lunes, 10 de octubre de 2011

De buenas personas...

Hoy pienso que hace unos días, como un día cualquiera, me encontraba llevando a mis niños a la piscina.





Es lo que tiene ser padre de familia numerosa. El simple trayecto de tu casa a la piscina municipal, que se encuentra a unos escasos 1.200 m. de tu casa se convierte en una gran aventura que dejaría sin aliento al mismísimo Indiana Jones. Mochilas preparadas antes de salir, asegurarse de que va dentro todo el kit de la piscina. Comeros el bocadillo antes de llegar. Ya sé que no te gusta el salchichón, pero es lo que toca hoy. Ponte el cinturón, pónselo a tu hermana por favor. Ya pongo la canción del cantajuegos. No bajes la ventanilla que se te cae el bocadillo. Chiqui, no llores, que ya llegamos. Vale, bájala, pero no saques las manos. La cabeza tampoco! Ya sé que suena el movil, pero ahora no puedo cogerlo... porque voy en el coche y podemos chocarnos... sí, ya sé que el abuelo lo hace, pero no se debe hacer... bueno, mañana regañamos al abuelo... no, no, el abuelo no se va a chocar, no te preocupes!





Una vez que los dejas en clase, dentro del agua, puedes respirar tranquilo durante una hora que aprovechas para tomar aire.





El caso es que a los 15 minutos de dejar a los niños, recibo una llamada. Dicen mi nombre, con mis dos apellidos y todo y preguntan si soy el dueño del coche con la matrícula tal...





Sí, soy yo, respondo esperando la clásica oferta de una aseguradora y buscando una excusa rápida para deshacerme de ella.





Pero para mi sorpresa me pregunta si mi coche lo tengo aparcado, en ese mismo momento, cerca de la piscina. A lo que, ante mi respuesta afirmativa, me informa de que tengo la ventanilla bajada y que hay cosas de valor dentro.


!La dichosa ventanilla! Me despido de él y salgo corriendo, cerciorándome al llegar al coche de que efectivamente me encuentro con una de las ventanillas traseras hasta abajo. Por suerte, ningún desaprensivo había pasado por allí...





Tras el sofocón inicial de la carrera y el susto, ya más en frío, comencé a pensar en la misteriosa llamada. ¿Quién me había llamado? El coche estaba en la calle por tanto no podía ser el personal de la piscina.


Por suerte, el número de la llamada aparecía en mi móvil, no era uno de esos número largos desde los que te llaman para ofrecerte 3 megas extras si cambias de compañía para intenet.





Ni corto ni perezoso le dí al botón de la rellamada. Al segundo pitido, la misma persona que había hablado conmigo cinco minutos antes me cogió el teléfono. Me identifiqué y le dije que llamaba para agradecerle el gesto y la molestia de haberme llamado para avisarme.





El hombre, serio pero afable me dijo que no había de qué, que era su trabajo.





- ¿Cuál es su trabajo? Le respondí, curioso.





- Está llamando a la Polícia Local.





Según me contó, un venerable ciudadano que pasaba por la calle, vio la ventanilla bajada de mi coche y en lugar de seguir indiferente, mascullando lo inútil y despistado que era el dueño, como haríamos muchos, llamó a la policía local para dar el aviso. Desde allí, trataron de buscar mi dirección a través de los datos de tráfico, pero como mi coche es nuevo, sólo les salía el número del concesionario. Llamaron allí y éstos tuvieron la deferencia de darle el número de mi móvil, que utilizaron desde la policía para localizarme.





La operación no era difícil, pero incluye dos componentes esenciales, una simple persona que va por la calle y que no se queda tranquila ante un posible perjuicio que le puede pasar a un desconocido y un agente que se toma la molestia de indagar y hacer varias llamadas hasta que me localiza, haciendo más de lo que se le podría exigir como funcionario de la Ley y el Orden.





Cuando colgué el teléfono me sentí bien, agradecido y confiado. La Policía no sólo es la que pone multas o detiene a los malhechores, también coge gatos de los árboles y busca dueños de coches despistados.





Y personas... pues hay malas y buenas. Hace poco me topé con una persona mala (algún día le dedicaré un post)




...por suerte, la que pasó por delante de mi coche era de las buenas...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ves, eso es que tu gafe ya se está pasando. Si no, te hubieran robado y otra aventurita, ja, ja.

Te hubieras dado cuenta si hubieras vuelto a pasar delante del coche, por ejemplo, para tomar café con tu hermana, ja, ja.

Bueno, en conclusión, to er mundo es gueno, viva Jaen, su buena gente y su poli.

Anónimo dijo...

La satisfacción que produce una buena acción es inenarrable. La desdicha que produce una mala acción -si además ésta se realiza con alevosía e hipocresía- es eterna. Cuando descubren tu maldad, y te quitan la careta, una certera futura soledad se suma al castigo que tú misma ya te habías impuesto que es tener que verte la cara frente al espejo cada día e intentar convencerte a tí MISMA-sin ni siquiera creértelo- que lo que has hecho está justificado. Eliges el egoismo frente a la verdad, la cobardía frente a la justicia, el mal frente a la bondad. Como suele decirse: en el pecado llevas la penitencia, pero no me pidas que actúe como si no te conociera. No quiero eso en mi vida. No te quiero cerca.

pino dijo...

Ummmm... hoy quería resaltar a la gente buena, aunque veo que otros preferís recordarme que la gente abunda, y lo que es peor, que nos cuesta reconocerla... eso sí, una vez sin careta no debemos olvidar su cara, ¿perdonar? Pues perdonamos, pero sin olvidar, porque si no, nos volverán a hacer daño...