las que salga un cigarrillo encendido, ya sean actuales o de "antiguamente", como dicen mis musas.

Quizás dentro de poco vayan más allá y estos adalides de la salud quieran hacer la fogata del cura y el barbero, salvando "Cuéntame", como ellos decidieron salvar el "Amadís de Gaula" o "Casablanca", como, con cierta ironía, ellos perdonaron la vida a "La Galatea". O puede que salven la escena del cruce de piernas de Sharon Stone, porque no tengan ojos para ver el cigarro que ella sostiene...



Una vez oí que lo que no se dice, nunca existió, así que, si los libros de Alonso Quijano se queman, igual vuelva en sí y Don Quijote desaparezca... Pero también corremos el riesgo de perdernos la pelirroja sensualidad de Gilda, de que nadie sepa interpretar la triste mirada rebelde de James Dean o de que Humphrey Bogart sienta sus labios tan desnudos que no pueda pronunciar una sóla palabra. 

- Ah! Bueno- , dirán algunos, -que la prohibición (de momento) es sólo para niños...-  bien, pues privemos entonces a los niños de ver a Cruela de Vil  tratando de hacerse con todos aquellos cachorros de lunares negros, o que no vean cómo Pinocho se marea y se llega a poner verde con aquel puro digno de un Cohiba e incluso que no se rían con las ocurrencias de aquel cuervo andaluz que enseñaba a Dumbo lo cruel y a la vez lo maravilloso que podía ser el mundo real.

Y recuerdo entonces aquella conversación entre Montag y Fabel en Fahrenheit 451. "¿Comprende ahora por qué los libros son temidos y odiados? Revelan poros en la cara de la vida. La gente cómoda sólo quiere ver rostros de cera, sin poros, sin vello, inexpresivos. Éste es un tiempo en que las flores crecen a costa de otras flores, en vez de vivir de la lluvia y la tierra. Los mismos fuegos de artificio, tan hermosos, proceden de la química de la tierra. Y sin embargo, queremos nutrirnos de flores y fuegos de artificio, sin completar el ciclo que nos llevaría de vuelta a la realidad.

Pues eso, mejor no educar, mejor no mostrar lo que está bien y lo que está mal, mejor no enseñar a nuestros hijos el mundo real, mantengamoslos en una burbuja, y si hace 40 años era normal que los padres fumasen en un coche, con sus 4 hijos detrás, anegando el poco espacio de un humo insoportable, ahorrémonos la explicación de que aquello era una barbaridad, tratar de que conozcan, valoren y piensen... no, en un mundo donde el tiempo cuenta y es más oro que nunca, aunque sea para ver el último chiste que nos mandan por wassup, es mucho mejor borrar la memoria, quemar los libros, censurar películas y hacer como que nunca hubiesen existido. Un problema menos y a otra cosa, mariposa.

 Decía Jean Paul Sartre que incluso el pasado puede modificarse, tal y como no paran de demostrar los historiadores. Quizás dentro de unos años nos cuenten cómo los indios y sus tribus llegaban a acuerdos mascando el famoso chicle de la paz...