martes, 26 de mayo de 2015

Porque el fútbol también tiene héroes

Hoy pienso que por culpa de algunas noticias que descubro, como cuando un árbitro todavía imberbe sufre una agresión a manos de un padre que tiene más de salvaje que de padre, o veo esos gestos más propias de barriobajeros que de futbolistas de primer nivel, me dan ganas a veces de exiliar al fútbol de mi vida y dedicarme exclusivamente a otros deportes que, sin duda me parecen más sanos y ejemplares.

Sin embargo, ya lo decía Alejandro Dumas, "todas las generalizaciones son peligrosas, incluida esta" y el fútbol no es una excepción, porque el fútbol también tiene mucho que dar y mucho que decir. 

Fue hace ya algún tiempo cuando descubrí a Carlos Matallanas, periodista deportivo del que no sabía nada más que su nombre, de hecho cuando leía algo suyo en elconfidencial.com pensaba que era su hermano, Javier Matallanas, también periodista, con más años y experiencia en el mundo del deporte.

Sin embargo, un día, me quedé parado al leer el título de su blog: "Hola, soy Carlos Matallanas y me acaban de diagnosticar ELA". Fue entonces cuando empecé a navegar buscando más información sobre él, descubriendo que Carlos era el hermano pequeño de Javier, un chaval que había hecho sus pinitos en el mundo del fútbol, y que incluso seguía jugando a nivel amateur en un equipo de tercera división y que ahora, al igual que su hermano mayor, se había metido de lleno en el periodismo deportivo. 

A partir de ese post, comencé a seguirle, un poco por curiosidad y sobre todo por admiración. Era increíble ver con qué objetividad narraba su propia historia, una historia de la que él, desde el primer momento, ha sido consciente de que no va a tener un final de Disney. Y sin embargo ahí estaba, echándole coraje y sacando fuerzas para contar su historia con el fin de dar a conocer una enfermedad tan cruel como extraña y caprichosa.

Día a día Carlos ha ido describiendo cómo la maldita enfermedad se va apoderando de su cuerpo y de su vida y, sin embargo, él sigue luchando. No niega la realidad ni habla de sueños inalcanzables, pero no se resigna a dejar de vivir los días que le quedan. 

Estamos hablando de hace tan sólo 8 meses, y sin embargo, hoy Carlos ya ni siquiera puede hablar. Pero sigue escribiendo y sobre todo, sigue viviendo, en el sentido más amplio de la palabra. Sigue disfrutando, sigue trabajando y sobre todo, sigue luchando, como hacemos todos, desde que se levanta hasta que se va a la cama.

Y entonces aparece Fernando Torres, amigos desde la infancia y compañero de goles del hermano de Carlos, cuando siendo un chaval ambos se iniciaban en este deporte, ha estado desde el primer momento al lado de Carlos, en la intimidad, como los amigos de verdad. Carlos nunca le ha pedido nada, y sin embargo, fue Fernando el que le propuso realizar un proyecto, una entrevista muy especial. 

No es Fernando Torres persona muy dada a los focos y a mostrarse abierto contando su intimidad, pero sin embargo, la ocasión merecía la pena y así se lo hizo saber a Carlos, quien agradeció el gesto de su amigo, para así, que todo el mundo sepa más de esta enfermedad, y de camino, aunque es lo de menos, descubrir a dos grandes personas.

Citaba antes a Alejandro Dumas para alertar del peligro de generalizar, pero me quedo con esta frase del propio Carlos: "Modestamente, les invito a que no vuelvan a generalizar en esto ni a infravalorar el deporte o el fútbol en sí mismos. Lo practiquen o no, sean aficionados o lo detesten, conviene no poner etiquetas tan dañinas e incompletas. La facilidad para discernir que este era el momento de hacer lo que ha hecho respecto a mi enfermedad es una virtud de Fernando Torres, futbolista".





Aquí os dejo el vídeo de la entrevista, yo mientras tanto, seguiré leyendo a Carlos, esperando que siga escribiendo mucho tiempo, y aunque él no le guste hablar de milagros, seguiré esperando un milagro, ¿quién sabe, Carlos? Puestos a creer en milagros, quién mejor que un luchador como tú para ser su protagonista. Y también seguiré viendo a Fernando jugar el fútbol, pero de ahora en adelante lo veré con otros ojos, lo apreciaré y lo admiraré no sólo como futbolista, sino también como persona, porque el fútbol también tiene héroes...

sábado, 16 de mayo de 2015

De 20 miradas perdidas

Hoy pienso que el pasado martes era un día importante, el Barça se jugaba el pase a la final de la Champions y yo tenía una tarde complicada y cargada de compromisos que quería rematar viendo el partido con los amigos. 

Dos días antes, Jorge Pastor, periodista, artista y, en los ratos libres amigo, me mandó un mensaje claro y directo, sin preguntas, así a bocajarro: "dime donde te recojo el martes a las 20:30 para ir a la inauguración de mi exposición".

Mi primera reacción fue soltar una sonrisa incrédula, era la tercera vez que me invitaba y siempre me había pillado liado con otra cosa, ¡otra vez era imposible!. De forma espontánea y algo resignado le contesté que, una vez más, me era imposible que lo dejábamos para otra ocasión, que seguro que habría más.

Sin embargo, durante un rato estuve dándole vueltas al asunto, realmente este Jorge es un tío obstinado y tras seguirle en las distintas redes sociales, estaba seguro de que su exposición tenía que merecer la pena, si no, seguro que no insistiría tanto. Finalmente conseguí aparcar otro evento previsto para esa tarde y hacer de tripas corazón perdiéndome el reencuentro de Guardiola con su querido Camp Nou.

La exposición tenía lugar en Linares, y Jorge se ofreció gustoso a llevar su coche, a las ocho de la tarde, con él de chófer, guía y amenizador del trayecto, contando anécdotas varias, propias de un corresponsal como él, de los que viven con pasión cada minuto de su trabajo y cada renglón de sus artículos. Ahí es cuando uno se da cuenta de que cuando Jorge enfoca el angular, el resultado no es una mera instantánea, sino un relato lleno de palabras invisibles.

El garito no podía ser más ideal, "La Galería" se llama, un café vestido con gusto, relativamente nuevo, y regentado por Agustín, un tipo con arte y con algunas exposiciones ya a sus espaldas, aventurado ahora en la arriesgada tarea de dar a conocer el arte de la tierra, una labor tan bonita como difícil.

Una vez allí, me esperaban 20 retratos distintos, cada uno único y diferente, donde su protagonista habla por sí solo. Sin embargo, tuve el privilegio de asistir a una explicación de su propio autor, y así, Jorge fue describiendo la pequeña intrahistoria de cada foto consiguiendo que, al terminar y echarle de nuevo un vistazo a las instantáneas, fuesen ellas las que te siguiesen contando, hablando, susurrando...

Y como siempre suele ocurrir en estos casos, lo mejor de todo la compañía, ver allí a un genio del arte como es Belin, corriendo sin aliento detrás de su renacuaja y más preocupado por la exposición que su propio autor, no hace sino duplicar esa fascinación que ya sentía por él, porque ahora puedo admirarlo como artista y apreciarlo como persona.

También hubo tiempo de conocer gente interesante, como Marga, una chica de Lleida que pasaba por allí por circunstancias de la vida. También pude adentrarme en personalidades como la de Julio Ortega, protagonista singular de una de los retratos de la exposición, un tipo curioso, de esos que podrían estar hablándote toda una noche de su vida y cada minuto podría dar para una novela. Cortador jamonero, torero (que no matador, como él me aclaró), rapsoda, cantaor de flamenco, poeta y currante por necesidad, tuve el privilegio de escuchar algunas enseñanzas de la vida de esas que sólo se aprenden viviendo, y desgraciadamente sufriendo.


Y así acabó la noche, como tienen que acabar estas cosas, con un  botellín de cerveza fresquito entre las manos y hablando de sentimientos y de vivencias rodeado de 20 retratos que, incluso allí, de fondo, seguían contando cosas. Lástima que a esa misma hora estuviesen en Munich pegando patadas a un balón y esta exposición no tuviese todo el relumbrón que merecía. Aún así, a los que os pille cerca, os recomiendo que os acerquéis a Linares, en el Café La Galería y degustéis las 20 miradas perdidas con las que Jorge quiere que encontremos la nuestra...

miércoles, 13 de mayo de 2015

Dos son compañía, tres un delito

Hoy pienso que en época de elecciones todos los programas se llenan de promesas, muchas de las cuales, no dejan de ser meras quimeras, propuestas populistas que la gente adora escuchar.

El problema se agrava cuando llegan varios comicios seguidos en muy poco tiempo, y encima surgen nuevos partidos que sin experiencia y, sobre todo, sin una ideología definida tienen que dejar de criticar, lo cual es fácil, y ofrecer propuestas e ideas novedosas, aquellas que la casta no ha hecho hasta ahora. Entonces es cuando uno observa auténticas barbaridades que seguramente alguien, en su buen afán, ha metido como propuesta sin darse cuenta, no ya de las consecuencias de dicha propuesta, sino del propio fondo de lo que está sugiriendo.

Y eso es justo lo que me estoy encontrando con Ciudadanos, que empieza a desvariar con medidas algo extrañas, al menos a mi parecer. Una de ellas, la elección de sus candidatos en primarias como condición a otro partido (en este caso el PP) para llegar a un posible pacto. A ver, que no es que esté a favor o en contra de  primarias, pero quién es nadie para entrar a juzgar o exigir incluso la forma de gestionar tu partido. Eso es como si en la Junta de la Comunidad de vecinos, el del ático te dice que vota a favor del arreglo de la fachada que has propuesto si tú le quitas el gotelé a tu casa, que ya está pasado de moda.

Por otro lado, el programa de Ciudadanos ha incluido también una medida de control para evitar el uso impropio de la vivienda. 

Y es que si Podemos venía con aquello de expropiar casas vacías, estos contraatacan con la medida contraria, es decir, delimitar el número máximo de habitantes por vivienda.

Según parece, para ellos, más de dos personas durmiendo en una habitación sería abusivo, inhumano, tercermundista. Y así, proponen crear la figura del "inspector del hogar",  una especie de policía doméstica que se encargaría de visitar y supervisar que tres hermanos, por ejemplo, no compartan habitación.

Viendo como se contagian este tipo de medidas absurdas, imagino que dentro de poco alguna feminista pedirá también la prohibición de que dos hermanos pequeños de distinto sexo convivan en la misma habitación, denunciando a esos réprobos padres (perdón, quería decir progenitores) que permiten tal execrable desarrollo de la personalidad.

Atrás quedaron los tiempos de aquellas familias de más de 8 hijos, eso es cierto, pero no hace falta retroceder muchos años para encontrar familias cuyos hijos compartían dormitorio. Yo mismo, que no me considero todavía una persona muy mayor (aunque sí lo sea, por cierto, para Albert Rivera, por haber nacido cuando Franco empezaba a agonizar y no ya una vez muerto). Como decía, yo  he compartido cuarto con mis dos hermanos, ¡los cuales dormían en una litera! Mueble que imagino que pasará de ser un utensilio valioso para el descanso nocturno a un instrumento de tortura discriminador y por supuesto, prohibido tajantemente. Señores de IKEA, vayan apretándose los machos, que llega Ciudadanos.

Aquellas tardes de "no estudio", con el libro y el bocadillo de chorizo encima de la mesa y el parchís escondido entre las piernas por si mi padre entraba de sorpresa. Esas noches de confidencias, en las que nos preguntábamos qué diría Papá si al final me suspendían las Matemáticas, los consejos sobre cómo hablarle a aquella chica que tanto me gustaba o cómo nos quedábamos dormidos mientras mi hermano nos soltaba un monólogo que nos servía de dulce  nana. Nuestras mañanas de duros madrugones, con aquel programa de "Canela Fina" que nos despertaba lentamente antes de ir al colegio. Sinceramente, aquel dormitorio compartido entre hermanos es uno de los mejores recuerdos de mi infancia.

Si Ciudadanos hubiese llegado hace 60 años, igual el pobre abuelo de la familia Cebrían, el siempre genial Pepe Isbert, no podría haberse jubilado, tendría que seguir trabajando para ayudar en el pago de la hipoteca de una mansión, porque con 15 nietos, hubiesen necesitado una casa como la de Boyer y la Preysler para poder cumplir la norma de Rivera.



Lo que más me preocupa es mi chiquitina, cuando una de estas noches, ya entrada la madrugada venga a mi dormitorio, como todavía hace de vez en cuando y se meta entre las sábanas, a ver cómo le explico yo que se tiene que volver a su cama, que no puede dormir en la nuestra porque entonces ya seríamos tres en una cama y es que tres, a los ojos de Rivera no son  multitud, tres son ya un delito...