jueves, 25 de abril de 2013

El Señor de las Moscas a la española

"y en medio de ellos, con el cuerpo sucio, el pelo enmarañado y la nariz goteando, lloró por la pérdida de la inocencia, las tinieblas del corazón del hombre y la caída al vacío de aquel verdadero y sabio amigo...."
                                                                                      El Señor de las Moscas

Hoy pienso que un 16 de junio, pero de 1936, Dolores Ibarruri, diputada por el Partido Comunista, contestaba a Calvo Sotelo, líder del partido de la oposición y que acababa de denunciar "una furia antimilitarista en España", amenazándole con un "es la última vez que usted habla en el Congreso". No pasó un mes de aquella famosa frase cuando se convirtió en una auténtica sentencia de muerte.

Ayer vi en la tele al líder del partido Alternativa Galega de Esquerda, el famoso Beiras, debatir con el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo. En un momento dado, mientras éste hablaba, Beiras se levanta, se dirige hacia él y pega un fuerte golpe contra su escaño. Una imagen curiosa, aunque tampoco sorprendente para cualquiera que conozca a este tipo, sin embargo, lo que más me sorprendió de la execrable escena fue que tras el suceso, Beiras no fuese expulsado de la sala ni, tan siquiera, obligado a pedir disculpas.

Inspiro, espiro, y prefiero zappear. Entonces me encuentro a un diputado de Compromís, en pleno Congreso de los Diputados, haciendo un strip tease mientras habla... "Señor Baldoví, si sigue desnudándose le tendré que quitar la palabra", le tuvo que advertir el Presidente de la Cámara...

Opté por apagar la tele...y coger un libro. Nada más motivador para la lectura que un rato de televisión... Y hoy leo el periódico y allí me encuentro al presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Gonzalo Moliner, opinando sobre los llamados escraches, ya sabéis, esas protestas que se han puesto de moda que consiste en ir a las viviendas particulares de los políticos y cargos públicos, y que en su opinión, tan sólo "constituyen un ejemplo de la libertad de manifestación".

Hoy hay convocada una convocatoria que anima a "asediar" el Congreso de los Diputados hasta conseguir que se disuelvan las Cortes Generales, así tal cual, repito, "!conseguir disolver las Cortes!" y Moliner, el jefe de todos los jueces de España dice que siempre ha luchado por la libertad de expresión y de manifestación, "por lo tanto, no me importan estos actos".

Mientras tanto, Javier Arenas recibe un sobre con una bala dentro... en Lérida atacan la carpa de Ciutadans al grito de "fascistas" con agresiones físicas incluidas... y a todo esto, el paro sigue subiendo, superando ya la barrera de los 6 millones...

Nunca me ha gustado que alguien se retrotraiga al 36, porque está claro que la situación no era la misma, ni nacional ni internacional. Sin embargo, no puedo por menos que encontrar un punto en común. La legitimidad moral que se trata de dar a la violencia, y es que el día que la violencia pasa a ser ponderable moralmente, es día sólo puede acabar de una forma.

Entiendo la desesperación de muchas familias ante las situaciones tan dramáticas que todos estamos viviendo, comprendo la indignación, cuando un padre de familia no puede dar a sus hijos un simple plato de lentejas mientras observa impotente en la televisión tantos y tantos casos de corrupción y delincuencia de cuello blanco.

Sin embargo, la justicia social nunca puede servir de argumento para la agresión y el insulto, porque entonces ningún valor moral podrá sostenerse y la sociedad dejará de ser sociedad y se convertirá en barbarie.

Y por eso hoy me acuerdo del 36, pero también del clásico de William Golding, "El Señor de las Moscas", que describe, en tan sólo 198 páginas, con unos niños como protagonistas, lo absurdo de la guerra. El cómo, partiendo de la nada, una cosa lleva  a la otra, hasta que, sin querer, te encuentras envuelto en una pesadilla de la que ya es demasiado tarde para despertar... Por suerte, en el libro, un adulto logra rescatarlos de ese extirminio infantil que ellos mismos crearon. Sin embargo, ¿y a nosotros? ¿sólo nos espabilará ver otra vez estallar en nuestras calles la miseria y la pobreza humana?

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