viernes, 31 de mayo de 2013

La vida y el fútbol, como dos gotas de agua

Hoy pienso que ayer la Comisión Europea hizo públicas las recomendaciones a todos los países miembros de nuestra querida Unión Europea.

A España nos siguen exigiendo, aunque con otro talante que diría el desaparecido Zapatero. Así, como acto de buena fe y de confianza, nos prorrogan hasta 2016 el plazo de reducción del déficit por debajo del 3%, y nos dejan que este año y el que viene nos sigamos yendo por encima incluso de lo que pedía el propio Gobierno español.

Sin embargo, ojo, Bruselas, como buen padre, exige que, a cambio, no nos durmamos y sigamos estudiando, para que acabemos aprobando el curso. Así nos ponen fecha, o límites si se prefiere, para todas las reformas que tenemos pendientes y que tanto cuesta llevar a cabo: la reforma de la Administración (por desgracia estos europeos no se coscan tampoco de que el problema es de las CCAA y los Ayuntamientos, lástima que no nos exijan más en este sentido), subida de impuestos, excepto el IVA (algo así como toca los impuestos pero sin tocar más los c...), terminar con la reforma de las pensiones (vamos, no os hagáis más los remolones...) y así hasta otras 7 más recomendaciones.

El caso es que hemos mejorado, podríamos decir algo así como que no estamos tan mal, a juzgar porque el tirón de orejas del año pasado ha quedado en una cariñosa colleja, sin embargo, pasas de página en el periódico y lees que según la OCDE, el año que viene el paro llegará al 28% y el déficit no va a variar en demasía... y eso hace que el optimismo vuelva a desaparecer...

Y sigo pasando las páginas del diario, !quién me mandará a mi!, y me encuentro con que la Comisión, esa misma que nos regaña con cariñosa rudeza, le recomienda a Alemania que baje los impuestos y que además suba los sueldos...

Tras ver esto, me echo sobre el respaldo de mi silla, pongo mis brazos sobre la nuca y empiezo a reflexionar sobre lo diferente que es Alemania de España y me acuerdo de la final del otro día de la Champions League, ese toma y daca entre dos equipazos cuyo presupuesto es muy inferior a cualquiera de nuestros dos monstruos futboleros (uno se acaba de gastar 65 millones en un brasileño y el otro ya anda ofreciendo 70 por un inglés) y sin embargo vapulearon a ambos en las semifinales, a base de trabajo, buen juego y profesionalidad.

Y pienso que a los españoles la Merkel no nos cae bien, no sólo porque nos pide que trabajemos más y no pensemos tanto en las fiestas, sino porque es fea, seria y algo rechoncha... poco importa que lidere un país con poco más del 5% de paro y un déficit del 0´20%... (hace un año tuvieron superávit)... aquí nos cae mejor una mujer con acento sugerente y con más botox que sangre en sus venas, aunque nacionalice empresas españolas por el artículo 33 o su país esté cada día más arruinado gracias a sus políticas tan demagógicas como inútiles.

Y claro, vuelvo a recordar la cara de Piqué o de Ramos, y cómo esos gigantes bávaros les pasaron por encima como si nada, sin respeto, conciencia y ni tan siquiera ese miedo escénico del que hablaba Valdano al ver en frente tantos y tantos millones de Euros corriendo sobre el campo... ellos a lo suyo, correr, jugar y meter goles, que la victoria vendrá sóla...

Es es en ese momento cuando me viene a la cabeza aquella famosa frase de Eduardo Sacheri... "Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol".  

Los alemanes, hace unos años estaban perdidos en esto del fútbol, su selección era una mera sombra de aquella que un día fue y su liga estaba un escalón por debajo de las grandes, como España, Inglaterra o Italia. No llegaron grandes jeques ni rusos que se limpiasen el trasero con billetes de 500, ni trataron de fichar a las estrelllas brasileñas del momento. Se reinventaron. Estudiaron otros modelos de fútbol, esos que estaban triunfando, viajaron, observaron y empezaron a implantar un nuevo sistema en sus propias bases pero respetando su propia esencia y siempre pensando a largo plazo.

Hoy, empiezan a obtener sus frutos, sus equipos arrasan en Europa, y su selección, me temo que al año que viene dará también mucho de qué hablar. Aquí no hay trampa ni cartón, no hay pelotazos ni siquiera una pizca de suerte. Pero esto no ha hecho más que empezar.

Y aquí estamos nosotros, nuestra España, nuestros españoles, con nuestras huelgas, nuestras protestas y nuestro "qué hay de lo mío". "¿Recortes? Sí, claro, pero del vecino, lo mío que no me lo toquen". "¿Reinventarse? Por supuesto, pero para mi ya es tarde...". "¿El extranjero? Para la gente joven". Y seguimos esperando a que venga el jeque de turno a vendernos la moto y salvarnos del descenso a segunda división.

Hasta Manolo Escobar, un grande entre los grandes, trata a los 81 años de pasar página y avanzar, y afirma que está "hasta las narices del porompopero, del carro, la minifalda y el Viva España" y cuenta con tristeza cómo en un concierto se le ocurrió dejar fuera del repertorio "El carro" y al terminar la actuación, fueron muchos los que acudieron a su camerino a recriminárselo.

Manolo, un gran aficionado al fútbol, seguro que disfrutó con la final de la Champions... No me entendáis mal, soy muy español y adoro mi tierra, pero... al César lo que es del César...

martes, 21 de mayo de 2013

Es la actitud, estúpido

Hoy pienso que el pasado sábado volví a vivir un bonito ejemplo de iniciativa y profesionalidad, esta vez en el difícil mundo de la hostelería.

Estábamos en la Sierra de Cazorla y tras una mañana de mini ruta, con la lluvia como inseparable compañera, llegamos al Pantano del Tranco, donde decidimos que era momento de reponer fuerzas y sentarnos a la vera de un buen fuego para degustar una buena carne de monte, regada, eso sí, con una cervecita fresca y hasta un buen vinito si la situación lo exigía.

Y allí estábamos, calándonos en mitad del monte, con el pantano de fondo, debatiéndonos entre dos restaurantes, el de arriba o el de abajo. Finalmente, nos decantamos por el de abajo, ya que se encontraba en la orilla del pantano y las vistas merecían la pena.

Al entrar, nos encontramos en una caseta con toldos cuyas mesas se situaban en torno a una gran parrilla que hacia las veces también de chimenea. Como era lógico, todas las mesas que estaban ocupadas, se situaban a su alrededor, lo cual hacía difícil llegar a la única libre que quedaba, al fondo del salón y que, por imperiosa necesidad, fue nuestra elegida .

Ninguno de los dos camareros pareció percatarse de nuestro problema, por lo que, una vez sentados y acoplados, algunos voluntarios tuvimos que acercarnos de nuevo a la barra, pedir allí y luchar de nuevo, literalmente, por crear un camino, para, simplemente, poder llegar a nuestra solitaria y fría mesa, ya que para el resto de clientes parecíamos no existir y no hacían ni el amago por facilitarnos tan dura labor, aunque fuese con un pequeño gesto de esos de "pasa, pasa, que te dejo...". Por un momento me creí Daniel Day-Lewis haciendo de mohicano y tratando de llegar al río Hudson...

Fue al segundo y complicado viaje a la barra para  rellenar los vasos vacíos y pedir algo para picar cuando mi cuñado y yo decidimos acercarnos al restaurante que se encontraba al otro lado de la carretera y ver qué tal estaba.

Al entrar, vimos un salón confortable, pero con tan sólo una pareja comiendo y con la chimenea apagada. Ni que decir tiene que salimos de allí disparados, con la idea de volver a nuestra casetilla aunque tuviese goteras, ya que este sitio parecía incluso menos apetecible y acogedor. Sin embargo, ya en la calle fue cuando de repente nos asaltó un hombre de mediana edad que salió de detrás de la casa preguntando si no queríamos comer allí.  Muy educadamente le  transmitimos nuestra negativa porque teníamos al resto de la tropa en el bar de abajo y que sólo habíamos entrado a echar un vistazo. El hombre, perseverante pero sin resultar pesado, nos habló de unas migas y una carne de ciervo que hizo despertar nuestro estómago, y ante nuestra crítica por tener la chimenea apagada, nos dijo de forma simpática: "¿Apagada? Habéis mirado mal, bajad a por el resto de vuestros amigos y ya veréis como a la vuelta la chimenea está encendida". Eso nos hizo reír, aunque seguimos nuestro camino tras despedirnos.

Me gustó ese último recurso, su simpatía y su coraje por no perder un cliente, siempre desde la educación y el respeto.

Al llegar al bar de la parrilla y tratar de pasar otra vez por el revoltijo de mesas y ver cómo los camareros ni tan siquiera se inmutaban, la gota se colmó cuando el camarero no se acercó a tomarnos nota y, ya en la barra, nos dijo de mala gana, las cuatro cosas que ofrecían para comer.

Así fue como acabamos en el Restaurante Acacias. Con chimenea, con un joven camarero que se esforzaba a cada segundo por hacernos la estancia muy cálida y una carne de ciervo que aunque no estaba muy allá, sabía mejor gracias al ambiente que el dueño del restaurante y su hijo habían sabido crear.
- ¿Tienen revuelto de papas? Lé pregunté al chaval.

- "No, pero se hacen. Diganme qué le echo a las papas... ¿huevos? ¿morcilla, chorizo...? Esa fue su contestación. En ese instante, me vino a la mente el eslogan de la campaña con la que Bill Clinton logró darle la vuelta a las encuestas. Y me dieron ganas de adaptarla y bajar al restaurante de las goteras para decirle al camarero: "Es la actitud, estúpido".

Sin duda, ese día comimos a gusto, y ese hombre supo ganar unos clientes gracias a esos pequeños detalles que consiguen dejar a lo supuestamente importante, encerrado en el armario. Ese día Pareto hubiese estado orgulloso de haber enunciado su regla del 80/20, porque ese día, ese 20% sirvió, primero para hacernos entrar allí, cuando ya lo habíamos desechado, después para disfrutar de la comida, y por último para salir de allí con la barriga llena, los bolsillos no muy vacíos y sobre todo con una gran sonrisa. 

Eso es lo que hace que uno, a los dos días, sea capaz de seguir recordando ese sitio, su nombre, hacerle una foto de recuerdo y hasta dedicarle un post en un humilde blog... Porque al final, es la actitud la que marca la diferencia.


jueves, 16 de mayo de 2013

Sonriendo al alba

Hoy pienso que me disculpen los que esperan otra cosa cuando abren este blog, pero como siempre digo, esto no es un blog al uso, no es temático y las única normas son las de mi corazón, que por suerte o por desgracia, es un dictador.

Un amigo me dijo que la primera regla de un bloguero es nunca escribir sobre su propia vida. Mal vamos entonces, porque el mío tiene como objetivo desangrar mi mente a través de estas líneas y dar forma a todo aquello que pasa por mi cabeza, a veces realidad, otras ficción y quién sabe si medias fantasías. Demasiado multidisciplinar quizás, pero así es mi diarrea mental, como suelen decir mis queridos amigos.

El caso es que esta mañana venía de madrugada por la carretera, era de noche y había niebla, y allí iba yo, escuchando la radio, con los ojos medio guiñados con toda la atención puesta en los siguientes 5 metros de carretera, que es lo único que acertaba a vislumbrar, deseando que llegase el amanecer y todo fuese más fácil.

Cuando por fin vi un poco de luz, algo me hizo parar, salí del coche, inspiré un aire húmedo y frío que olía a extraña primavera, miré al horizonte, saqué mi inseparable Iphone e hice una foto a un cielo que empezaba a azulear y que no se dejaba mostrar por culpa de esa pesada bruma.

Continué mi camino desilusionado, entonces mi móvil vibró, miré al cielo y todo cambió. Paré en la siguiente salida, hice una nueva foto y las palabras nacieron coloreando el paisaje...

Entre nieblas y tinieblas,
él buscaba y no encontraba,
esperando ya desesperaba
cuando vio creer en una estrella
ese rayo que subrayaba su esperanza.
Aquí presento mi presente, tú, mi reina,
pues la noche siempre nos recuerda
que pase lo que pase cuando pasa
una sonrisa ayuda a alborecer el alba.


jueves, 9 de mayo de 2013

Sabina es mucho Sabina

Hoy pienso que mis ideas y mi gusto por la música siempre han ido por caminos opuestos, algo así como un duelo del viejo oeste, en el que ambos se dan la espalda, cuentan diez pasos, separándose cada vez más, hasta contar hasta diez, entonces se dan la vuelta... y en ese preciso instante, mi contrariada mente no sabe si disparar al cantante de enfrente, por esas declaraciones antagónicas a mi pensamiento, o rendirme a la evidencia de su melodías y de sus letras...esas que ya de por sí, mucho antes llegaron a mi corazón para quedarse.

Imagino que para escribir y componer hay que saber soñar, y por eso seguramente los grandes cantautores suelen ser zurdos ideológicos, porque sueñan y sueñan, aunque olviden despertar, sin escuchar de fondo a Segismundo soliloqueando su ilusión, su frenesí y esos sueños que sueños son...

Ismael Serrano, un cantante siempre atrapado en azul aunque inspirado en el Che y su querida guerrilla, y sin embargo, habla de guerra amando, susurra el amor besando... a veces suspirando y hasta sufre cantando, luego habla de la vida, y es entonces cuando sientes que es la tuya la que está hablando.

De Serrat me da vergüenza hablar, porque seguramente una sóla palabra que me atreva a escribir, sólo puede emborronar cualquier partitura que haya salido de sus labios. Pedro Guerra, alguien puede decir que es empalagoso quizás, pero no seré yo quien reproche a alguien componer con el corazón en la mano... y siguiendo y siguiendo, puede que hasta Tontxu tenga su aquel. A éste último nunca le encontraba la gracia, hasta que un día, de casualidad, me lo encontré actuando en el Café Libertad 8, y allí me quedé con la boca abierta y disfrutando con sus rimas improvisadas y su falso falsete.

Me recuerdo a mí mismo, con 15 años, en el salón de mi casa, con mis dos tesoros, dos CD´s, no vinilos ni cintas, CD´s, algo nuevo que había salido al mercado y que costaban una pasta. Pero allí estaba yo, sacrificando un mes de paga, para hacerme con mi "Tunnel of Love" de Springsteen y el último de Joaquín Sabina... y era éste el elegido, cada sobremesa, después de comer y antes de volver a clase, cuando ponía una y otra vez sus canciones, mientras cantaba, mirando al vacío, ese  "quién me ha robado el mes de abril" y aquel "una de romanos", suspirando por esa niña que se sentaba a mi lado en clase y que, por timidez o cobardía, nunca llegaré a saber si yo también le gustaba a ella.

Y es que Sabina es Sabina, puede que le falte la sensibilidad de Ismael Serrano, seguramente carece de la agudeza musical de Serrat y, desde luego, no tiene el puntito comercial de Alejandro Sanz, y sin embargo, sus canciones son pura vida urbana, un romanticismo de ladrillo y asfalto, en el que un cigarro no huele a gominola y una copa de whisky sólo sabe a whisky, sin hielo, sin engaños, sin matices, describiendo la noche entre tinieblas, dedicando la soledad a los que se sienten aislados y perjurando contra las chicas que alguna vez le hicieron daño y a las que odia por seguir amando.

Claro, luego viene el Sabina que no canta, el que habla y siempre lo hace más de la cuenta, el que piensa que sólo pueden gritar los que tienen razón y que casualmente son los que piensan como él. Y es cuando aparece en mi cabeza la escena del Oeste que antes relataba.

Y hoy he hablado con él, poca cosa, no vayáis a pensar, sin embargo, en persona, me ha parecido un gran tipo. Puede que sea la edad (la suya... y la mía), quizás tampoco ha habido tiempo para más o a lo mejor es que es cierto que hablando se entiende la gente.

El caso es que hoy, mientras estaba a su lado, hablando de vanalidades, el niño de 15 años, tatareaba una canción de memoria y pensaba que, por mucho que algunos digan, Sabina es mucho Sabina...