lunes, 9 de enero de 2012

Mamá, ¿por qué estoy gordo?

Hoy pienso que hace unos días vi este anuncio:

El niño le pregunta a su madre: "Mamá, por qué estoy gordo?"

Se trata de una campaña norteamericana contra la obesidad infantil. Sin embargo, al ver el anuncio, sentí algo que lleva tiempo percibiendo. La idea de que el niño no está triste por el hecho de ser gordito, sino por las consecuencias que ello conlleva en esta sociedad, cómo se ve en su cole y cómo se siente junto a sus compañeros.

La obesidad es perniciosa para la salud, no cabe duda, y especialmente en los niños. Pero eso no quita el doble mensaje que se envía a la sociedad. El gordo es un indeseado, la sociedad no quiere orondos, y todos los rollizos lo son porque se atiborran de hamburguesas y bollicaos. 

Me llama la atención la contradicción que se produce cuando, por un lado se lucha contra los trastornos alimenticios hablando de que hay que acabar con las tallas 34 y denunciando a las enjutas top model que exhiben sus costillas por las mejores pasarelas del mundo, pero al mismo tiempo, señalamos con el dedo al niño con sobrepeso y le culpamos de no tener el peso ideal según la OMS.

Esos extremos son difíciles de lidiar. No quiero yo decir que la obesidad sea algo bueno, por supuesto. Y claro que hay que fomentar el deporte y la vida sana en los niños. Pero de ahí a prohibir la bollería industrial en los colegios o hacer campañas públicas en contra de los Mc Donalds, me parece desproporcionado

Se trata de educar para comer de todo, fomentar el ejercicio y otros pequeños hábitos saludables, como andar o jugar en la calle. Pero de ahí a estigmatizar al niño rechoncho y discriminar a la pequeña pero voluminosa chiquilla va un trecho. 

Los extremos son malos, todos ellos, y aunque es cierto que una alimentación a base de pizzas y hamburguesas nos puede hacer mucho mal, comer sólo té y verduras también puede traer carencias a nuestro organismo que tenga consecuencias nada saludables.

Esta sociedad, en su búsqueda por la perfección y la inmortalidad, trata de alienarnos. Nada de delgados, nada de gordos. Todos perfectos, todos sanos, todos iguales. Está bien hacer recomendaciones, está bien asesorar, informar y prevenir. Pero, la última palabra la debemos tener nosotros, y el que quiera atiborrarse de chorizo o morcilla que lo haga, bajo su propia responsabilidad. Igual que el que desee alimentarse a base de rábanos y té verde, tiene mi respeto si esa es su decisión. Pero no fomentemos clichés ni arquetipos por decisiones propias, porque estamos potenciando las mofas y las discriminaciones sin sentido, tan injustas como injustificadas. Porque no todos los gordos viven en el Burguer King, ni todos son infelices. Pero, últimamente, parece que eso es lo que nos quieren hacer ver.

Como en todos los ámbitos de la vida, eduquemos, informemos y ayudemos, pero no prohibamos, persigamos ni critiquemos, se trata de encontrar nuestra propia felicidad, no la felicidad que otros quieren para nosotros...  



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