Hoy pienso que a pesar de los tres cafés que llevo a estas alturas de la mañana, aún no me he despertado. Ni el estrés del madrugón madrileño, ni los 25 correos electrónicos corporativos ni las 7 llamadas recibidas al despacho me han servido para conectar nuevamente.
La culpa de todo la tiene mi casa, mi feria y mi gente. Todos los años me pasa lo mismo, es como un Déjà vu. Supongo que será el mismo sentimiento que tiene ZP cuando va al desfile del día de la Hispanidad... "estos abucheos ya los había oído yo antes..." debe pensar...
Y yo sigo disfrutando como un niño, veo rostros que sólo se repiten en el mismo sitio cada año, algunos más calvos, otros más gordos y todos más viejos, pero con la misma sonrisa y el mismo cariño. Y yo no me resisto a perderme esa alegría que me invade.
Y hoy oigo de nuevo las sirenas cosmopolitas desde mi ventana, mientras el bullicio de la capital trata de imbuirme otra vez, pero hoy no, hoy sólo tengo una sonrisa en la cara que pertenece a mi casa y los recuerdos de estos 4 días (de lo que me acuerdo, claro).
Y pienso que yo, como el sabio que cantaba Sabina, no cambio París por mi aldea...
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