miércoles, 28 de diciembre de 2011

Lo que el viento me trajo...

 "Querida, hago un elogio a su inteligencia 
pidiéndole que sea mi amante sin haberla seducido previamente"


Hoy pienso que ayer noche hice algo que puede sonar increíble, ver “Lo que el viento se llevó”. Tras varios años de insistencia por parte de la más insistente, al fin logró sentarme en el sillón delante de tan magna obra.

La verdad es que no había visto la película. Y ello no por algún tipo de fobia a los clásicos o porque piense que una película con más de 8 Oscar no merece la pena. Sino por simple dejadez o desidia, esas cosas de no encontrar nunca el momento o la oportunidad o por no querer encontrarlo, !quién sabe!

Ayer me decidí, el peor día a la peor hora, un día posnavideño, trabajando al día siguiente y dándole al play a las 11 de la noche. “Bueno, -pensé-, la pongo, que empiece y ya me acostaré cuando tenga sueño”.

Y así fue…casi. Me acosté cerca de las 3 de la mañana sin tocar el botón del pause, ni tan siquiera para ir al baño.

La verdad es que me gustó. No había visto la película nunca, lo prometo. Sin embargo, conocía ya muchos de los diálogos y frases como el “A Dios pongo por testigo”, el “Mañana será otro día”, o el más clásico de todos, ese  “Sí, Señorita Escarlaaaata”?

Durante años he conocido multitud de anécdotas sobre la película, sus actores, sus directores y los líos que se trajeron entre manos unos y otros. Sin embargo, reconozco que, al ver la película, todo eso queda al margen y uno entiende por qué, tras 75 años, esta peli sigue estando vigente, como si tal cosa.

Además de un argumento denso, pero intenso, unos personajes extremos pero humanos y una situación histórica cruel pero inmejorable como telón de fondo, yo me quedo con los diálogos. Son de esas películas que puedes ver las veces que quieras, porque sus  aleccionadores diálogos te hacen encontrar siempre  un nuevo sentido a cada frase que antes, sin embargo, pasaste por alto.

Por cierto, que la mejor lección, de la que muchos profesionales deberían aprender hoy día, es la demostración de que una película puede mantenerte sentado 4 horas sin pestañear sin necesidad de mostrarte una cabeza cortada chorreando ketchup, una teta siliconada o un polvo mal echado en la ducha.

Todos los que me conocen, saben de mi idolatría por Clint Eastwood, también es cierto que sufro de exceso y vehemente amor por personajes como Curro Jiménez o Rick Blaine. Pues yo no sé qué es lo que el viento se llevó, pero a mi me ha traído al gran Capitán, y es que no me cabe más remedio que incluir al Capitán Rhett Butler entre mis becerros de oro particulares, y es que hay que ser muy crack para tener entre tus brazos a la mujer que deseas y mientras ella te pide un beso, decirle: "No, no te voy a besar, aunque lo necesitas mucho. Ese es tu problema. Deberías ser besada más a menudo, y por alguien que sepa como hacerlo".

La verdad, a estas alturas, estoy por pedirle a los Reyes Magos el libro de Margaret Michel, y francamente, queridos, lo que penséis, me importa un bledo…

jueves, 15 de diciembre de 2011

En la guerra sí que hay buenos y malos

"Al final, no nos acordaremos tanto de las palabras de nuestros enemigos, sino de los silencios de nuestros amigos"
(Martin Luther King, Jr.) 

Hoy pienso que hace poco, hablando con unos amigos sobre la Guerra Civil española, uno de ellos decía que en la guerra no había buenos y malos.

Yo creo que sí, claro que hay buenos y malos, hay buenos en ambos bandos, pero también hay malos, y hasta gente normal, que normalmente son los que más sufren.

Esto viene a cuento de que ayer, por recomendación de mi buen amigo Carlos, descubrí un reportaje titulado "Once brothers" (traducido al español como "Hermanos y enemigos").

El reportaje tiene como protagonistas a dos de los más grandes baloncestistas de europa, y seguramente del mundo, de todos los tiempos, Divac y Petrovic, que junto a Kukoc y Radja lograron hacer de la selección yugoslava la mejor de Europa... y también seguramente del mundo si no llega a estallar en 1991 la guerra de los Balcanes.

Este documental tiene muchas moralejas, aunque para mí, es aún más especial. Yo viví en Estados Unidos justo cuando Divac y Petrovic comenzaban a hacerse hueco entre las estrellas de la NBA y, el hecho de ser europeos y que en España no había, por desgracia, el nivel de hoy día, hicieron que me sintiese muy cercano a ellos, incluso más de lo que hoy me siento de Gasol, es lo que tiene vivir al otro lado del charco.

Petrovic era un gran jugador, aunque algo chuleta, no lo olvidemos. Al menos esa era la impresión que tenía yo de él en aquellos años en que jugaba en el Real Madrid y se mostraba retador y gesticulante con y sin el balón en las manos.

Sin embargo, me lo topé en el aeropuerto de Barajas justo el día que volaba, a escondidas, camino de su sueño, la NBA. Le paramos y le pedimos que posase junto a nosotros para una foto. Su acompañante negó con la cabeza, pero él no sólo accedió, sino que le dio la cámara a su amigo para que nos hiciese la foto... fue un gran detalle que cambió mi percepción sobre él.

Pero el documento va más allá de la vida de estos dos cracks. Trata sobre las injusticias y los perjuicios que conlleva una guerra, de cómo dos amigos, casi hermanos, que compartían sueños, habitación, medallas y muchas horas de baloncesto, se ven separados por un odio sangriento.

Cuando aquí hablamos de nuestra Guerra Civil, parece algo que sucedió hace muchos años, algo que conocemos por libros, fotos y lo que nuestros abuelos nos cuentan, siendo ellos casi unos niños.

Pero su guerra fue hace muy poco, hablan en primera persona y sus muertos todavía están calientes. Es espeluznante ver la cara de odio de la gente al reconocer a Divac mientras pasea ahora, casi 20 años después por las calles de Zagreb.

Sin embargo, el contraste aparece minutos después cuando Divac se reencuentra con Alexander, hermano de Petrovic, y su madre. Juntos recuerdan a Drazen y juntos lloran su muerte, sin reproches, sin rencor, sin odio.

Si yo fuera profesor, les pondría este video a mis alumnos, si fuera padre se lo pondría a mis hijos y si tuviera un blog le dedicaría un post. Porque quiero que todos vean el horror de la guerra, dónde ni siquiera el deporte se libra de sus consecuencias, ni tan siquiera viviendo a miles de kilómetros y compartiendo un sueño por el que ambos lucharon desde que eran tan sólo unos niños.

Pero sobre todo quiero que aprendan que en la guerra, hay buenos, malos, amigos y hermanos. Es así y no podemos cambiarlo, aunque podemos tratar de no llegar tan lejos...




martes, 13 de diciembre de 2011

El color burdeos

Hoy pienso que esta mañana me encontraba viendo en la televisión la constitución de las Cortes Generales.

Es un acto formal, aunque con un toque de primer día de cole. Ves a los diputados risueños, algo nerviosos y saludándose unos a otros, igual que hacíamos nosotros antaño tras 3 meses de parón veraniego...

Entre ese compendio de elegancia, solemnidad y un poquito (pero poquito) de glamour, de pronto la diviso a ella. Sentada en su escaño. Viste un discreto conjunto de chaqueta y falda de rayas muy propio para la ocasión, mirada seria pero amable...

Y recuerdo entonces el día que la conocí. Llegó media hora más tarde de lo previsto, algo normal para un alto cargo, no la culpemos por eso. Era la primera vez que visitaba nuestra casa, un bonito edificio con mucha historia entre sus paredes. Lo cual no pasó desapercibido para ella, espetando a mi jefa con su deje andaluz: "niña, tu despacho es más grande y bonito que el mío, a ver si me voy a tener que mudar aquí".

Mi jefa y yo nos miramos algo desconcertados, quizás era un comentario jocoso intentando romper el hielo y los nervios de los presentes, así que nos reímos tímidamente.

Fueron llegando los representantes de distintos países, lo que dio paso a las correspondientes presentaciones y saludos. Hubo más anécdotas, pero me quedo con aquella en la que un Director alemán le dio su tarjeta de visita, yo le presento y le digo el nombre del Organismo que dirige, ella vuelve a mirar la tarjeta y me dice: "niño, te has equivocao, ese nombre no corresponde con las siglas que pone en la tarjeta". Tuve que contenerme la risa mientras le explicaba que las siglas no correspondían porque en la tarjeta el nombre del Organismo estaba... en ALEMÁN!

Más tarde se acercó un alto cargo francés, refinado, culto y elegante, como corresponde a un buen francés. Se presentó y habló en inglés (cosa rara y muy meritoria para un francés) y mi querida amiga nos miró y dijo, "niños, traducidme, que yo de francés ni idea". Tras una breve introducción de nuestro amigo galo en la que, de forma cortés, explicó lo mucho que le interesaba nuestro país hasta el punto de que su tesis doctoral trataba sobre no se qué Rey castellano del medievo que acabó pasando sus últimos días en su tierra, mi querida diputada nos miró y dijo orgullosa: "Decidle que yo he sido sindicalista desde los 17 años".

Y ahora la veo ahí sentada en el hemiciclo, mirando orgullosa al infinito... y yo no puedo evitar preguntarme si sabrá que el color burdeos del sillón en el que se sienta proviene del vino francés de Bourdeaux...

sábado, 10 de diciembre de 2011

Mi Paloma

Hoy pienso que me he topado con algo que escribí hace tiempo y que me apetece compartir...

Mi Paloma

Érase una vez un príncipe valiente, honesto, sincero y también inteligente,
casi como el de los cuentos, sin ser azul pero igualmente apuesto
y aunque todos en su palacio le querían, él sin embargo vacío se sentía por dentro.

Un día cualquiera, paseando Dios por las tierras del preciado soberano
topose con él cerca de un lago, se conocieron y durante mucho tiempo dialogaron.

Cuando por fin el Infante marchó, absorto Dios pensaba con una sonrisa en los labios
que por tanta bondad como detentaba, daríale como obsequio la compañía
de una bella doncella aún más generosa y presta que el propio Delfín del palacio.

Dios siguió paseando por los jardines del Alcázar y allí con el Príncipe charlaba,
un Príncipe feliz que además de bondadoso, con el tiempo se hizo sabio.

En su palacete a todos daba, sin solicitar ni recibir nada a cambio,
pues él ya tenía un maravilloso palacio, una preciosa esposa a quien amaba
y a Dios como amigo, padre y juicioso ilustrado.

Mas un día quiso Dios regalar a su leal compañero de conversación
un presente más valioso y excelente que su propia alma
y de este modo, con un primogénito le obsequió, travieso pero de noble corazón
y una niña, que se hizo dueña de su algazara con una sola mirada.

El Príncipe en Rey se convirtió, y como tal comenzó, en su palacio a gobernar
dejando de acudir, para conversar, al jardín donde con Dios tantos ratos pasaba,
quien triste se preguntaba si el ahora monarca también habría de cambiar.

Dios decidió comprobarlo y de esta guisa acudió disfrazado a la real residencia
para comprobar si el soberano, como en su juventud, guardaba su esencia
y observó escondido, las calles y las gentes, y la felicidad y alegría
que hasta los animales sentían por la justicia y generosidad que su gobernante impartía.

Inundado de satisfacción, encontrose como antaño, Dios, con su amigo regente
y no pudo por menos que un reproche hacerle, "todo lo tienes para vivir dichoso
pero sin duda en tu reino majestuoso falta algo que con holgura mereces"
y alzando sus ojos hacia el desnudo cielo susurró "sin duda es muy bello,
empero yo te regalaré miles de pájaros para que canten con esmero
coloreando el techo de tu feudo y conviertiendo en melodía tu gozo".

Ya anciano, el regio sapiente a Dios llamó una estrellada noche de verano
"siento que es la hora, mi amigo, la hora de irme contigo,
pero antes de irnos, quiero solicitarte algo, aunque nada antes te haya pedido".

"Quiero que obsequies con todos los dones con los que me has gratificado
dándole, como a mí, la oportunidad de ser feliz, a una persona cada determinados años"

y dijo Dios "con gusto lo haré, pues una vez más demuestras generosidad y sapiencia,
y en tu eterno recuerdo siempre buscaré a aquel que no lo haya merecido:
no será bondadoso ni valiente, siquiera bueno, y también carecerá de tu ciencia".

Escucha, pequeña este cuento, que orgulloso hoy te canto,
pues Dios un día deambulando, divisó entre olivos y cuestas remotas
un chico totalmente indigno de poder disfrutar de las virtudes del soberano.

Y así es como gracias a Dios y a su recto monarca, conquisté un día a la más bella dama,
con quien sueño y despierto cada alba, descubriendo cerca mía
a mi pituso, principito y tierno, y a mi pizpireta niña, mi reina mora.

Y como ya ocurrió entonces, Dios en la cuenta cayó de que algo bello faltaba
mas mi horizonte no adornó con mútiples aladas sinfonías,
perfirió teñir mi corazón con el ave del paraíso más linda, contigo, mi Paloma.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Mía y de nadie más

- No quiero irme sin antes hablar

- ¿No has hablado ya suficiente?

- Creo que no he dicho lo que quería decir.

- Ya, pero... a veces.... bueno, a veces no, mejor dicho siempre, siempre decimos lo que queremos, aunque no sea con palabras.

- ¿Qué quieres decir? A veces no te entiendo... En serio, si hubiese algo que pudiese hacer para no verte llorar ahora, sabes que lo haría. No me gusta verte así. Nunca me ha gustado y lo sabes. ¿qué quieres que haga?... ¿Voy a comprarte bombones? Siempre te han gustado, sobre todo esos que anuncia la Presley... ¿quieres que baje a la tienda de Patri? Tardo 5 minutos...

- Ya me los trajiste una vez... ¿recuerdas?

- Por eso, aquella vez dejaste de llorar, me sonreíste tímidamente y me abrazaste... Quizás hoy vuelva a ser igual... Un día aparecí con un ramo de rosas. Todavía temblabas cuando abrí la puerta, pero cuando viste las flores volviste a ser tú, esa chica tan guapa que conocí hace 15 años.

- El niño está llorando, será mejor que vaya al cuarto a ver qué le pasa...

- Está bien, creo que mejor me voy. De verdad que no te entiendo. Sabes que eres lo más importante en mi vida. Tú y el niño... y sin embargo... lo haces todo tan difícil... Cuando te conocí eras tan inocente, tan dulce. Te miraba en aquella discoteca y cuando nuestros ojos se encontraban, agachabas la cabeza y sonreías. Entonces te seguía mirando, pero no me atrevía a acercarme. A veces, se acercaba algún amigo y tú reías y yo me quería morir. No soportaba verte hablar con otros chicos, me ponía malo, me daban ganas de partirle la cara a todos. Entonces ya sabía que tenías que ser mía.

- Hemos cambiado tanto...

- Yo no he cambiado, te sigo queriendo igual y me sigo poniendo celoso cuando hablas con algún hombre... !sigues siendo tan guapa! Eres la única para mi y lo sabes, ¿verdad?

- El niño... sigue llorando

- Anda sí, ve a ver qué le pasa, pobrecito, parece asustado. Yo me bajo al bar con los amigos. Subiré para la cena, hazme algo rico, cariñito. Me da pena dejarte así, pero es que... me obligas a hacerlo. Sólo quiero que lo comprendas, eres mía y no debes hablar con ellos, ni con Miguel ni con ningún otro...

...Y hoy me encuentro a Miguel y me pregunta por ti. Me dice que te vio un poco triste el otro día y que te invitó a un café. ¿Cómo quieres que me sienta? ¿Quién eres tú para tomarte un café con un hombre, como una fulana cualquiera? ¿Qué habrá pensado la gente?

- !Pero Miguel es tu mejor amigo!

- Sí, !pero las tías sois todas unas zorras! Seguro que le sonreías, ibas con los vaqueros esos tan ajustados, ¿a que sí? Miguel es mi amigo, pero es un hombre y si le pones cachondo, pues qué va a hacer él.

- Pero si yo no...

- ¿Ya vas a empezar otra vez? ¿No has tenido bastante? Otra vez me estás cabreando, mira que... Anda, me voy. Haz el favor de arreglarte, a ver si va a verte algún vecino así, tienes un poco de sangre en el labio... Sabes que te quiero, pero es que a veces... te quiero, y siempre te querré, por eso, porque os quiero, ya sabes lo que te dije cuando te pedí que fuésemos novios...

- Sí, "quiero que seas mía y de nadie más"...

- Pues eso, mía y de nadie más.