martes, 21 de junio de 2016

Esquivando el futuro

Hoy pienso que Cornelius Vanderbilt fue un empresario americano hecho a sí mismo, lo suyo fueron los barcos, desde chiquitito y así, poco a poco, peleando y sudando, consiguió hacer un imperio basado en el transporte de mercancías con barcos de vapor, dominando diversas rutas comerciales a lo largo y ancho de los EEUU.

Sin embargo, Cornelius se dio cuenta de que el futuro no estaba en las rutas fluviales de los barcos, sino en el ferrocarril. Aquel caballo de vapor que todavía no contaba ni siquiera con raíles ni infraestructura por la mayoría de su gigantesco país no tenía para muchos ningún futuro, entre otras cosas, por el coste que supondría ponerlo en marcha. 

Pero Vanderbilt creyó en ello, pensó que aquel medio de transporte era más eficaz, más rápido y, a largo plazo, más barato, es decir, todo ventajas, excepto para el que utilizase el barco de vapor, que vería su negocio arruinado.

De esta forma es cómo en lugar de aferrarse a sus barcos,  luchar contra el progreso y exigir al Gobierno que mantuviese el status quo existente, prefirió arriesgarse, innovar, reinventarse, invertir en el ferrocarril, construir vías y hacerse con contratos de combustible para ser él el principal transportista por todo el país.

Así es como barco de vapor pasó a la historia y hoy lo vemos como una atracción turística de una época pasada de la Historia.

Hoy leo en el periódico que la Confederación Española de Transporte en Autobús se queja del daño que le está haciendo el tren. Ellos mismos aportan datos como el que los viajeros que quieran trasladarse a Salamanca desde Madrid apenas tardan una hora y media larga en Alvia frente a las dos horas y media en autobús "exprés", siendo el precio más o menos el mismo...  y la gente, afirman indignados, ¡escoge el tren!  

El caso de Valencia todavía es más llamativo, el precio más barato para viajar a esta ciudad el próximo 20 de julio en AVE es de 21,70 € (clase turista), mientras las tarifas de uno de los principales operadores de autobuses interurbanos oscilan entre los 30 y los 36 euros. Eso sin contar con el tiempo invertido: apenas una hora y 54 minutos en los primeros frente a cuatro horas y 15 minutos en los segundos.

La patronal de autobuses denuncia el caso, dicen que el Estado debería garantizar su supervivencia subvencionando sus viajes, que son más caros, más lentos y más incómodos, en lugar de apostar por el tren de alta velocidad, que sin duda es más beneficioso para todos... excepto para el dueño del autobús.

Estoy seguro de que los autobuses aún tienen un gran recorrido y una gran utilidad en nuestra sociedad, pero sin embargo, quizás sea hora de que planteen adaptarse a la nueva situación, reinventarse, como hizo Vanderbilt, en lugar de exigir que aquello que, a todas luces es más beneficioso para todos, no siga evolucionando y así poder mantener su negocio como hasta ahora.

Podéis imaginaros si los propietarios de los carruajes de caballos se hubiesen salido con la suya cuando protestaron por el daño que les haría el plan de Henry Ford para abaratar los costes y hacer los coches accesibles a todas las clases sociales... ¿Seguiríamos hoy esquivando moñigas por calles de arena?
Imagino que, cuando hace más de 5.000 años, aquel esloveno al que se le ocurrió utilizar una especie de círculo para realizar su labor artesanal fue tildado de loco y más de uno pensaría que estaba perdiendo el tiempo con aquel engendro que inventó, hoy llamado rueda. 

Y es que como dijo Kennedy, seguramente inspirado en alguien, está claro que el cambio es ley de vida, cualquiera que sólo mire al pasado o al presente, se perderá el futuro..

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