No pensar tanto, me encantaría,
no preocuparme por el mañana ni por mi país ni su llanto,
no perder los nervios al ver injusticias,
mantenerme en sempiterno estado calmado.
Me encantaría vivir feliz en mi ignorancia,
ver pasar el tren y mantenerme callado
pensar en mí, sólo en mí, en los míos y más nada
que es lo que yo soy, al fin y al cabo.
Me encantaría sentir tus caricias
y mirar sin ver las flores que alguien arranca,
o verlas y no enrojecer de ira, mantener la sonrisa
y pedir mientras tanto otra de gambas.
Me encantaría, ¡pues claro!
Ignorar datos y cifras… la maldita economía,
no vivir en una absurda y complicada democracia
sino en la demagogia fácil con toda su ironía.
Lo intento, sonrío y prometo que trato
de hacer bromas, chistes y chanzas,
descubrir mi lado de sabiduría y pericia,
ese que intenta mirar a la otra banda..
Amor, hoy te regalo toda mi algazara,
si tú me agasajas con tu simpatía,
andemos, huyamos, bailemos, corramos,
vivamos en una completa armonía.
Me encantaría dormir tranquilo y relajado
y si el vecino sufre, grita y brama,
tratemos de consolarle con desbordada alegría,
rezando por no ser nosotros mañana.
Envidio a mi amigo el correcto y educado
siempre me calma, me anestesia y hasta me hace gracia
todos le aman porque nunca se enfada,
¿por qué me es tan costoso copiar su prestancia?
Me encantaría vivir con Alicia en su comarca,
esa llena de luces, colores y fantasía,
sin periódicos, opiniones, críticas o militancias,
allí donde todo se mancha de utopía.