Hoy pienso que ayer oí en las noticias que en Francia van a obligar a todos los conductores a llevar en el coche un alcoholímetro. Ya sabéis, ese fatídico aparatito que sirve de chivato a los Guardias Civiles para decirles si hemos bebido más de la cuenta.
El caso es que comentaban la noticia en el telediario no por el hecho en sí, sino porque se habían agotado en todos los puntos de venta franceses y los españoles que fuesen a veranear al país vecino se podían llevar la desgradable sorpresa de no tener el mencionado gadget.
Sinceramente, me parece un robo más del Estado. Digo yo que estoy de acuerdo con controlar a los conductores, me parece genial, estoy totalmente a favor de castigar a aquellos que ponen en riesgo no sólo su vida (eso nunca lo castigaría) sino la de los demás. Por eso, vería bien que una vez hecho el control, si das positivo, además de la multa, el infractor pagase todos los gastos, alcoholímetro y horas extras del guardia civil incluido.
Pero, ¿y qué sucede si no das positivo? En ese caso hemos corrido con un gasto que nadie nos va a reembolsar y del que no somos responsables. La única forma de justificar ese gasto es invertir el principio de presunción de inocencia, en cuyo caso, si partimos de la culpabilidad de todo conductor, sí que sería justo hacernos cargo del gasto para poder probar que no hemos bebido y que somos inocentes… la inocencia tiene un precio, está claro, y yo de eso sé algo, por desgracia.
Ese es el quid de todo, el Estado siempre altera los derechos y libertades de las personas basándose en el interés general y ejemplos hay miles:
La ley antitabaco en España, supone un grave perjuicio contra la libertad del empresario, pero es por la salud y el interés de los no fumadores, claro, aunque el lugar sea un lugar privado donde cada persona tiene derecho y opción a entrar o no.
La mal llamada Ley de Violencia de Género establece que una simple denuncia de una mujer contra un hombre suponga arresto inmediato y que sea él el que pruebe que lo que ella alega es mentira, aunque eso pueda suponer el encarcelamiento de muchos inocentes, pero es por el interés de las maltratadas (por cierto, ni siquiera de los maltratados).
Lo siento, pero el interés general, igual que el propio fin, no justifica los medios.
Y hoy, me levanto esta mañana y leo que Hollande va a subir los impuestos en Francia. Aquellos ricos desaprensivos con rentas por encima del millón de euros tendrán que pagar un 75%! Es decir, que el Estado va a quitar 3 de cada 4 Euros a cada francés que gane más de un millón, por haber cometido el pecado de ganarlo. 3 de cada 4…. 3 de cada 4…
No se trata de que 250.000 € sigue siendo mucho dinero. Claro que sí, más del que pueda ver yo nunca ni en sueños. Pero se trata del derecho que tiene nadie, ni siquiera un Estado, a quitar, así, por la cara, a una persona 3 de 4 Euros ganados de forma legítima, por muchos que tenga. Porque si hacemos válido el argumento del “ya tiene mucho” corremos el riesgo de dejarnos llevar por el criterio subjetivo de que alguien decida cuánto es suficiente, bastante o demasiado y eso, empezaría a recordarme a tiempos pasados… y no tan pasados, y si no, que pregunten a Cuba… Y es que el Estado es cada día más pesado...
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