martes, 30 de agosto de 2011

Pepe y la limitación del déficit público

Hoy pienso que llevo ya varios días escuchando cosas sobre la ya famosa reforma de la Constitución, con el fin de articular en ella la limitación del déficit público en la Constitución.

Estoy oyendo auténticas barbaridades, incluso me atrevería a calificarlas de sandeces, aunque quizás se deba a la mezcla de tecnicismos y palabros demagógicos. Sin embargo, la realidad, al menos en mi opinión, es mucho más fácil y simple.

Vamos a poner de ejemplo a un españolito de a pie, Pepe, casado, con dos hijos y con unos ingresos de 2.000 € al mes.

Como todos nosotros, Pepe también tiene que hacer frente a una serie de gastos, como la hipoteca, la letra del coche, colegios, gastos en alimentación, etc. En total unos gastos fijos de 1.300 € al mes.

Esto significa que Pepe y su familia cuentan con 700 € para gastos de otro tipo, algunos más necesarios y otros no tanto, pero todos, al fin y al cabo, prescindibles. Sin embargo, además del Canal +, el gimnasio y el cine de los sábados, Pepe también tiene que hacer frente a una serie de gastos que aunque no son periódicos, aparecen de vez en cuando, como los libros de los niños o el seguro del coche.

Un buen padre de familia (o madre, Bibi, no te me enfades) debe contar con todo ello, y así, Pepe, debe saber que si gana 2.000 € al mes, debe gastar, como mucho, 2.000 € al mes, si bien estaría bien que gastase un poco menos para así, ir creando una "hucha" donde tener un pequeño fondo para hacer frente a algún gasto inesperado, como puede ser una avería gorda del coche o una inesperada derrama que la comunidad de vecinos aprobó cuando estábamos de vacaciones.

La "hucha" es lo que en el argot económico se denomina superávit y los gastos extraordinarios suceden en las denominadas situaciones coyunturales.

Claro, aquí es donde vienen los problemas. Si los gastos de Pepe se desbordan y suben a 2.100 € y de pronto se encuentra de le suben el Euribor de la hipoteca, que se le rompe el coche y tiene que comprarse otro y que a su hija de 8 años hay que ponerle aparato... sus gastos no están cubiertos, no tiene "hucha" a la que acudir y sólo lequeda ir al banco a pedir un nuevo préstamo, el cual, conocedor de su situación, le pedirá unos intereses mayores, que sólo podrá pagar si reestructura todo su presupuesto. Y siempre, claro, que no le sobrevenga un nuevo gasto inesperado.

En este momento, el pobre Pepe tendrá que apretarse el cinturón, quizás tendrá que elegir entre el Canal + y el gimnasio y puede que la PlayStation que prometieron a su niña tenga que esperar.

Sin embargo, Pepe puede salir de ésta, y cuando lo haga tendrá que plantearse mantener una organización presupuestaria para evitar caer en una situación similar como la que vive. Eso significa que tendrá que controlar el gasto para nunca ir más allá de sus 2.000 €, previendo incluso la "hucha" para poder hacer frente a los gastos inesperados.

Pepe no es millonario, pero tiene un buen sueldo, por tanto, una vez superada esta crisis, podrá permitirse gastos como los del Canal + o el gimnasio, pero tendrá que estudiarlos, priorizarlos y saber hasta dónde puede llegar, ya que si vuelve a perder el control, recaerá otra vez.

La reforma constitucional no supone ningún recorte de políticas sociales, como afirman los demagogos habituales. La reforma pretende establecer un límite a los gastos del Estado. Pero no imponiendo siquiera un equilibrio presupuestario, es decir, limitar los gastos a los ingresos, sino que se sigue permitiendo el endeudamiento (pedir dinero al banco para pagar el exceso de los 2.000 €), limitando únicamente hasta dónde puede llegar dicho endeudamiento.

Lo curioso es que finalmente en nuestra Constitución no habrá una cifra concreta del déficit máximo (como sucede, por ejemplo, en la Constitución alemana) sino que la cifra concreta será establecida mediante Ley Orgánica. Esto permite un mayor margen de maniobra al Gobierno entrante, aunque parece que los límites permisibles de déficit ya están pactados.

Ante esta reforma, han salido dos grandes opositores a la misma, por un lado, la izquierda más pura y por otro los nacionalistas, todos a una.

La izquierda defiende que este límite supondrá un recorte de políticas sociales. Bueno, eso es muy relativo, dependerá del gestor, es decir, del gobernante, que tendrá que saber gestionar de forma más eficaz y eficiente de como se venía haciendo hasta ahora, pero en cualquier caso, a estas alturas, estos chicos de la izquierda deberían saber que 2+2=4 y que si gastas 6, esos 2 que sobran alguien los tendrá que pagar, por mucho que defiendan que "el dinero público no es de nadie" y que, por ende, no se acaba nunca.

Los nacionalistas son conscientes de que con la fórmula pactada el Gobierno sí tiene margen de maniobra, porque en cualquier momento (cumpliendo con los requisitos legales) puede modificar la Ley Orgánica y, por tanto, la cuantía del límite deficitario. Sin embargo, las Comunidades Autónomas y Administraciones Locales tienen que cumplir la ley y no tendrán válvula de escape a no ser que el Congreso lo vote. No obstante, aún no he leído nada acerca de las consecuencias del incumplimiento de dicho límite...

En mi opinión, dicha reforma llega algo justita y le falta ambición, primero porque no regula, como digo, las consecuencias al incumplimiento del límite, y segundo porque no hubiese estado mal obligar a Pepe, en época de vacas gordas, a destinar una pequeña parte de los 2.000 € a la "hucha" de imprevistos, es decir, regular en esa Ley Orgánica el establecimiento de un "superávit" en los denominados "ciclos expansivos".

Esta es la realidad y todo lo demás, colorantes y conservantes añadidos a gusto del consumidor...

miércoles, 17 de agosto de 2011

Dedicado a Jorge

Hoy pienso que cuentan que un día un hombre que acababa de perder a su hijo de 11 años, acudió al cielo para pedirle explicaciones a Dios.

Una vez allí, se encontró con un ángel que, al verlo tan exaltado, le preguntó con prudencia: "¿qué te ha pasado, buen hombre, para tener el alma tan alterada?"

"Vengo a hablar con Dios. ¿Tú lo conoces? Creo que Dios no es como me habían dicho. Tengo que decirle que no es tan generoso como se cree ni tan piadoso como predican". Le dijo el hombre. "¿Sabes? Yo tenía un hijo. Era dulce, cariñoso, alegre... desde que nació, hace 11 años, hizo que la vida de mi esposa y la mía fuesen maravillosas... Sin embargo, un día, así, sin avisar, se fue. Ha sido Dios el que me lo ha arrebatado y se lo ha llevado con él.

Unos, para consolarme, me dicen que se lo ha llevado al cielo porque era el ángel más bueno y ejemplar de todos cuántos pueden existir y que Dios, al verlo, no pudo resistir la tentación de llevárselo con él. !Menudo consuelo! Si eso es así, Dios es un Ser egoísta, que me ha robado lo que más quería tan sólo para tenerlo a su lado.

Otros me dicen que Dios me debe haber castigado a mi por algo malo que hice... Quizás es cierto que no sea una buena persona y estoy seguro de que nunca he merecido un ángel por hijo, pero por muy mal que me haya portado... !Dios es muy cruel si me castiga de esta forma!"

El ángel lo miró sonriendo piadosamente, esperó unos segundos y le dijo... "Ya sé quién es tu hijo, y llevas toda la razón, efectivamente es el ángel más bueno y alegre de todos los que aquí habitamos, y de hecho es el preferido de Dios.

Dios, sabedor del bien que hace y la felicidad con la que obsequia a los que están a su lado, decidió hacer un regalo a los hombres de la tierra, y así cada cierto tiempo, lo envía con una familia para que disfruten de su alegría. A Dios le encanta su compañía, pero por eso mismo lo envía, para que otros también puedan sentir lo que él siente a su lado. El problema es que al ser un ángel, su bondad e inocencia no le permiten convertirse en un hombre de carne y hueso y por eso, antes de dejar de ser un niño, tiene que volver al cielo".

El hombre, se quedó pensativo y dijo, "vale, es cierto, y no pongo en duda su generosidad, pero sigue siendo una crueldad arrebatármelo de esa forma, quizás sería mejor no haberlo conocido nunca para no amarlo tanto y ahora sentirme tan triste..."

El ángel de nuevo sonrió suavemente y le dijo: "Ese problema lo resolvió Dios hace mucho años, cuando os obsequió con los recuerdos y los sentimientos. Tu ángel siempre estará contigo en tu corazón y ver su cara en tus sueños te servirá para levantarte con una sonrisa cada día y ser feliz junto al resto de personas que te quieren, porque lo que nunca nadie te podrá arrebatar son los años a su lado y porque te dejó un legado que no puedes desperdiciar. Seguro que pronto lo descubrirás".

Entonces el padre, de repente, se acordó una pequeña planta que su pequeño guardaba en el cuarto y se dio cuenta que de por tanto llorar y lamentarse, se había olvidado de regar esa pequeña plantita que con tanto mimo cuidaba su niño... entonces recordó que cuando venía de mal humor y cansado del trabajo, se encontraba a su pequeño ángel en casa siempre con una sonrisa... y entonces todo se curaba".

El hombre, con lágrimas en los ojos le dijo al ángel: "¿Querrás decirle a Dios de mi parte que me perdone por pensar que era egoísta y cruel? Dale las gracias por el regalo que me ha dado y dile que estas lágrimas son de alegría, porque cada vez que recuerdo la carita de mi ángel siento su sonrisa haciéndome cosquillas en el corazón".

Dedicado a Jorge, al que nunca conocí, pero cuya sonrisa me cautivó cuando lo veía cada día, con su pelo rapado al cero, subir por la calle junto a su madre. Un día con muletas y otros con mascarilla... pero siempre, siempre con esa cara de ilusión que me contagiaba al instante.

jueves, 11 de agosto de 2011

Bitácora de una familia feliz (3)

Cuando finalmente llego a la playa, tres horas y 240 metros después, mi princesita me dice que la arena quema, así que no tengo más remedio que cogerla en brazos, aunque no sé con qué fuerzas ni con qué brazos... comienzo a andar y... efectivamente, doy fe de que mi niña decía la verdad, la arena no quema, !abrasa!

Comienzo a buscar a mi Cari, que tiene que estar por aquí, porque es donde todos los días ponemos la sombrilla, pero claro, hoy es sábado y las sombrillas son de todos los tamaños y colores... además la nuestra la llevo yo, con lo cual me siento como un niño de 7 años buscando a Wally.

Tras un primer barrido por toda la cala, con el poco aliento que me queda, veo que alguien me saluda y me llama por mi nombre completo, observando atónito cómo mi vecino del tercero se me acerca y me abraza efusivamente... sí, el mismo que ni siquiera me saluda cuando coincidimos en el ascensor cada día... Tras los prolegómenos habituales señalando las casualidades de la vida y lo parecido del mundo a un pañuelo, aprovecha para preguntarme si recibí la última carta de la comunidad, una de esas que ni me entretengo en abrir, aunque claro, ese dato lo omito, puesto que ya se encarga él de ponerme al día y digo yo que si no habrá temas de conversación más interesantes que comentar el aire acondicionado que ha instalado el vecino del ático y lo que afea la fachada del edificio.

Por suerte se me ocurre una coartada, y me excuso diciendo que mi niña está ansiosa por bañarse en la playa y me voy dejándole con ganas de contarme algún cotilleo relativo a las estudiantes del segundo... no sin que antes no pueda evitar que mi preciosa comente que en realidad ella no quiere bañarse, que el agua está fría... gracias, hija, por dejarme tan bien con el vecino...

Sigo andando y vuelvo sobre mis pasos, exceptuando el tramo cerca del vecino, donde prefiero dar un rodeo para evitar tentarle a que me cuente lo de las universitarias del segundo...

A la tercera vuelta a la cala, un cachondo con un tatuaje en el pecho me pregunta con cierto gracejo si le vendo una de las Coca-colas... ya no me quedan ni ganas de contestar...

De pronto oigo mi nombre, y miro, es mi Cari, !qué alegría!, aunque no está en la playa, sino en el paseo marítimo, con los brazos en la cintura y con cara de desesperación.

Me acerco y le pregunto: "¿pero qué haces aquí?"

- "Pero bueno, ¿dónde te metes? Llevo más de dos horas esperando a que lleguéis. ¿Pero no te acuerdas que hoy habíamos quedado con mi prima en la playa del fondo? Bueno, quizás no te lo dije, pero vamos, no es difícil imaginar que si no estamos aquí y mi prima siempre viene por estas fechas, nos hemos ido a buscarla, ¿no? Y mientras yo te espero aquí, muerta de calor, tú ahí hablando con el vecino, de fútbol, seguro... por cierto, ¿has comprado la lechuga? ¿No? No me lo puedo creer, !para algo que te encargo!"

Y en ese momento, siento un cosquilleo caliente por todo el pecho, y me acuerdo de que mi princesita, todavía en mis dormidos brazos, no lleva pañales... pero ya es demasiado tarde...

PD. Dedicado no sólo a la persona que me inspiró, sino a todos los que de una forma u otra se identifiquen con la historia, en la cual, todo parecido con la realidad no es pura coincidencia...

miércoles, 10 de agosto de 2011

Bitácora de una familia feliz (2)

... El problema es que en ese pequeño segundo, milésimas diría yo, en que me agacho para recoger el dichoso manguito, he soltado la mano de mi chiquitina, y cuando una vez convertido de nuevo en mulo de carga busco su pequeña manita, !sorpresa! la veo a unos escasos metros, agachada, tratando de descubrir por sí misma el misterio de un pequeño obstáculo marrón plantado en mitad de la acera, y que, efectivamente, es lo que parece, un excremento canino de dimensiones apreciables, o lo que es lo mismo, una boñiga de perro del tamaño de un elefante.

Es entonces cuando no tengo más remedio que soltarlo todo, rompiendo la obra de ingeniería digna del mejor Juan de la Cierva, buscando, en mitad de todo el desaguisado, las toallitas salvadoras de todos los males. Abro una bolsa, la de las Coca-Colas, sigo buscando, pero sólo encuentro la crema para las hemorroides, "!pero quién ha metido esto aquí! !Niña, no me toques con esas manos llenas de m...! !de caca! ... No, chiqui, no te he regañado... no estoy enfadado... pero no, no te puedo dar un abrazo, espera que te limpie esas manitas tan bonitas..."

Finalmente logro que sus manos vuelvan a ser las de una dulce niña de su edad... en los cuentos de hadas, claro. Entonces me levanto con las manos envueltas en toallitas que han dejado de oler a Aloe Vera, miro a un lado, a otro y descubro que en ese pueblo el número de papeleras es inversamente proporcional al de chiringuitos... y allí estoy yo, con las toallitas adornadas por excrementos de un mastín napolitano, un montón de paquetes dispersados por el suelo y una pequeña niña con cara de no haber roto nunca un plato que no para de balbucear "papá, tero paya, paya, amos a la paya!!" Y sólo hemos recorrido 120 metros.

Justo cuando logro deshacerme de las toallitas y nos disponemos a seguir nuestro camino, como Don Quijote y su pequeña Sancho Panza, noto algo vibrar... debe ser mi móvil. De nuevo a buscar el móvil entre tantas bolsas y tras toparme de nuevo con la maldita crema de las hemorroides, consigo leer un SMS: "Cariño, compra de camino una lechuga en el Super para la ensalada".

Vuelvo a arramblar con todos los bártulos, pero esta vez una de las sillas no encuentra su sitio en mi espalda, así que opto por llevarla en la mano, pero abierta, que es la única forma, aunque eso signifique tener que ir andando de lado con mi niña abriendo camino de la otra mano y a paso de tortuga.

Llegamos al Súper y en la puerta acierto a leer un cartel que prohíbe el paso con bolsos y otros enseres de playa. ¿Incluirá eso niñas de 2 años? me pregunto con sorna.

Tras convencer a la cajera de que guarde todas mis posesiones bajo su caja, entro y llego a la sección de verduras y hortalizas, divisando las lechugas. Curioso mundo el de las lechugas, pues resulta que la lechuga fresca de toda la vida no existe, sino que hay lechugas iceberg, escarolas, las acogolladas... ! y hasta lechugas romanas! será que no hay huerta en España como para tener que importar las lechugas de Italia... Tras mucho discurrir, opto por la lechuga que, al menos a simple vista, parece la más normalita, la de toda la vida... que curiosamente es la romana.

Nos acercamos a la caja, mi niña, mi lechuga y yo... miro triunfante a la hortaliza, y en ese momento, mi niña grita: "papá, pipí, pipí!"

- "No puedes aguantar un poco, cariño?" Le suplico incrédulo.

- "Papá, pipí!".

No había días para elegir probar a quitarle los pañales a la enana!

Dejo la lechuga en la primera estantería que encuentro, cojo en brazos a mi chiquitina y me dirijo a los servicios, los cuales están cerrados porque son sólo "para uso de los empleados".

Me acerco a una cajera que me informa de que la llave la tiene el guardia jurado, el cual está en la puerta de atrás. Vuelvo sobre mis pasos con mi niña que sigue con la cantinela del pipí. Encuentro al susodicho, que amablemente me acompaña a los baños, aunque no todo lo rápido que las circunstancias requerían, posiblemente sin ser consciente de que mi hija podría convertirme en una maceta recién regada en cualquier momento.

Tras la limpieza previa del water, siento a mi niña, quien rápidamente suelta un "Papá, no sale", que termina de desmoralizarme del todo.

- "Quieres que esperemos un poco, a ver si te dan ganas?"

- "No, Papá, paya, paya".

¿Qué se le va a hacer? Nos dirigimos de nuevo a la caja, pero no encuentro la lechuga donde la dejé y un chaval joven, que dice ser un reponedor me dice, algo mosqueado, que ha llevado la lechuga al área de las hortalizas, ya que "con estos calores se ponen pochas con facilidad, y claro, como Ustedes no las pagan..." . Me disculpo y vuelvo a por otra lechuga y de ahí de nuevo a la caja, que esta vez está abarrotada. "Pero qué ha pasado aquí!", digo en voz alta, mientras una señora mayor con ganas de cháchara me explica que es que la otra cajera se ha ido a desayunar...

Durante la espera de nuevo la princesa abre la boca, esta vez para pedir agua... la pobre, !no me extraña que no saliese el pipí, si tiene que estar seca con tanto paseo!

Para no perder el sitio, le digo que se acerque a la estantería, que está a escasos metros, donde hay botellas de agua de todos los tamaños y colores. Con su paso titubeante, consigue acercarse y coge una de las botellas azules (la más cara, tiene buen bouquet la niña), y como la cola es larga, se la abro para que vaya calmando la sed.

Por fin es nuestro turno, pongo la lechuga en la cinta y busco la cartera en mis bolsillos... y recuerdo que al salir de casa le pedí a mi Cari que me la guardase en su bolso para no perderla... !justo el único bolso que lleva ella!

Regalo mi mejor sonrisa a la cajera y trato de explicarle el malentendido. Ella me mira y con voz resignada me dice que no pasa nada, pero que la devuelva yo a su sitio para no hacer trabajar al pobre reponedor, "encima que no se la lleva!".

De pronto mira a mi niña y ve que la botella ha pasado a ser un biberón propiedad de ella y su cara, esta vez sí, torna a un gris oscuro... pruebo con otra sonrisa, pero no cuela...

Lo peor viene cuando le pido que me permita recoger todos mis bártulos que su compañera tuvo la amabilidad de guardarme bajo la caja... La señora cajera suspira y sirve su venganza en plato frío, se regodea diciéndome que debo esperar a que llegue su compañera e incluso aprecio a discernir una sutil pero malévola sonrisa cuando añade casi susurrando: " y a ver si entre tanta bolsa encuentra un mísero eurillo para pagar la botellita de la niña, !so gorrón!".












lunes, 8 de agosto de 2011

Bitácora de una familia feliz (1)

Hoy pienso que hace unos días, disfrutando de unos merecidos días de asueto vacacional en la playa, coincidí con unos amigos allí con los que gusta reunirse alrededor de unas cervezas fresquitas aliñadas por un pescaíto de la tierra. Como no puede ser de otra manera, la tertulia derivó por distintos campos, hasta que una de las parejas empezó a narrarnos su día a día en las vacaciones, haciéndonos ver lo lejos que quedaban de lo que cualquiera puede imaginar, ni tan siquiera intuir cuando escuchamos las palabras mágicas de playa, vacaciones y verano en la misma frase.

Cuando terminamos la sobremesa, a eso del atardecer (ya se sabe como son las sobremesas en esta época estival) no pude por menos que pedirle a mi amigo que me dejase escribir unas líneas en mi blog sobre su intensa vida veraniega, a lo que no sólo accedió sino que me volvió a narrar con pelos y señales una serie de anécdotas que darían casi para un libro. En fin, que aquí va dedicado el primero de los pequeños relatos dedicados a mis amigos, aunque quizás no sean los únicos que se reconozcan en ellos...


Disfrutábamos de un día tranquilo, en un pueblo costero, en familia, mi querida esposa, mis dos pequeñajos de 3 y 2 años respectivamente, y yo. Entiendo por un día tranquilo, de vacaciones, la rutinaria jornada que comienza casi antes de amanecer, gracias a los dos príncipes de la casa (príncipes en la acepción de Maquiavelo, no de un cuento de Hadas) que te “ruegan” (rogar, exigir… son palabras cuya diferencia ellos no entienden) que les hagas compañía en el duro trance de iniciar un nuevo día.

Tras la pelea respectiva por conseguir que se beban un vaso de leche con cola cao y dos magdalenas (previamente la tostada acabó en el suelo cayendo del lado de la mantequilla, para no dejar mal al ínclito Murphy y la leche pasó hasta tres veces por el colador por las miguitas que se colaban y la inexistente nata que sólo ellos son capaces de apreciar) procedemos a prepararles para el intenso día (hace mucho que aprendimos que si no quieres cambiarles hasta tres veces de ropa antes de salir de casa, hay que vestirles después de desayunar). La verdad, cuesta lo mismo ponerles un bañador y una camiseta que vestirlos para la boda de mi primo el de Barcelona, al menos, lleva el mismo tiempo y similar esfuerzo aunque el resultado no sea el mismo.

Tras el arduo camino hasta la playa… sí, sí, vale, lo sé, son 240 metros (los tengo contados) pero imagináos los 240 metros con un bolso colgado al hombro que incluye las toallitas, los pañales, , el bronceador, el after sun, el aceite de mi Cari, el repelemosquitos, la crema por si se escuecen, la barrita esa para los chichones, el trombocid, la… ¿qué hace en el bolso la crema antihemorroidal?, en fin, en el otro hombro, un gran bolso de playa con las toallas de toda la familia, bueno, y alguna más, porque aunque somos 4, llevamos 6 toallas, ya que, como dice mi Cari, si te tumbas en una, ¿luego con qué secas al niño? A ver si va a coger frío… Que digo yo que en agosto, a pleno rechisol y con 50 grados pegándole en el cogote, puedes coger muchas cosas, pero frío frío… pues si Cari dice que se puede coger frío, será que se puede…

Cruzado al cuello me echo una silla para mi Cari, que a la pobre le duele la espalda, además las dos sillitas pequeñas, que luego no utilizan, pero que hay que llevar por si se les antoja, En la mano otra bolsa con las mudas de los niños, porque al salir del agua hay que cambiarles el bañador… otra vez no vayan a coger frío… una camisetita más formal para el chiringuito, no se vaya a molestar el camarero si mis niños llevan la misma camiseta que se han puesto en la playa… no tendrá el camarero otra cosa en qué fijarse que si mi niño lleva algún lamparón en la camiseta...

La idea es que mi Cari lleve a los niños de la mano, por eso yo llevo esas cuatro cosillas, pero, suele suceder que al salir del ascensor, la chiquitina, que todavía anda como un patito… (muy mono, pero como un patito) se le antoja ir de la mano de su papá, y claro, a mi se me hace la boca agua, así que agarro la bolsa donde llevo el agua, las coca colas, los dulces y las patatillas fritas con la muñeca, y le cojo su dulce manita. Como es tan chiquitita mi niña, tengo que ir un poco agachadito, y dando sus mismos pasitos… Como nuestro paso es algo más lento de lo habitual, mi Cari va con el renacuajo unos pasos por delante, hasta que la pierdo de vista, ella dice que se va adelantando para ir cogiendo sitio en la playa…

De pronto, cuando ya casi no les veo, observo cómo se le cae uno de los manguitos a mi niño, sin que ni él ni mi Cari se den cuenta. Trato de aligerar el ritmo para llegar al manguito antes que nadie y recuperarlo, aunque bien pensado, ¿quién va a querer un solo manguito y tirado en medio de la calle?. Por fin llego, pero no me quedan manos, lo recojo como puedo y lo sujeto con la boca, pero con los labios, no con los dientes, no vaya a pincharlo… y pretendo seguir La Vía Dolorosa, porque con los 40 grados que ya pegan, el paso al que voy y la carga que llevo encima, sólo acierto a pensar que a ver cuándo aparece mi Simón de Cirene particular…

(Continuará)

jueves, 4 de agosto de 2011

Loca y grande academia de policía


Teniente Harris:“¡Te lo dije… a mí nadie me jode!”.
Sargento Mahoney:¿Quién sabe, señor? Igual encuentra a la mujer adecuada y resulta que sí”


Hoy pienso que ayer falleció Bubba Smith, y la noticia ha servido para que de nuevo me vengan a la memoria buenos recuerdos.

Supongo que a la mayoría no os suena ese nombre por sí solo, y tampoco ayuda que os diga que era un ex jugador e fútbol americano metido a actor. Sin embargo, si pronuncio el nombre de su alterego, el Agente Hightower, seguro que en seguida os viene a la cabeza la imagen del policía grandote y buenazo que siempre ejercía de ángel de la guarda de la aparentemente indefensa Laverne en la inagotable "Loca Academia de Policía".

Vale, entono el mea culpa, yo también he intentado alguna vez hacer el ruido del helicóptero o la sirena imitando al Sargento Larvell “ruiditos”Jones, también quise ser tan alto y fuerte como Hightower y, por supuesto, deseé ser tan guapo y listo como Mahoney. Alguno más se habrá reído con las inocentes y seniles anécdotas del Comandante Lassard y seguro que a la mayoría le encantaba, como a mi, que los malvados planes del Teniente Harris y su lacayo el Sargento Proctor siempre saliesen mal.
Quizás fuese la edad que yo frisaba por entonces, pero nunca olvidaré a la Teniente Callahan y su ajustada camiseta blanca empapada en aquella escena en que durante un curso de socorrismo, se lanza al agua y al grito de “¿Quién de vosotros va a salvarme?” observa atónita cómo todos los cadetes se tiran a la piscina, de forma sospechosamente alegre, con intenciones no del todo auxilidoras.

Vale, quizás suene algo fricky, pero hay que reconocer que esta peli y algunas sus secuelas gozaron de su minuto de gloria, y de hecho, cuando en la televisión, haciendo zapping, me topo con alguna reposición, no puedo evitar sonreír y aún disfruto de ella.

Supongo que muchos recordaréis el Bar la Ostra Azul, ese bar gay lleno de "osos" en el que, a pesar de la sorpresa inicial, el pardillo de turno que había entrado involuntariamente, siempre acababa bailando con un peludo pero cariñoso motorista.

Esa otra escena en la que acuden a un barrio marginal en el que los vecinos se han levantado en armas y otro de nuestros héroes, un playboy latino, Jorge Martín, va flirteando con una chica, a la que caballerosamente ayuda a llevar una televisión que ella, previamente, se ha llevado de un comercio, cuando de pronto al doblar la esquina, se topa con cientos de cabreados ciudadanos (cabreados de verdad, no como los indignados) armados con palos y bates, que corren a por él sin caras de buenos amigos. Cada vez que recuerdo la escena de Martín, corriendo junto a Mahoney y Jones, hasta que se meten en el coche del Comandante Lassard, no puedo evitar soltar una carcajada.

Incluso algunas escenas te enseñaban principios, como la humildad, por ejemplo, cuando al llegar a la Academia, mandan a algunos a la barbería y los dos berzotas que luego se convertirán en los esbirros del Teniente Harris, hacen levantarse de la silla al presumido de Martín y tras sufrir el correspondiente rapado, observan, espeluznados, como Martín le pide que sólo le corte las puntas, mientras uno de ellos pregunta extrañado: "¿eso se puede?", a lo que responde el peluquero, "claro, esto no es el ejército".

También pude sentir en mis carnes aquella caída del Teniente Harris cuando sale lanzado hacia delante y durante su vuelo en el aire observa cómo va directo, y de cabeza, al trasero de un caballo.

Seguro que todos tenéis anécdotas guardadas que saltan a vuestra retina con sólo recordar estos nombres, y que no me importaría compartir, y aunque hoy la película se ve algo trasnochada, y sus chistes algo vistos, creo que es justo enmarcarla entre las grandes comedias que marcaron una época y, de paso, rendir ese pequeño homenaje a Bubba Smith y a David Graf (Agente Tackleberry) que también falleció hace unos años.