martes, 21 de febrero de 2017

Mejor abstemios y abstemias


"Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te muertes
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren"
Contigo. Joaquín Sabina.

Hoy pienso que hace tiempo que escribí sobre la sospecha machista que nos manchaba a los hombres que, por educación o cortesía, tendíamos a tener gestos arcaicos como el ceder el paso en la entrada de un restaurante o invitar a un café a nuestra compañera de tertulia vespertina, argumento desmontado desde el momento en que me dí cuenta que esos mismos ademanes los cumplìa con ancianos, amigos y demás gente de buen y hasta de mal vivir.

Hace unos meses, leía divertido un artículo de Pérez Reverte en el que contaba una anécdota personal en la que una mujer "ni elegante ni ordinaria, ni guapa ni fea" le espetó en su cara un "eso es machista" por el grave delito de cederle el paso en la puerta de una librería.

Así es, vivimos una exaltación desbordada de igualdad que nos hace enfrentarnos a las propias reglas de la naturaleza y así, todo vale con tal de ser, ya no iguales, sino más bien clónicos. 

Así por ejemplo, la maternidad es un signo de diferenciación entre sexos (que no géneros por mucho que se empeñen) y por eso, para la periodista Samanta Villar, rebelde donde las haya, "su vida desapareció con la maternidad" y es que, seguramente, el instinto maternal es un sentimiento que el heteropatriarcado inventó para mantener a la mujer sumisa y distante.

Hace unos días, escuché la nueva campaña de las Juventudes Socialistas en la que, con motivo del día de los enamorados, alertaban a los jóvenes del amor romántico, catalogándolo de "mito que perpetúa la violencia de género" y remarcando su intención de promover relaciones de respeto y de iguales, es decir, que para ellos el amor es incompatible con el respeto y la igualdad. Atrás quedó aquello que San Pablo escribió a los Corintios: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.".

Becker, Neruda, Sabines o Lorca serían tildados de machistas empedernidos, sus cantos al amor censurados y sus libros quemados en la hoguera junto a los de caballerías de Alonso Quijano, quien, una vez convertido en Don Quijote acabaría en la trena, no por sus múltiples e inocentes bravuconerías sino por perder el alma por su imaginada Dulcinea mientras reconocía que era ella quien "pelea en mí y vence en mí, y yo vivo y respiro en ella, y tengo vida y ser". ¡Menuda declaración de intenciones!

Sabina deberá quitar de su repertorio "Contigo", y puede que tatarear su canción llegue a ser considerado delito, una clara apología de violencia de género.


Diremos adiós a Cupido, símbolo de  la teocracia patriarcal y daremos la bienvenida a un mundo sin tontas sensibilidades maternales, sin místicos romanticismo, sin zalamerías que provoquen rubor ni tímidas miradas que griten pasión.  Hacia allí nos dirigimos, donde la maravillosa diferencia entre el hombre y la mujer ya no se divisará, quizás porque nunca hemos sabido apreciarla, antes por exceso, es cierto, pero ahora por defecto.
 
Quién sabe, puede que lo siguiente sea prohibir el sexo, nido de sentimientos primitivos y espontáneas pasiones, mezcla de sudor y vehemencia irrefrenable donde la razón no cabe. Y quizás, alguien invente un artilugio que ya Stallone probó sin mucha fortuna, y es que como ya advirtió Julio Cortázar, "no haremos el amor, él nos hará" y una máquina, ahí, poco puede ayudar.


Muerto el perro se acabó la rabia, deben pensar algunos. Y si alguien abusó de un "te quiero" o disfrazó su cobardía y vileza entre rosas con espinas envenenadas, mejor ejecutar al amor, en cuyo nombre muchos aterrorizan y maltratan.

Prohibir el amor es la opción fácil, cobarde e injusta, puede, pero para qué dejar que triunfe el romanticismo, ese que nos hace soñar despiertos y acariciar atardeceres, ese cuyo sabor ya nunca se olvida al beberlo, si siendo abstemios no corremos ningún riesgo y podemos seguir siendo felices... ¿o no?


martes, 7 de febrero de 2017

La Unión claro que hace la fuerza...

Hoy pienso que Charles Darwin afirmaba que el mayor error de la Historia es que siempre acaba repitiéndose.

Europa, es ese continente mal llamado viejo continente. Digo mal llamado porque en realidad la civilización más antigua fue la Sumeria, en Oriente Medio y tampoco Europa es la civilización viva más antigua, porque ahí también nos ganan los chinos.

Quizás el gran valor de los europeos radique en haber sido capaz de sobrevivir tantos años a base de cogotazos entre nosotros mismos... y cuando estábamos algo aburridos, y no teníamos suficiente, los buscábamos fuera de nuestras fronteras.

Fue George Washington el que ya predijo hace más de dos siglos que "un día, sobre el modelo de los Estados Unidos de América, llegarán a existir los Estados Unidos de Europa", quizás nos quería demasiado o no nos conocía tanto.

Durante el siglo XX llegaron las dos grandes Guerras Mundiales, cuyo foco original nació en Europa, aunque arrastrásemos con nosotros al resto del mundo.

Winston Churchill, aquel viejo gruñón que no tenía un pelo de tonto sabía que la única solución era una unión ideal de todos los países europeos, "existe un remedio que en pocos años podría hacer a toda Europa… libre y… feliz. Consiste en volver a crear la familia europea, o al menos la parte de ella que podamos, y dotarla de una estructura bajo la cual pueda vivir en paz, seguridad y libertad. Debemos construir una especie de Estados Unidos de Europa."

Todavía  con la sangre húmeda de heridas abiertas y ciudades en ruinas, los grandes pensadores y estadistas europeos como Schuman,  Adenauer, Monet o el propio Churchill se pusieron las pilas... primero la Comunidad de Carbón y el Acero, después el Tratado de Roma y por fin la ambiciosa Comunidad Económica Europea, que poco a poco, década a década, fue aglutinando e integrando a la mayoría de países europeos, cuya apoteosis llegó con la caída del telón de acero, cuando muchos países del Este cumplieron con el sueño de formar parte de ese gran Estado Europeo.

Sin embargo, medio siglo después, no ha hecho falta mucho, ingredientes como una pizca de crisis económica, una cucharada de presión violenta y sanguinaria de unos bárbaros religiosos y cuarto y mitad de amenaza de nuevos países emergentes y ya tienes la receta, metemos en el horno, 20 minutos de populismo y listo, todo el trabajo que inició Platón con su escuela Helenista explota como un globo inconsciente enfrentado a un rosal envenenado y es que la unión, claro que hace la fuerza, pero con algo de maña y cabeza, por supuesto.

Y así, volverá a repetirse la Historia, El Brexit, ahora el Frexit, los nacionalismos, los ultraderechistas italianos, la extrema izquierda griega, los absurdos independentismos... y caeremos, como cayeron los visigodos machacando una cultura heredada venida a menos y con una sociedad islámica que, desde el otro lado del estrecho vieron un filón entre tanta desidia e ignorancia.

Si, como decía Ortega y Gasset, Europa es la solución a los males de España. "date por  fornicado querido  Sancho", que nunca le dijo su señor Alonso Quijano, aunque igual, si se despertase hoy, dejaría a Rocinante  en el establo y le espetaría eso a su escudero, derrotado entre tantos molinos...