lunes, 13 de agosto de 2012

Felicidades, renacuajo

Hoy pienso que en realidad esta historia no comenzó hace 9 años. Hace algo más. Vino así, sin anunciarse, sin esperarlo, sin tan siquiera sospechar que vendría.

Que sí, pesada, que ahora voy a la farmacia a comprar uno con tal de que te quedes tranquila” … y esa noche, en nuestro apartamentito de Murcia, con aquel punto rosa, acabó nuestra tranquilidad para siempre.

Unos meses después, a 3 semanas de la fecha prevista para el gran acontecimiento, y en pleno mes de agosto, decidimos irnos unos días a descansar a Ronda, por eso de despedirnos de la vida íntima conyugal y de paso, tomar un poco de fuerzas antes del gran acontecimiento.

Pero él no podía esperar, y el primer día, la primera noche, en aquel pequeño hotel, a las 6 de la mañana, nos dijo que ya estaba aquí.

Fue una llegada precipitada, nada tranquila, un viaje a 180km/h y una madre que soplaba y resoplaba para que lo primero que no viese su hijo al nacer fuese el gris de la carretera. Bruce Springsteen de fondo y alguna broma para tratar de entretener a la madre en aquel trance. "Ahora sí que tienes que aguantar, que estamos en el tramo de Granada, mira que si nos sale granaíno..."

Como siempre, lo conseguimos, y llegamos, y la vida dio comienzo. La suya y la nuestra. Y llegaron más alegrías, alguna pena y muchas historias, esperanzas y todas las que quedan, pero con él siempre a 180km/h, como si aquel viaje hubiese sido el preludio. “Papá, conmigo, nunca podrás soltar el acelerador, ya lo verás”.

Y hoy, recordando aquel 13 de agosto de hace 9 años, me descubro mirándolo y por un momento veo un niño que ya empieza a tener pelusilla en el bigote, un 39 de pie y alguna pregunta que ya no sé contestar… y entonces me asusto, cierro los ojos y vuelvo abrirlos, y todo vuelve a ser normal, lo miro y vuelve a ser mi bebé, ese renacuajo que siempre tenía una sonrisa en su redondita cara y al que tanto le costaba llorar.

Y no los quiero cerrar, ¿para qué? No vaya a a ser que al abrirlos no vuelva ya mi bebé…

jueves, 9 de agosto de 2012

Sancho o Curro, Curro o Sancho, bueno de cojones

Hoy pienso que siempre que me preguntan digo que tengo dos ídolos, Clint Eastwood y Curro Jiménez, y por eso, hoy ha muerto un gran actor, y con él, algo de mi.

Recuerdo los veranos en San Cristobal, el pueblo de mis abuelos. La temporada que pasábamos allí solíamos llamarla "la cura de sueño", porque nos levántabamos tarde, nos pegábamos grandes siestas y hacíamos poco más que comer, beber y dormir. Bueno, algo más sí hacíamos. La cita era a las ocho de la tarde. Mi padre y mis hermanos nos sentábamos delante del televisor a ver al gran Curro Jiménez.

Parece que lo estoy viendo, aquellos cuatro bandoleros, cabalgando al atardecer con una emocionante música de fondo. Curro tenía todos los valores que apreciábamos. Era un tipo noble pero duro, honesto pero áspero, sabía perdonar, aunque nunca olvidaba, y por encima de todo, era un conquistador con las mujeres  pero siempre caballero.


Anoche falleció Sancho Gracia. Sin duda todos le recordaremos por aquel Curro Jiménez que interpretó hace tanto tiempo, y que al igual que le ocurrió a Johnny Weissmuller o a Cristopher Reeve, es inevitable confundir al actor con el personaje, aunque a él realmente no le importase, habida cuenta de que él mismo fue uno de los creadores del personaje, y que como él mismo decía: “¿Qué coño me va a agobiar una cosa que me invento yo, produzco yo, interpreto yo y su puta madre yo, y que después de cuarenta años me estás preguntado por ella?, ¡¿cómo me va a agobiar?!”

Sin embargo, Sancho es más que Curro, supo reinventarse y durante más de 40 años ha conseguido ser un grande del cine español, no sólo como actor, sino también como director y productor, por no hablar de su gran labor encima del escenario, donde sacaba toda aquella energía que desde pequeño le caracterizó.

Hoy ha muerto de cáncer de pulmón, aquél del que él mismo contaba con su ironía gallega, que cuando los médicos se lo diagnosticaron, “me acuerdo que les dije a los médicos '¡cómo que tengo cáncer, no jodas, eso no es posible" y resultó que sí, que era cierto, pero bueno aquí estoy" .

Sancho vivió toda su adolescencia en Uruguay, ya que su familia se tuvo que exiliar de España para no ser encarcelada, como la mayoría de sus tíos y primos. Sin embargo, hoy, no era de los que trataban de hacer sangre sacando pecho recordando la muerte de su abuelo a manos del otro bando. Seguramente su íntima amistad con Adolfo Suárez y las vivencias de la transición a su lado le hicieron tener una amplia perspectiva que otros personajillos no tienen. Él mismo comentó una vez: "estamos en una democracia; a veces me cabreo con las gilipolleces de los partidos políticos, y me acuerdo de lo que fue aquel tiempo, la posguerra

Sin duda era grande, dentro y fuera del escenario, ya que, como decía de él su amigo Rafael Azcona: "¿Sancho Gracia? Es muy difícil bajarse del caballo y seguir siendo el buen actor que es".

Vale, siempre mal hablado y un poco golfo, pero también optimista y sensato, una buena persona, porque los hombres son como las películas y como él mismo decía: “Las películas tienen que ser buenas o malas, y a tomar por culo. Sean del género que sean. Si es comedia, que sea buena, y si es acción o es drama o es terror, que sea buena”.

Sancho o Curro, Curro o Sancho, ¡qué bueno eres, cojones!

miércoles, 8 de agosto de 2012

Una carta sin tiempo de respuesta

Hoy pienso que aquí dejo esta carta:

"Hace tiempo que esto tenía que pasar. Durante años hemos visto cómo el país crecía económicamente, aunque en realidad era un espejismo. Ahora sabemos que únicamente estaban ganando dinero los ricos, los políticos y sus amiguetes.

Ahora todos aquellos excesos pasan factura. En Europa hemos dejado de ser fuertes (si es que alguna vez lo fuimos), nuestra economía se hunde, el país está empobrecido, la clase política está corrupta y ni siquiera la monarquía se salva, ya que ha perdido el liderazgo y hasta el contacto con la realidad de un país cuyos ciudadanos no hace mucho lo respetaban y lo amaban.

La situación no parece que vaya a mejorar, todo lo contrario. Mientras nos sigan gobernando los mismos, esto no tiene arreglo, sólo terminará por derrumbarse del todo y muchos parecen no darse cuenta.

Por suerte, algunos sí luchan por mejorar esto. Y son los que nos están enseñando que la única forma de arreglarlo es rompiendo con ello. Somos el pueblo, los verdaderos protagonistas de nuestra historia y los únicos legitimados para luchar por nuestro futuro.

La gente está harta, sólo hay que ver las huelgas y las manifestaciones que últimamente se están llevando a cabo. Sin embargo, parece que no es suficiente. Nuestros gobernantes nos ignoran, más preocupados en mantener su inmerecido nivel de vida y este sistema que los mantiene arriba, por encima de los ciudadanos.

Como dicen los líderes sindicalistas, que son los que defienden de verdad nuestros derechos, no pueden quitarnos más de lo que nos han quitado ya. Y por eso, hay que salir a la calle y mostrar nuestro indignación y enfado.

Ayer me puse en contacto con uno de los principales líderes de este movimiento. Es tachado de loco por aquellos que no quieren que esto cambie. Pero él sabe muy bien lo que dice, habla de solidaridad y de reparto de la riqueza, justicia social lo llama. El otro día nos hizo ver que esos grandes latifundios en poder de 4 señoritos tendrían que ser devueltos al pueblo. Ellos no merecen tener tanto, sobre todo cuando ni siquiera le están sacando a esas tierrs el rendimiento que debían.

Hoy saldremos a la calle, pensamos acudir a algún supermercado y hacer uso legítimo de nuestra fuerza para hacernos con enseres y alimentos con los que alimentar a todas las víctimas de este sistema corrupto que no atiende a la justicia social.

Nos avala la fuerza moral de saber que actuamos en defensa de la igualdad y la justicia y eso supone violar las normas que los de arriba nos han impuesto para su propio beneficio. Hace unos días, otros compañeros nuestras, obreros huelguistas, demostraron que gracias a la violencia, el Estado se acobarda y han conseguido que se les reconozca parte de sus derechos. Pero es demasiado tarde, lo queremos todo, y por eso hoy nos toca a nosotros continuar con esa lucha".

Esta carta es ficticia, y sí, podría estar escrita por un vecino de Marinaleda, seguidor y amigo de su alcalde, Sánchez Gordillo… o podría estar escrita por un bolchevique en febrero de 1917, antes de la revolución rusa.