martes, 28 de abril de 2015

¿Pudiste sentirlo, Lucas?

Hoy pienso que quiero darte las gracias, querido Lucas.

Hace un año escribía aquí mismo mi primera experiencia corriendo la Rock&Roll Maratón de Madrid. 

Entonces describía mis sensaciones, la ilusión previa a la carrera, el sufrimiento durante el trayecto y el gran orgullo de traspasar la meta. Hablaba de la gran organización, de las miles de personas que no dejan de animar a todos los locos que se calzan las zapatillas y me acordaba sobre todo de mi angelito Leticia y de mi hermano, sin el cual no habría sido capaz de terminar aquella aventura.

Un año después todo pintaba parecido, misma ciudad, mismo recorrido y mismo hermano, quien una vez más, estaba allí esperándome el día de antes con la mismas ganas y quizás incluso más ilusión, y es que no deja de sorprenderme su dedicación y su ánimo, ese que me hace sentir durante la carrera como si yo fuera el que le acompaña a él en esta aventura. 

Hasta ahí todo similar,  es cierto, sin embargo, en realidad todo era distinto. Esta vez me acompañaba Ana, mi fiel escudera, que se iniciaba como corredora con los 10 km. El reto tampoco era el mismo, ahora no me bastaba con acabar, quería mejorar mi marca personal. Pero sobre todo, desde hace un mes, nuestra carrera tenía un nombre particular y muy especial, el tuyo, Lucas.

Ana y yo teníamos un gran reto por delante y nos faltaba un punch, ese impulso que nos ayudase a no desfallecer cuando nuestras fuerzas flaqueasen y qué mejor que utilizarte a ti, como inspiración, un pequeñajo de edad y cuerpo pero grande de corazón, de energía y de fortaleza.

Y así llegó el domingo, mi carrera empezaba a las 9:00, y el tiempo no acompañaba. Esta vez el hombre del tiempo lo había clavado y las nubes presagiaban lo peor. Me puse mi camiseta impresa con tu nombre, mis zapatillas multicolores y empecé a correr.

Los primeros kilómetros pasaron rápido tratando de coger el ritmo, evitando codazos y vigilando tropezones. Poco a poco me fui centrando, las calles despertaban lentamente y a pesar de que la lluvia asomaba ya de forma tímida, la gente empezaba a espolearnos. Fue ahí cuando, sorprendido, escuché tu nombre por primera vez: -"¡Ánimo Lucas!"-, me pareció oír  mi izquierda. Miré y vi a una chica que me aplaudía sonriendo. ¿Pudiste sentirlo, Lucas?. 

No debieron pasar ni doscientos metros cuando volví a escuchar otro grito de ánimo, -"¡Venga, Lucas!"-. Volví a sonreir y a dar las gracias levantando mi dedo pulgar. Los ánimos siguieron sucediéndose, aunque seguro que ya lo sabes, porque podías sentirlo, ¿verdad Lucas?  

Debió ser por el kilómetro 15 cuando me los topé por primera vez, para entonces mi hermano ya me había encontrado un par de veces, pero esta vez delante mía, dos chavales me decían, -"Venga, por Lucas, campeón, que te seguimos!"-. Les sonreí mientras trataba de fijarme en su cara, por si me eran conocidos, ya que ese saludo fue algo distinto... Los aplausos y alientos se fueron sucediendo a lo largo de la carrera, pero lo curioso es que cada 5 kilómetros me encontraba a esta pareja, dos tíos jovenes, que me animaban como si me conociesen... o más bien como si te conociesen a ti. -"¡La cuarta, tío, ánimo Lucas, nos vemos en 5 kilómetros!"- ¿Pudiste sentirlo, Lucas?

Fue en el kilómetro 37 cuando me acerqué a ellos mientras me decían sonrientes, -"¡esta es la sexta vez que nos vemos, ya queda poco, por Lucas, vamossss!. Me acerqué a ellos, les choqué la mano y les dije con el poco aliento que ya entonces me quedaba, - "en la meta nos vemos, os debo un abrazo"-. 

Y fue a falta de cuatro kilómetros cuando noté las fuerzas flaquear, me costaba encontrar el aliento y ni siquiera mi hermano, que se desgañitaba gritando y corriendo a mi lado durante unos metros, lograba hacerme recuperar el ritmo. Sentía las gotas de lluvia como granizos en mi cara y mis brazos congelados se movían inertes. Entonces volví a escuchar tu nombre entre aplausos: -"Ánimo, Lucas"- . Y fue cuando me viniste a la cabeza. ¿Pudiste sentirlo, Lucas? 

Eres un ejemplo, un renacuajo como tú, de tan sólo 4 años, que es capaz de mantener su sonrisa, de luchar en silencio contra esa maldita enfermedad llamada cáncer, de seguir haciendo felices a sus padres cada día, de tener ganas de jugar, de vivir, de llorar, de cantar... y todavía con fuerza para regalarme su energía. Gracias por sentirlo, Lucas.

Gracias Lucas, porque estoy seguro que, desde tu camita, esa que pronto cambiarás por el patio de la calle, pudiste sentir los cientos de gritos que cantaban tu nombre, mientras tu fuerza aliviaba mis calambres y me tapabas la lluvia. Pudiste sentirlo ¿verdad, Lucas?

Gracias por el hálito que me regalaste, porque aunque fuerza te sobra, no debes compartirla, tienes que guardarla para ti, sólo por si las moscas.

Y así, en confianza, permíteme un sólo reproche, aunque me duelen las piernas, los brazos, la espalda y hasta el cuello, las mayores agujetas las tengo en el dedo gordo de mi mano, de tanto agradecer a la gente su aliento... y tú tienes la culpa, querido Lucas.

Gracias Lucas, por dejarme ser tu amigo, por ser mi referente y sobre todo, por tener tanta garra y valentía, porque mi carrera de ayer no es nada comparada con la tuya. Aunque Lucas, te diré algo, sé tu secreto, cuentas con una gran ventaja, tu padre, tu madre, tu hermana y toda tu familia. Porque al lado de ellos, que tanto te quieren, que tanto te miman y que tanto te apoyan, ¡la medalla de oro la tienes asegurada!

Nos vemos en la próxima carrera, Lucas, pero esta vez, tú me animas.




jueves, 16 de abril de 2015

Dos más dos no son sólo cuatro

«Libertad es la libertad para decir que dos más dos son cuatro. Si eso está asegurado, todo lo demás le sigue.»
1984

Hoy pienso que fue Platón el que fundó la Academia en 388-387 a. de C. en honor al héroe Akádemos, esta institución se puede considerar la primera Universidad de Europa, porque no sólo se daban clases de Filosofía sino que también se enseñaba Matemáticas, Ciencias Físicas y Astronomía. 

Platón no sólo dirigía la Academia sino que también daba clases; mientras sus discípulos tomaban notas, Platón hablaba, disertaba, incitaba al debate e invitaba a pensar. Amistad y diálogo eran sus máximas. Las mismas que las de su gran maestro, Sócrates, y las de Aristóteles su discípulo más aventajado.

Casi dos mil años después, fueron los humanistas, en el Renacimiento, los que volvieron a darle a la educación un papel fundamental en la sociedad, en los chicos y su docencia residía la base del progreso, y esta tenía que empezar por el respeto al niño, oponiéndose a la enseñanza escolástica y a la severidad en la disciplina. Aspiraban a desarrollar en ellos la curiosidad y el interés por los conocimientos y a partir de ahí, que ellos mismos se preguntasen el por qué de las cosas, tratando de buscar la causa, ganando conocimientos por el camino.

Dos grandes sociedades, ricas en todos los aspectos, partían de mimar el pensamiento y la creatividad desde la infancia.

Y llegamos a nuestra sociedad. Hoy leo el nuevo borrador del Real Decreto que desarrolla la LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa) es decir, lo que viene a regular la educación de nuestros niños, o también, el futuro de nuestra sociedad.

No soy un profesional de la docencia, así que no he querido entrar a fondo en la misma, que seguro que tiene muchas cosas buenas, sin embargo, me quedo con una cosa, que la selectividad sea tipo test. Las preguntas serán de opción múltiple con cuatro alternativas distintas y respuestas por completar. Bueno, al menos tendrán que escribir algo, para el apartado de "expresión escrita", y es que valorar la expresión escrita mediante un tipo test sería ya tratar de cuadrar el círculo.

Los tipos test son para lo que son, pero desde luego, cualquier docente, y me atrevería que todos los que han sido estudiantes, estarán de acuerdo conmigo que un examen tipo test supone una gran limitación. Primero por la propia forma de aprender, sin necesidad de improvisar y sin oportunidad de demostrar la propia sapiencia. Por otro lado, elegir una opción de cuatro distintas que ya vienen dadas, supone también, para el profesor, acotar la evaluación e ignorar los verdaderos conocimientos de un alumno.

No, no es lo mismo explicar por ti mismo un poema de Rafael Alberti, como me pasó a mi en la Selectividad, con sus recursos, sus metáforas y la propia interpretación que uno percibe y siente al leer la obra, que marcar con un asterisco si el autor de "Si mi voz muriera en tierra" es  Góngora, ShakespeareAlberti o Vicente Aleixandre y si el recurso literario del segundo verso es una aliteración o una onomatopeya.

Vale, me dirán algunos, en literatura quizás estés en lo cierto, pero para matemáticas es más útil un tipo test, porque dos más dos son cuatro... esa frase me suena... y es que si nos paramos a pensar, en realidad, no, es igual resolver un problema matemático, exponiendo todo el proceso y el desarrollo que has seguido, que marcar con un círculo el resultado. La capacidad de razonar y los pasos seguidos también dan muchas pistas sobre el nivel del alumno, es más, un problema puede estar bien desarrollado y, sin embargo, por un pequeño error, equivocar un 3 por un 5 y que el resultado sea erróneo. Sin duda, ese alumno merecería aprobar, sin embargo, con un examen tipo test no tendría esa oportunidad.

Esta es la sociedad resultadista en la que vivimos. Poco importa la limpieza, la caligrafía, la redacción, la lógica empleada, la creatividad del alumno, su imaginación, su propio pensamiento y su criterio, en general, el desarrollo de su propia personalidad. Ahora todo se resume a una A o una B, porque las respuestas ya nos vienen dadas, mejor así. Dos más dos son cuatro, lo demás sería complicarnos la vida, no vayamos a cuestionarla.

Imagino que el siguiente paso será permitir que junto a la respuesta del tipo test, se pueda poner un emoticono para explicar nuestras sensaciones... Ahorraríamos aún más en palabras y una simple carita amarilla describiría nuestras sensaciones.

Qué casualidad, fue el propio Aristóteles, el discípulo de Platón, el que dijo que "la inteligencia no sólo consiste en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica", porque dos más dos no son sólo cuatro y no deben serlo nunca...

jueves, 9 de abril de 2015

Hasta los cojones de todos nosotros

"Dos años largos ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles; todos invocan el dulce nombre de la patria; todos pelean y se agitan por su bien, y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar remedio para tamaños males. Los he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla"

Hoy pienso que este discurso podría estar escrito hoy día, y sin embargo corresponde a un 11 de febrero de 1873,  y mediante el cual, el Rey Amadeo de Saboya renunció al trono español mientras disfrazaba un retórico "aquí os quedáis, que no tenéis remedio" con este discurso que ni siquiera leyó él. No cabe duda de que era un tío educado, puede que gafe, como afirma Eslava Galán, pero educado.

Volviendo hacia atrás, lo más curioso es que tras la revolución del 68 y la salida forzosa de Isabel II, nuestro Parlamento se planteó cómo rehacer nuestro Sistema gubernamental,  República, Monarquía tradicional, Monarquía sin Rey (?) e incluso Anarquía (??) pedían algunos.Y así, tras barajar distintas opciones se optó por la calle de enmedio, algo así como el "café para todos" de 1978. Ni República ni Monarquía hereditaria, mejor un monarca que venga de fuera, sin raíces ni vicios, y que sea elegido por el propio Parlamento, una decisión que no gusta a nadie, pensaron pero que tampoco es la preferida de nadie.Y así tras una votación no exenta de entresijos fuera y dentro del hemiciclo, por fin habemus Rey, y así lo anunció el Presidente de las Cortes: "Queda elegido Rey de España, el señor Duque de Aosta". De forma austera y simplificada, denotando el carácter democrático de la elección y el comienzo de una nueva etapa en España. 

Una etapa que sólo duró dos años, tiempo suficiente para que este italiano, hijo de Rey, se volviese a su casa y nos dejase con nuestra propia historia, esa que vuelve y vuelve a repetirse. Que fuese o no buen rey poco importa aquí, que no supiese quien era Cervantes tampoco. Lo curioso es su visión de la España de entonces,que servía para la otrora España del "qué buen vasallo si hubiese buen señor" y encajaría también en la España actual del "y tú más".

Tras dos años de lidiar contra el nuevo marco que empezaba a dibujarse en el globo, las conjuras de los Carlistas, las aspiraciones de los alfonsinos, las trampas de los republicanos y las traiciones de los que supuestamente estaban a su lado, decidió hacer las maletas y volver a su tierra natal. Y así llegó la ansiada República, esa forma de Estado que para muchos es la panacea. Una república que Emilio Castelar anunciaba "Con Fernando VII murió la monarquía tradicional, con la fuga de Isabel II, la monarquía parlamentaria, con la renuncia de don Amadeo de Saboya, la monarquía democrática; nadie ha acabado con ella, ha muerto por sí misma; nadie trae la República, la traen todas las circunstancias, la trae una conjuración de la sociedad, de la naturaleza y de la Historia. Señores, saludémosla como el sol que se levanta por su propia fuerza en el cielo de nuestra Patria".

Y esa soñada República necesitó menos de dos años de aventura en los que sólo fueron necesarios cinco Presidentes, una dictadura encubierta, dos guerras, una dentro y otra fuera, y una Proclamación del Estado catalán para que todos los españoles gritaran al unísono, "¡Alfonso, vente pa España!".

Era tal la caótica situación vivida durante aquella República que mientras en Sevilla, el Ayuntamiento se autoproclamaba "República Social", Cartagena, justo al otro lado de la península, se declaraba Cantón independiente, así, con un par, hasta con moneda propia, el duro cantonal. 

Sin embargo, cuando uno cree que ha llegado al final del esperpento, siempre hay algo que lo supera, y así, cuando el Cantón independiente se ve asfixiado por las tropas españolas, solicitan al entonces presidente norteamericano, Ulisses S. Grant, entrar a formar parte de la Unión  como un Estado más. De nuevo, con un par. 

Cuando uno cierra el libro de la historia y coge el periódico, observa a un ex-ministro traicionado por la propia Ley que él defendió con uñas y dientes, un ex-consejero acusado de corrupción que alega en su defensa ser un simple e ignorante maestro, unos partidos políticos donde sus miembros se lanzan pedradas entre ellos, mientras esconden la mano delante de la cámara, otros partidos donde ya ni siquiera esconden la mano y al de siempre, al incansable Artur Mas en la Universidad de Columbia parafraseando a Obama con su famoso "Yes, we can", al más puro estilo cantonés de Cartagena, uno no puede sino recordar aquella famosa frase de Estanislao Figeras, precísamente durante aquella terrible primera República y la hace suya con todas las letras: "Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!".

miércoles, 1 de abril de 2015

No sólo de portátiles aprende el niño

Hoy pienso que hoy publica El País un artículo dedicado a una familia que ha estado cerca de 5 años luchando por la salud mental y física de su pequeño, un niño con un problema... que es superdotado. 

En ese afán por luchar contra la discriminación y fomentar la integración a través de la discrminación positiva y la implementación de todos los medios y herramientas necesarias para la detección y posterior tratamiento de aquellos niños que ya sea física o intelectualmente se encuentran por debajo de la media, la sociedad, y a través de ella, sus gobernantes, olvidaron un pequeño detalle. Que también hay niños que están por encima de la media, y que esos niños, sin una detección y una atención especial también pueden acabar fracasando en la escuela e incluso en la vida.

En mi caso, mi hijo no es superdotado, pero ya desde pequeño apuntaba maneras. Pequeñas señales que te dicen que es listo, quizás algo más de lo normal. Sin embargo, el miedo a parecer el típico padre coraje que piensa que su hijo es el más guapo y el más listo de la clase te hacen permanecer callado.

Fue al llegar a Madrid, cuando uno de sus profesores nos comentó algo. La facilidad y rapidez con la que leía y comprendía, su agilidad mental y alguna otra característica que, nosotros ya habíamos notado, pero que no sabíamos hasta qué punto podía significar algo más allá del típico niño "avispado". 

Nos propusieron someterlo a los test de inteligencia, y así fue como nos enteramos que, aunque no era superdotado, sí que tenía altas capacidades, algo así como un superdotado a medias, es decir, que en algunas áreas sí que se halla intelectualmente por encima de la media y en otras, en cambio, su nivel es el normal. Tras informarnos de los resultados, introdujeron a  nuestro peque en un proyecto educativo en horas extraescolares y además, iniciaron una adaptación curricular con el fin de que progresivamente fuese integrándose en curso superior al suyo hasta acabar integrándose totalmente a ese, evitando así algún tipo de inadaptación. 

En ese proceso nos mudamos y volvimos a nuestra querida Jaén, esa ciudad de las ocho que componen Andalucía. Al llegar al nuevo colegio, pedimos cita con el Orientador y le explicamos las circunstancias de nuestro hijo, dejándole toda la documentación y su expediente, para intentar que se siguiese el procedimiento que había iniciado en Madrid. 

No soy persona de juzgar a primera vista, pero aquel hombre mayor, tranquilo, que apareció sin papeles, que no apuntaba nada de lo que decíamos y que llegó una hora tarde a aquella primera cita de las 11 de la mañana, porque "se había quedado dormido" no me hizo presagiar nada bueno.

No me equivocaba, tras varios meses sin decir ni mú ni adoptar ningún tipo de medida curricular, volvimos a hablar con él. Su respuesta, de nuevo sin papeles encima de la mesa fue la de "le he hecho algunas preguntas y yo creo que es listo, pero dentro de la media".

- "¿Y entonces el test que le hicieron en Madrid? ¿Y el documento de esa Comunidad donde certifica que sí que es un niño con altas capacidades? ¿Y toda la adaptación curricular que estaba siguiendo allí?-  Mis preguntas brotaban una detrás de otra.

- "Bueno, a estas edades ya se sabe que los niños pueden cambiar mucho". Fue su respuesta, tan profesional como extensa.

De nuevo no quisimos pecar de padres coraje y, siendo profanos en la materia y sin querer nunca desdecir a un profesional, pedimos cita con su tutor para que nos diese su opinión, como profesor y persona que, de forma objetiva pasa 6 horas al día con él. 

- "¿Qué queréis que os diga? Es creativo, inquieto, listo... y claro, al ritmo de la clase se vuelve insoportable, lo coge todo al vuelo y eso hace que se aburra, entonces se pone nervioso, interrumpe..." Yo lo tengo claro, pero tenéis que entender que es el orientador el que manda.

Acudimos a un psicólogo privado, y de nuevo nos confirmó lo que los test de Madrid habían certificado, es un niño con altas capacidades.

En nuestro caso el orientador se empecinó y no quiso salirse de ahí. De nada sirvió acudir a la Delegación de Educación de la Junta de Andalucía, el tiempo corría en nuestra contra, ya que los meses iban pasando y cada escrito y cada entrevista suponían meses y meses de espera. Su actitud era la de ir dejando pasar el tiempo, así, sin discutir... mes tras mes, sin que nada cambiase.

Por suerte, el profesor supo apreciar el problema y le fue dando material extra para que no se aburriese, le dejaba pintar, una de sus grandes aficiones (y casi obsesiones), leer libros que cogía de la biblioteca en horario de clase y le atribuía responsabilidades con el fin de que se sintiese útil y además no molestase al resto mientras hacían ejercicios que él terminaba en cuestión de minutos, y así han ido pasando los años... hasta hoy.

Ahora es nuestra benjamina, con 7 años, la que hemos percibido que tiene las mismas características, incluso potenciadas, que su hermano. De nuevo mostramos cautela, y fue su profesora la que, sin decirle nada nosotros, nos advirtió del tema. Le dijimos que se lo explicase ella al orientador para que no pensase que era cosa nuestra y nos tomase por unos padres obsesionados. Sin embargo, la respuesta del orientador fue la que ya esperábamos. "Es lista, pero claro, es la tercera hermana y está muy espabilada... además nació en enero, y eso se nota... en fin, que no lo veo claro...". Respuestas, de nuevo, muy profesionales.

Sinceramente, no me veo metiéndome en pleitos ni demandas judiciales, no soy tan valiente. No obstante, con trabajo en casa y sobre todo, el esfuerzo de su madre, vamos saliendo adelante y evitando que nuestros hijos se frustren y fracasen.  Sin embargo, siempre me quedará la duda de saber si mi hijo estaría más incentivado y motivado si hubiese seguido aquella adaptación curricular que comenzó en Madrid, ya que, ahora, con casi 12 años, empieza a flojear justo ahí, en las ganas, en el ánimo y en la alegría por aprender, cuando hace 6 años era justo al revés, y ver eso, cuando crees que tenía solución, es muy triste.

Y sí, si alguien me pregunta lo diré abiertamente, por mi experiencia, tan personal como propia, el sistema educativo madrileño funciona bien, muy bien, justo al contrario que el andaluz, que deja mucho que desear. Ya, pero en Andalucía regalan portátiles a los niños, me dirá Susana... sí, pero es que no sólo de portátiles vive el hombre...