domingo, 29 de noviembre de 2015

El Premio Gordo y de Navidad

Hoy pienso que el Premio Gordo de Navidad tiene los días contados. Atrás quedará el calvo en blanco y negro, el camarero del "Bar Antonio" al que todos queremos de amigo y el recién nacido Justino con sus maniquiés.

Y es que nos costó mucho tiempo y esfuerzo acabar con las rencillas sangrientas que mataron tantas vidas y esperanzas en nuestro país. 

Sin embargo, gracias a la responsabilidad y conciencia de muchos hombres y mujeres y, sobre todo, a sus ganas de vivir en paz y armonía, a finales de los 70 España volvía a ser una. Aquella sensata generación se fue haciendo mayor y los niños de entonces, empezamos a aburrirnos de la salud pacífica de una España tranquila, y es que, como decía Antonio Machado, en España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa, será que pensar es más aburrido que embestir.

Y así, poquito a poquito, con un nacionalista por aquí, un corrupto por allá, varios iluminados con micrófonos que gritan y algún que otro vengador de ancestros a los que ni conocieron, entre todos hemos conseguido enfangar de nuevo nuestra querida patria. Como me decía el otro día un ocurrente e indignado amigo de codo en barra, "es cierto que una ardilla ya no puede recorrer España de un extremo a otro yendo de árbol en árbol, pero que no pierda la esperanza, porque  si probase a hacerlo saltando de tonto en tonto, llegaba a los Pirineos sin tener que parar ni a comprar tabaco".

Hoy la sempiterna cantinela catalana, aquella que ya el sabio refunfuñón de Unamuno catalogaba de chifladura de exaltados echados a perder por indigestión de mala Historia, cobra carácter de Estado de nuevo escupiendo más lejos que nunca, aunque por suerte, sin  fusiles, quiero pensar que por sentido común y que no sea únicamente por carecer de ellos.

En Madrid, a falta de ideas para hacer una ciudad mejor, no faltan las peregrinas, pero se venden al mejor postor. Madres limpiadoras, universitarios con escoba y multas improvisadas en pro del medio ambiente no han sido suficientes. Ahora, nada mejor que revolver aquella España dividida y rememorar, o más bien reescribir la Historia, apostando por cambiar el nombre de 160 calles de Madrid.

Lo siento por la Alcaldesa, pero llega tarde, no es la primera en proponer una medida tan inútil como absurda, quizás por eso, retiró la propuesta a última hora, o puede que fuese al explicarle que en algunos sitios, como Jaén, otra alcaldesa, de cuyo nombre no quiero acordarme, la tomó con el mapa e hizo una ciudad mejor, más serena y más limpia, donde el parque de la Victoria ahora es el parque de la Concordia, la calle del Santuario pasó a tener nombre de escritora y donde todos los alcaldes que rigieron durante 40 años desaparecieron del callejero... hasta la Cruzada pasó a ser la calle de la Reconcialición, no se fuesen a sentir ofendidos nuestros hermanos los turcos por aquellas batallitas de hace 1.000 años...

Y ahora, turno para la corregidora del Condado, es momento de tomar la palabra, porque en estos días de pantalla y Hashtag, uno no existe si cada día no goza de su TT de gloria.

Y por eso, porque a río revuelto, ganancia de pescadores, nada como embrollar a los españoles, que dicho sea de paso, para eso somos facilones. Y pusieron el ojo en la Navidad, aunque ya lo intentaron antes con las procesiones y algunos hasta con Don Carnal. 

Navidad suena a cálido frío, a Corte Inglés encendiendo sus luces, a Freixenet y sus doradas bailarinas, al turrón del Almendro volviendo a casa con lagrimita incluida. Siempre estará Edu felicitándonos por teléfono, o Chencho haciéndonos pasar un mal rato perdido por las calles de Madrid mientras el pobre abuelo Isbert se desgañita gritando su nombre. 

Los Cristmas por carta casi se han jubilado, y ahora son los wassups los que se imponen. Las bombillas se han convertido en Leds y los chinos venden árboles  a 10€ con las luces incorporadas. Sin embargo, la Navidad sigue siendo de todos, una excusa para ser un poco más feliz, una justificación para reunirte con amigos y con tu familia. Un pretexto para pararte por la calle y darle dos besos a aquella amiga a quien, por las malditas prisas, siempre despachas con un frío hasta luego.

Las gran duda sobre cuándo empezar a utilizar el "Feliz Navidad" al encontrarte con el vecino en el ascensor, sólo se ve superada por la nunca resuelta cuestión del día en que ya no debes seguir felicitando el año nuevo. 

Los Belenes vivientes, los peces en el el río, el niño disfrazado de pastorcillo camino del colegio, aguinaldos que eran de peseta convertidos a Euros, la llamada de rigor al primo de Cuenca, Mecano cantando las campanadas, Martes y 13 repitiendo su empanadilla, los niños de San Ildefonso, el recuerdo de los que ya no están...

Y entonces llegó la Colau, y decidió llamar a la Navidad "solsticio de invierno" en un intento de hacer que estas fiestas sean de todos, porque según parece, la Navidad pertenecía sólo a  nos pocos. 

Y es ahora,en estas fechas en las que todas las discusiones laborales se limitaban a elegir el restaurante para la comida. Donde la diatriba familiar era si comer otra vez cochinillo y la polémica con los amigos era si en fin de año salías de cotillón o mejor hacías una fiesta en casa, llegan la Colau y la Carmena y engrasan aquellos fusiles que tanto daño hicieron y vuelven a tratar de revolver España. Elije tu bando, ¿eres de la Navidad o del solsticio?. Pero por si acaso, ellos ya venden su marca, y te recuerdan que la Navidad es sólo para católicos, es el solsticio (palabreja que hasta hace poco sólo conocían los astrólogos) la festividad de todos, esa que "ponen en valor los valores de todos", y es que por hacer, hasta la redundancia la hacen válida, oiga. 

Y vuelvo por donde empecé, a nuestro Premio Gordo de Navidad, aquel con más de 200 años de antigüedad, y que sospecho que también se tendrá que eliminar. Y es que, bien pensado,  no puede ser de Navidad por ser un concepto religioso, tampoco puede llamarse Gordo, porque es discriminador y hace apología de la anorexia, y ni tan siquiera deber ser un premio, porque convertiría a un obrero de clase en un rico capitalista... 


"En Estados Unidos no se acuerdan de la guerra con España de 1898. Lo más viejo allí tiene diez años".  
Woody Allen

jueves, 5 de noviembre de 2015

De Babel y uno de los cerditos

 "Y el Señor descendió para ver la ciudad y la torre que habían edificado los hijos de los hombres. Y dijo el Señor: He aquí, son un sólo pueblo y todos ellos tienen la misma lengua. Y esto es lo que han comenzado a hacer, y ahora nada de lo que se propongan hacer les será imposible. Vamos, bajemos y allí confundamos su lengua, para que nadie entienda el lenguaje del otro".
Génesis 11:5-7

Hoy pienso que según cuenta la Biblia, al principio de los principios de los principios sólo existía un idioma de carácter universal. Los hombres, en su ignorante arrogancia, empezaron a planear la edificación de una ciudad y de una torre que fuera muy alta, que pudiera tocar el cielo y que los hiciera famosos, pasando incluso sobre su propio Dios, Yahvé.

Para la gran edificación realizaron ladrillos y no ocuparon piedras como se acostumbraba, utilizando betún en vez de argamasa; cocieron los ladrillos al fuego y empezaron la construcción de la torre. 

Y claro, su Dios se enfadó, se levantó y con un sólo gesto hizo que cada uno hablase una lengua diferente. Imaginaros ese momento, cuando uno trataba de pedirle al otro un poco de agua, ese que hasta hace un minuto era su amigo, y ahora no hacía más que escupir sonidos inteligibles de su boca. es como si ahora, fueses a la provincia de al lado, a tan sólo unos kilómetros de distancia y en un bar el camarero, que habla tu mismo idioma, se empeñase en hablarte en otro distinto... o peor aún, imaginad que vívís en el barrio de siempre, y te obligan a cambiar el letrero de tu tienda para traducirlo a un idioma distinto al que siempre hablaste, una locura, ¿verdad?

Nosotros no necesitamos enfadar a ese Dios, nos valemos por nosotros mismos. Érase una vez una España en la que todos hablábamos el mismo idioma, no había problemas de entendimiento, uno podía viajar del Cabo de Gata al de Finisterre (que diría Da Rosa) y pedir la misma cerveza... Y entonces ocurrió, alguien se levantó y con un sólo gesto empezó a jugar a ser Dios.

Empezaron los catalanes, luego vinieron los gallegos, los Vascos no querían ser menos y llegaron más lejos, inventando un idioma tan difícil de hablar para ellos como para un polaco, entonces los valencianos dijeron que ellos también querían ese privilegio... y los Balearicas, y los asturianos. Y es que ahora, si no tienes un idioma propio, no eres nadie... singularidad histórica lo denominan algunos.

Los aragoneses han tardado un poco más en darse cuenta, pero por fin el PSOE ha visto la luz y ha decidido apuntarse al carro de Babel, para ello, inspirados en Goebbels, ¿quién no tira ahora de Goebbels? anuncian que el aragonés, o mejor dicho, la fabla aragonesa, que así suena más auténtico, se va a convertir en lengua vehicular para la Educación Primaria e Infantil.

Y yo, como buen andaluz, tiemblo... porque conozco a nuestra Susanita y ella no es menos que nadie, y mañana nos pone a estudiar andalú... y si tirito no es por miedo al andalú, sino porque en Andalucía tendríamos que patentar al menos 10 andaluces diferentes, dependiendo de si me coges a un andaluz de Chiclana, uno de las Alpujarras o de Antequera.

Claro, que en un país donde la ignorancia es un mérito y la cultura un lastre en tu currículo, conocer la Torre de Babel empieza a ser insólito y discernir la etimología clara y concisa de la palabra puede llegar a ser cruelmente extravagante. Quién va a intuir que Babel deriva del verbo hebreo ‘balbál’ y que significa confundir. Y que por esa razón a la torre se le nombró así, pues sería ahí donde las lenguas confundirían a todos los hombres del planeta y les obligaría a esparcirse sobre éste.

Hoy, mientras vivimos en un mundo obligado a interelacionarse y donde a pesar de existir más de 7000 lenguas todos tratan de comunicarse a golpe de click, en España seguimos construyendo una torre de Babel a base de paja... hasta que llegue el lobo y nadie le entienda cuando grite eso de "y soplaré y soplaré y la torre tiraré". Y cuando eso suceda y el lobo derribe nuestra torre de un sólo soplido... entonces, querido Mas, ¿a casa de quién llamará pidiendo socorro el pobre cerdito?