jueves, 27 de junio de 2013

La fortuna de la mala suerte

 "Yo creo bastante en la suerte. Y he constatado que, cuanto más duro trabajo, más suerte tengo".
Thomas Jefferson

Hoy pienso que hace un par de noches surgió una velada nocturna con unos amigos, una de esas tertulias improvisadas en que organizas el mundo, lo arreglas y lo vuelves a desarreglar, de pronto gritas acaloradamente y seguidamente brindas con una nueva copa a la luz de la luna. Y así es como brotó el tema de la suerte.

¿Qué es la suerte? ¿Existe en realidad o la fortuna es sólo una consecuencia de nuestra actitud hacia la vida?

No contradeciré yo a los árabes cuando hablaban de la Baraka como bendición divina, no osaré tampoco ofender a la Diosa romana Fortuna ni a la griega Tyche, y sí, reconozco haber dado las 7 vueltas alrededor del Escarabajo en el Templo egipcio de Karnak. No negaré por tanto que la suerte está ahí, la mala y la buena y creo en ella. No obstante, nunca podremos terminar de saber si es una u otra la que se cruza en nuestro camino, ya que como les decía el campesino a sus vecinos en aquel cuento chino: "¿mala suerte? ¿Buena suerte? Sólo Dios lo sabe".

No sé si Dios es el único que lo sabe, pero en mi opinión, hay tres momentos esenciales que son los que definen nuestra fortuna:

- El previo: Nuestras experiencias, el dolor padedecido, nuestro esfuerzo, las risas ante los problemas y esas lágrimas que en lugar de evaporarse nos sirven para engrasar nuestro motor cuando nos emfrentamos a nuevos retos.

- El presente: Poco podemos hacer ante lo fortuito. Las eventualidades existen, no valemos para predecir el destino ni descubrir a los hados que merodean por nuestros lapsos , sin embargo a pesar de nuestra volubilidad, a veces, muchas veces quizás, podemos ayudar a que un lance se convierta en hazaña o se torne en un descalabro.

- Mañana: Aquí si lo tengo claro, el previo y el presente quedan definidos por nuestra actitud. Y aunque un hecho es un hecho y se parte de él, en nuestra mano está adaptarlo, porque si bien no podemos evitarlo, sí que podemos asimilarlo y transformarlo.

Y ya está, no hay más.

Es inevitable que pensemos en casos concretos, así, cuando vemos a deportistas de élite en la televisión triunfando, pensamos en la suerte que han tenido, en esas aptitudes innatas con las que nacieron, en esa medalla que les cuelga del cuello  y cómo la fortuna les ha sonreído para conseguirla. Pero, seguramente nadie piensa en las horas y horas de entrenamiento, en los grandes sacrificios que habrán tenido que hacer para llegar allí, y sobre todo, en la capacidad de superación que tienen para seguir adelante día a día, y sobre todo en esos problemas que les pudieron hacer tirar la toalla y sin embargo, fueron capaces de seguir adelante y superarlos.
¿Pero y aquellos que tuvieron mala suerte y sin embargo supieron levantarse y ahora, si no supieses su historia, pensarías que son tipos con suerte?

Julio Iglesias, cuya carrera de futbolista se vio truncada por un accidente de tráfico, pudo haberse quedado en casa viendo partidos de fútbol y compadeciéndose de sí mismo por su mala suerte... Sin embargo cogió una guitarra, y hoy todos estamos de acuerdo en que aquel accidente fue quizás una bendición en su vida.

Si pensamos en Irene Villa, aquel atentado de ETA, cuando tenía 12 años, le cambió la vida... ¿pero se la cambió para bien o para mal? Hoy triunfa en la vida, como profesional, como madre y como esposa... y lo más importante, es feliz. ¿Podríamos decir que aquel atentado fue un golpe de suerte? Yo no diría tanto. Más bien, fue su propia actitud la que le hizo adaptarse a la nueva situación y hacer de ésta algo positivo.

Vale, algunos pueden decirme que en realidad estos ejemplos son de personas con tanta suerte que ni un acto catastrófico en su vida pudo acabar con su rastro de buena suerte, su destino estaba marcado, ¿no?

Entonces os hablaré de Michael J. Fox, ya sabéis, el actor de Hollywood que lo tenía todo, fama, dinero, familia... y que con 40 años se topó de frente con una enfermedad degenerativa, el Parkinson !Qué mala suerte! Podrían pensar muchos. Luchó incansablemente, siguió trabajando y trató de esconderla hasta que los signos eran tan evidentes que no pudo evitar retirarse. Sin embargo, lejos de rendirse, ha creado una fundación con su nombre para la investigación de esa rara y cruel enfermedad, ha seguido poniendo voz a personajes de dibujos animados e incluso y hasta donde yo sé, tiene algún proyecto para llevar a la gran pantalla como actor, sí, como actor.

A pesar de que esa enfermedad le cambió la vida, para él, eso fue lo mejor que le pudo pasar en la vida. Hasta entonces tenía fama, dinero... sin embargo, vivía en un mundo virtual en el que nada era real y eso sumado a sus noches de juerga le hicieron una persona infeliz y superflúa y gracias a ese "regalo" (vaya regalo) fue capaz de rozar la verdadera felicidad. Hoy sigue casado con su mujer de toda la vida y tiene 4 hijos a los que ama con locura. Ha escrito dos libros, cuyos títulos lo dicen todo: "un hombre afortunado", libro autobiográfico y que recomiendo encarecidamente y "Siempre mirando hacia arriba: las aventuras de un optimista incurable").

Con eso me quedo, es duro no llorar, no sentir lástima de uno mismo y preguntarnos de vez en cuando aquello de "¿y si hubiese pasado esto otro?" sin darnos cuenta de que es una pregunta de antemano trucada.

Yo también lloro, de hecho soy muy llorica, aunque procuro hacerlo a solas, con mi querida intimidad (como Aznar con su catalán) y a veces con mi plañidera particular, la única ante la que desnudo mis lágrimas. Es fácil sucumbir ante la dulzura de la auto compasión, no os lo voy a negar. Pero es entonces cuando tenemos que levantarnos, dejar de pensar en lo que no fue y aceptar nuestra suerte (mala o buena, ya sabéis, "sólo Dios lo sabe), porque no os dejéis engañar, ya lo dicen las cuatro leyes de la espiritualidad india, y ante ellas me descubro: "La persona que llega es la persona correcta, lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido, en cualquier momento que comience es el momento correcto y cuando algo termina, termina".

Nunca podemos cambiar el pasado, quizás seamos víctimas propiciatorias del presente, pero sobre todo, somos dueños de nuestro futuro. Porque puede que la suerte exista, pero como decía Isaac Asimov, "la suerte sólo favorece a la mente preparada".

viernes, 21 de junio de 2013

A riesgo de ser tedioso con la reforma de moda

Hoy pienso que ayer por fin se hizo pública la tan cacareada y ansiada Reforma de la Administración.

Tras la presentación de Rajoy y por lo que, de momento, he leído, mi gozo en un semipozo. 217 medidas en más de 2.000 folios suena bien, aunque claro, las palabras nada significan si luego no se dignifican. Y de momento sólo he visto eso, buenas palabras.

EL caso es que hoy se aprueban en Consejo de Ministros la primeras 5 de esas medidas, y bueno, pues veremos a ver hasta dónde llegan, porque esto será un cuentagotas del que más vale no perder el hilo. Aunque la información no era del todo exhaustiva, principalmente me han llamado la atención dos cosas. Por un lado, la ausencia de referencia alguna a la reforma de la Administración local ni autonómica, lo cual me huele a que una vez más, tratamos de poner un parche a la rueda para que deje de perder aire, cuando en realidad, por su desgaste, lo necesario sería cambiar el neumático, aunque ello suponga más trabajo inicial... y más dinero. 

Por otra parte, se habla tan sólo de un ahorro de 8.000 millones de € (curiosamente la misma cifra de la que se hablaba cuando se anunció la desaparecida reforma local). Pocos millones me parecen a mi para tan supuesta magna reforma, cuando sólo las 149 "embajadas" autonómicas andan por los 150 millones... 

Sin embargo, no hablaré más de ello hasta que no tenga más datos y ésto se vaya desarrollando, eso sí, sigo pensando que una reforma de la Administración sin tocar ni tan siquiera retocar la estructura actual de esta nuestra España, se me antoja misión para el mismísimo Ethan Hunt

¿No sería más fácil cambiar la rueda? Quizás más fácil no, pero mejor a medio y largo plazo... Analizar el impacto real de las Diputaciones, la verdadera utilidad de los pequeños municipios, la eficacia de muchas competencias transferidas a las CCAA... ¿es mucho pedir?

Por otro lado, también me gustaría dejar mi impronta (que diría mi peculiar compañero del despacho de al lado) sobre una de las reformas que saldrá a la luz, previsiblemente, en julio. Así me mojo y luego nadie me podrá decir que me subo o me bajo de carros según el buey del que tire.

Se trata de la futura Ley de Función Pública. Según anuncian, hará énfasis en el proceso de selección del funcionario y en la revisión constante de la capacidad de trabajo y la obtención de resultados.

Bueno, eso no es decir mucho, aunque en mi opinión, los tiros van por ahí, eso sí, habría que ahondar mucho más.

La Administración Pública adolece de una rigidez  excesiva y una falta de adaptación a los nuevos tiempos descomunal. La estructura decimonónica de la Administración es lo primero que llama la atención cuando uno entra en las cuatro paredes públicas y se pierde en su laberinto. No existe colaboración entre Administraciones, "lo mío es mío y lo tuyo es tuyo" viene a ser el sancta sanctorum de todo Organismo Público y eso, poco ayuda a la eficacia. Por no hablar de Organismos de distintas Administraciones territoriales, que si en CCAA como Andalucía o Murcia ya se ven como enemigas irreconciliables, no quiero pensar en una Catalunya o Vascongadas.

Por otro lado, no existen políticas activas de recursos humanos, y sin embargo, algo fundamental como es la formación continua, el fomento de la carrera profesional o una especial atención a la función directiva supone algo esencial para el estímulo profesional del funcionario, con la consiguiente repercusión en la propia Administración.

Especialmente en las CCAA, la Administración pide a gritos una mayor profesionalización, especialmente en los puestos directivos donde ahora mismo, los criterios del carné y la amistad son los seguidos a pies juntillas.

Y así podría seguir, pero prefiero callar y seguir observando. Porque estos temas que a mi me apasionan igual os resultan tediosos... y yo, no os quiero aburrir con otro telediario. Mañana procuraré ser más ocioso...

viernes, 7 de junio de 2013

Y los besos besos son

Hoy pienso que es viernes... y como tal nada mejor que dejarte llevar!

Y los besos besos son,
no lo dijo Garcilaso
ni tampoco de la Vega,
algo Segismundo insinuó,
entre sueños Calderón.

Entonces besa, ¡siempre besa!
no ahogues tu pasión,
permite que dibujen esos labios
juegos que mi boca saborean.

martes, 4 de junio de 2013

Prohibido prohibir

"Cuantas más prohibiciones impongas, menos virtuosa será la gente. Trata de hacer a la gente moral, y crearás el terreno propicio para el vicio".
Lao Tse.

Hoy pienso que Guy Montag, es bombero, pero su labor no es apagar incendios, sino provocarlos. En lugar de extintores emplean lanzallamas, porque su trabajo consiste en quemar libros, en reducir a cenizas hasta la última página impresa que caiga en sus manos. Son una nueva clase de policía consagrada a la destrucción del patrimonio literario de la humanidad, para así proteger el Nuevo Orden imperante y salvar al hombre de su propia estupidez.

En el país de Montag hay que ser feliz por decreto, y la gran mayoría de la gente lo es. Son felices sin pensar, ríen, ven la televisión y vuelven a reír... y siguien riendo. No leen, porque leer obliga a pensar por uno mismo, y por lo tanto, impide ser estúpidamente feliz. Por eso en el país de Montag atesorar libros es un delito y leerlos un crimen severamente castigado por las leyes. Los asociales que tratan de leer deben ser perseguidos, porque no sólo osan leer, sino que además tratan de que otros lean, contaminando al resto y evitando que el Estado se encargue de nuestra felicidad, esa que nosotros mismos no somos capaces de mantener.

En mi país, el nuevo reglamento de circulación que está a punto de aprobarse prevé la obligatoriedad de llevar casco al montar en bicicleta, aunque sea dando un paseo por el parque que está en frente de mi casa.

¿Quién soy yo para valorar los pros y los contras? ¿Acaso me creo con derecho a arriesgar mi propia vida? Por un momento pensé que sería capaz de tomar mis propias decisiones, por suerte que ahí está Papá Estado para corregirme y ponérmelo fácil, "no pienses, gañán, no te plantees nada. Cómprate un casco y serás feliz. Y si no quieres serlo, tranquilo, te obligaremos a serlo".

Siempre estaré en contra de las prohibiciones y mandatos que atentan contra la propia libertad del invididuo y que no afectan a terceros. Es como el cinturón de seguridad, cuyo efecto salvador sólo repercute en mi y en mi limpiparabrisas o  el casco de la moto, algo que debe quedar entre mi dura mollera y el gris asfalto... pero hoy estoy terco, lo siento. Me he levantado algo protestón, incluso hasta con ganas de pensar. Ya lo sé, Bradbury me lo advirtió "Disponemos de muchas horas, horas después del trabajo, sí, pero ¿y tiempo para pensar? Si no se conduce un vehículo a ciento cincuenta kilómetros por hora, de modo que sólo puede pensarse en el peligro que se corre, se está intervinendo en algún juego o se está sentado en un salón, donde es imposible discutir con el televisor de cuatro paredes..." Y esta noche, me ha dado por leer, en lugar de ver la tele... y

Y entonces me pregunto tan sólo por qué, como le pasaba a Clarisse, "ella era una bomba de relojería... no quería saber cómo se hacía algo, sino por qué. Esto puede resultar embarazoso. Se pregunta el por qué de una serie de cosas y se termina sintiéndose muy desdichado."

Puede que sigan prohibiendo, igual nos dejan sin bollos o donuts, no nos vayamos a poner gordos... anda, !pero si eso ya lo han prohibido en los colegios! No sé, quizás los Mc Donalds tengan los días contados... puede que limiten el número de gambas que podemos comer en una cena por el tema del ácido úrico... En todo caso, aprovechad para andar por la calle sin coderas ni rodilleras, quién sabe si no será lo próximo...

Haré mía una frase de Jim Morrison, ese genio loco... que además cantaba y que un día dijo aquello de "Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición".