Es cierto, este verano, ayudado por el fin de semana con mis amigotes de toda la vida, me he convertido en un nostálgico empedernido. Por suerte, el anuncio de Coca Cola me ha enseñado que no estoy solo...(sí, yo también respondo al camarero cuando grita eso de !chaval!).
Hace unos días, un gran amigo me hacía referencia a una poesía que escribí para él hace muchos años y me preguntaba si aún la guardaba.
No me fue difícil viajar en el tiempo e imaginarme en la clase de Derecho Romano, sentado junto a mi sempiterno compañero de pupitre, Juanlu, inspirado y escribiendo una poesía dedicada a nuestro colega Nacho, mientras entre risas disimuladas recordábamos cómo el sábado anterior se paseaba por el pub de moda con su ligue de turno...
Rápidamente me puse a buscar y rebuscar en estanterías polvorientas hasta que entre algunos papeles oxidados de la carrera logré encontrarla. La leí una y otra vez mientras por mi mente pasaban muchas imágenes de aquellos años.
Ahora pretendo colgarla en mi blog, sin más objetivo que hacer pasar un buen rato a aquellos de mis amigos que compartieron conmigo aquella época. Quizá algunos opinen que es algo ordinaria y soez, y probablemente no les falte razón, pero a mí consigue arrancarme una sonrisa cada vez que la leo. Por otro lado, así conseguiré demostrar a mis críticos particulares eso que tanto anhelan, mi lado vulgar (aunque no menos cachondo) que por supuesto tengo y que nunca he pretendido camuflar. Como ya expliqué un día aquí mismo, todos tenemos un lado sensible, un lado alegre, un lado triste y un lado ordinario, y yo el primero, faltaría más. Y aquí hay cabida para todos y cada uno de ellos. En cualquier caso, mis disculpas si la poesía ofende a alguien...
Nacho, va por tí:
ODA A LOS CALLOS
En el tercer tiempo con cerveza
estaba yo con todo el equipo
cuando en tus voluminosas tetas
constantes mis ojos quedaron fijos.
Pero no lo pude soportar más
al divisar tu culo en la oscuridad
y sólo al conocerte comprendí
que tu michelín era para mí.
No podía estar más excitado
pero a la vez muy intrigado
de que nadie en todo el bar
tu mostacho quisiera chupar.
No me entretuve por más tiempo
y a pesar de tu mal aliento
penetré con mi lengua ardiente
entre esos amarillentos dientes.
Al día siguiente estaba vacío
aunque todavía seguía empalmado
pensando en tus marrones palominos
que con tanto gusto había mamado.
Y a pesar de burlarse mis amigos
y de tus rojos y variados granos
yo con mucho entusiasmo grito:
!Que viva Nacho y todos sus callos!