"La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce"
Jorge Luis Borges
Jorge Luis Borges
Hoy pienso que ocurrió un 18 de enero de 1962, el Real Madrid debía enfrentarse al Ignis Varese italiano en los cuartos de final de la V Copa de Europa de baloncesto. Entonces los partidos eran a ida y vuelta y lo que computaba era la suma de puntos de ambos equipos en los dos partidos, no las victorias.
El primer partido tuvo lugar en cancha italiana. El encuentro fue duro, con errores arbitrales, una cancha de duro cemento y una presión sofocante liderada por un público enardecido a pie de campo sin parar de gritar "¡Forza Varese!"
Con un empate a falta de pocos segundos, el Madrid tenía la posesión, además de varios lesionados y una fatiga preocupante. Entonces el entrenador pidió tiempo muerto, llamó a Lorenzo Alocén y le espetó: "ya sabes lo que tienes que hacer".
Seguidamente sacaron de fondo, Alocén cogió el balón, asumió la responsabilidad y ¡encestó!
Encestó, sí, pero en su propia canasta.
Ya antes del partido lo habían hablado, no era algo improvisado. Si se daba esa circunstancia, era preferible perder sólo de dos puntos y luego remontar en casa que ir a la prórroga y perder por más diferencia a causa del cansancio y la presión a la que estaban sometidos.
Nada más encestar los jugadores madridistas escenificaron algo ensayado previamente, recriminaron a Alocén su acción y se fueron a los vestuarios, poniendo pies en polvorosa y antes de que los 2.000 italianos se enfuereciesen al darse cuenta de la treta. El equipo contrario protestó, incluso después elevaron su protesta a la FIBA, pero el reglamento no decía nada sobre ello, así que la canasta fue legal. Es lo que tienen los reglamentos, que se rigen por normas y artículos de carácter legal, la ética o moral no tiene cabida entre tanto articulado.
El primer partido tuvo lugar en cancha italiana. El encuentro fue duro, con errores arbitrales, una cancha de duro cemento y una presión sofocante liderada por un público enardecido a pie de campo sin parar de gritar "¡Forza Varese!"
Con un empate a falta de pocos segundos, el Madrid tenía la posesión, además de varios lesionados y una fatiga preocupante. Entonces el entrenador pidió tiempo muerto, llamó a Lorenzo Alocén y le espetó: "ya sabes lo que tienes que hacer".
Seguidamente sacaron de fondo, Alocén cogió el balón, asumió la responsabilidad y ¡encestó!
Encestó, sí, pero en su propia canasta.
Ya antes del partido lo habían hablado, no era algo improvisado. Si se daba esa circunstancia, era preferible perder sólo de dos puntos y luego remontar en casa que ir a la prórroga y perder por más diferencia a causa del cansancio y la presión a la que estaban sometidos.
Nada más encestar los jugadores madridistas escenificaron algo ensayado previamente, recriminaron a Alocén su acción y se fueron a los vestuarios, poniendo pies en polvorosa y antes de que los 2.000 italianos se enfuereciesen al darse cuenta de la treta. El equipo contrario protestó, incluso después elevaron su protesta a la FIBA, pero el reglamento no decía nada sobre ello, así que la canasta fue legal. Es lo que tienen los reglamentos, que se rigen por normas y artículos de carácter legal, la ética o moral no tiene cabida entre tanto articulado.
24 de mayo de 2014. Final histórica de la Champions League que enfrentaba a dos equipos españoles y madrileños ambos, para más inri. Ganó el Real Madrid. Eso es un hecho. En este caso no hubo malos rollos previos ni jugadas conflictivas, tampoco penaltys no pitados o fueras de juego inexistentes. Ganó en el último minuto del descuento de hercúleo testarazo. ¿Injusto para el otro equipo? Eso es fútbol, y gana el equipo que mete un gol más que el contrario, como decía un amigo mío, "el que quiera ganar por puntos que se meta a bailarina". Victoria legítima, enhorabuena a los premiados y nada más que decir al respecto.
Dicho eso, este partido me ha vuelto a dejar una sensación amarga de lo que este deporte transmite. Adoro el fútbol, pero algún día dejaré de hacerlo por cosas como las del sábado.
Sin duda, meter un gol en el descuento, en la final del torneo de clubes más importante del mundo, y empatar un partido que ya estaba perdido, es motivo de euforia, de incontinencia gestual y verbal. Puedo entender una celebración subida de tono, porque desde luego, en ese momento, sólo un Borbón sería capaz de guardar las formas,. Bueno, un Borbón... y por supuesto Iniesta de mi vida, que mete un gol en la prórroga de la final de un Mundial y sólo se le ocurre acordarse de un compañero del equipo rival fallecido meses antes.
Jugar una prórroga y ver cómo te haces dueño del partido porque el contrario no da más de sí, meter un gol y confirmar esas sensaciones... Marcar otro y asegurar tu victoria... Y entonces llega ese momento en el que te pitan un penalty que no viene a cuento, a escasos segundos del final.y con el marcador 3-1 y sabiendo que los jugadores del equipo contrario ya no son capaces ni siquiera de andar tras el balón... En ese momento, sabedor de que la Copa es tuya y que ese sueño que estás a punto de alcanzar, seguramente tus rivales no lograrán volverlo a acariciar, tiras el penalty, ves al portero arrodillarse y caer rendido a la hierba y tú sacas toda tu rabia, corres los 40 metros más intensos de tu vida, te quitas la camiseta y marcas tus músculos, esos que tantas horas han quitado a tus horas de lectura para poder pulirlos con tanto brillo. Gritas y gritas, pones poses y cara de rabia, arengas a tu público mientras ves de soslayo a todos esos aficionados que permanecen inanes e incrédulos, afligidos, derrotados.
29 de abril de 2012. Thiago acaba de marcar el 5-0 ante un hundido Rayo Vallecano. Se acerca su amigo Dani Alves y comienzan una celebración que ya tenían planificada, empezando un bailecito que, sin embargo, no pudieron acabar. Corriendo desde el otro lado del campo se acerca el capitán, Carles Puyol, les recrimina su gesto de soberbia, de humillación ante un equipo rival que, ante todo, tiene dignidad. "¡Respeto!" les grita.
Al terminar el partido, el entonces entrenador del Barcelona, Pep Guardiola, no se anduvo por las ramas, reconoció que "no son actos de jugadores del Barcelona" y pidió disculpas a la afición del Rayo, recalcando que no volvería a suceder.
Nada más acabar el partido, tanto Dani Alves como Thiago pidieron perdón al Rayo a través de las redes sociales: "Pedir perdón si en cualquier momento a la hora de celebrar el gol pudimos ofender al Rayo, no quisimos ofender a nadie. La emoción de haber metido el gol hizo que me equivocara. No volverá a pasar."
Se trata sólo de eso, de respeto. Recuerdo cuando con 18 años empecé a jugar al rugby, una de las primeras lecciones que me enseñaron los veteranos fue la de nunca celebrar un ensayo en exceso, "recuerda que en el campo somos todos compañeros, con distinta camiseta, pero compañeros, así que nunca faltes al respeto al compañero rival". Aunque claro, el rugby es otra cosa, donde sí existe un reglamento ético no escrito y es más importante que ningún otro.
Por cierto, en el partido de vuelta, aquel año de 1962, el Real madrid venció de 21 puntos al Ignis y pasó de ronda. Unos meses más tarde, la FIBA modificó el reglamento, sancionando que una acción similar con una descalificación durante dos años y una multa de 1.000 dolares.
Un corta y pega del mensaje de Thiago en el twiter de Cristiano hubiese bastado, puede que una sutil disculpa del capi Casillas o incluso del entrenador Carleto. Al contrario, todos a una con Cristiano, vítores y arengas en la celebración, aquí tenemos a nuestro gladiador mientras la afición decide enfocar el pulgar hacia abajo.
Una pena que algunos sólo se rijan por lo legal dejando la ética para los perdedores... quizás sea eso, o sólo mi envidia por no ser guapo, rico y gran jugador...
Jugar una prórroga y ver cómo te haces dueño del partido porque el contrario no da más de sí, meter un gol y confirmar esas sensaciones... Marcar otro y asegurar tu victoria... Y entonces llega ese momento en el que te pitan un penalty que no viene a cuento, a escasos segundos del final.y con el marcador 3-1 y sabiendo que los jugadores del equipo contrario ya no son capaces ni siquiera de andar tras el balón... En ese momento, sabedor de que la Copa es tuya y que ese sueño que estás a punto de alcanzar, seguramente tus rivales no lograrán volverlo a acariciar, tiras el penalty, ves al portero arrodillarse y caer rendido a la hierba y tú sacas toda tu rabia, corres los 40 metros más intensos de tu vida, te quitas la camiseta y marcas tus músculos, esos que tantas horas han quitado a tus horas de lectura para poder pulirlos con tanto brillo. Gritas y gritas, pones poses y cara de rabia, arengas a tu público mientras ves de soslayo a todos esos aficionados que permanecen inanes e incrédulos, afligidos, derrotados.
29 de abril de 2012. Thiago acaba de marcar el 5-0 ante un hundido Rayo Vallecano. Se acerca su amigo Dani Alves y comienzan una celebración que ya tenían planificada, empezando un bailecito que, sin embargo, no pudieron acabar. Corriendo desde el otro lado del campo se acerca el capitán, Carles Puyol, les recrimina su gesto de soberbia, de humillación ante un equipo rival que, ante todo, tiene dignidad. "¡Respeto!" les grita.
Al terminar el partido, el entonces entrenador del Barcelona, Pep Guardiola, no se anduvo por las ramas, reconoció que "no son actos de jugadores del Barcelona" y pidió disculpas a la afición del Rayo, recalcando que no volvería a suceder.
Nada más acabar el partido, tanto Dani Alves como Thiago pidieron perdón al Rayo a través de las redes sociales: "Pedir perdón si en cualquier momento a la hora de celebrar el gol pudimos ofender al Rayo, no quisimos ofender a nadie. La emoción de haber metido el gol hizo que me equivocara. No volverá a pasar."
Se trata sólo de eso, de respeto. Recuerdo cuando con 18 años empecé a jugar al rugby, una de las primeras lecciones que me enseñaron los veteranos fue la de nunca celebrar un ensayo en exceso, "recuerda que en el campo somos todos compañeros, con distinta camiseta, pero compañeros, así que nunca faltes al respeto al compañero rival". Aunque claro, el rugby es otra cosa, donde sí existe un reglamento ético no escrito y es más importante que ningún otro.
Por cierto, en el partido de vuelta, aquel año de 1962, el Real madrid venció de 21 puntos al Ignis y pasó de ronda. Unos meses más tarde, la FIBA modificó el reglamento, sancionando que una acción similar con una descalificación durante dos años y una multa de 1.000 dolares.
Un corta y pega del mensaje de Thiago en el twiter de Cristiano hubiese bastado, puede que una sutil disculpa del capi Casillas o incluso del entrenador Carleto. Al contrario, todos a una con Cristiano, vítores y arengas en la celebración, aquí tenemos a nuestro gladiador mientras la afición decide enfocar el pulgar hacia abajo.
Una pena que algunos sólo se rijan por lo legal dejando la ética para los perdedores... quizás sea eso, o sólo mi envidia por no ser guapo, rico y gran jugador...