Hoy pienso que era verano de 1995, entraba en vigor la nueva Ley del Deporte que obligaba a los equipos de fútbol que se habían convertido en S.A.D. a presentar unos avales como previsión de fondos antes del 1 de agosto. Dos equipos no pudieron cumplir, el Sevilla y el Celta de Vigo, que descendieron automáticamente a Segunda División B.
Sin embargo, la gente se movilizó y en ambas ciudades hubo manifestaciones que superaron en número a muchas otras manifestaciones (ni crisis ni terrorismo sacaron tanta gente a la calle).
Se ve que las autoridades tomaron buena nota y aquella presión social que acabó en victoria (ambos equipos se mantuvieron en primera) quedó tatuada en la memoria de todos los que mandan.
Y como dice el refrán, de aquellos polvos vienen estos lodos. Hoy leemos en las noticias que los clubes de fútbol deben a Hacienda la friolera de 752 millones de Euros (a lo que habría que añadir lo que se debe a la Seguridad Social más las deudas contraídas con jugadores, personal y proveedores). Pero en realidad nadie se escandaliza, nadie dice nada. Lo importante es que nuestro equipo gane el domingo.
Sin embargo, la noticia sale de nuestras fronteras, y claro, allí no se ve tan normal. Y es cuando el presidente del Bayern de Múnich, Uli Hoeness, estalla y se queja de que mientras su país está haciendo un gran esfuerzo para sacar a España "de la mierda" –en referencia a la crisis de deuda española–, después los clubes de fútbol no paguen lo que les corresponde. "Para mí es el colmo, es impensable. Pagamos cientos de millones de euros para que salgan de la mierda y luego los clubes no pagan sus deudas. No puede ser".
Pues lo siento pero Hoeness lleva más razón que un santo, porque si yo viese a dos equipos alemanes pasearse por todos los campos de Europa con esa superioridad casi insultante, diría incluso más alto (que no más claro) lo mismo que ha dicho él.
Decía un conocido político que el fútbol anestesia a las masas, yo creo que no, más bien lo que hace es mantenerlas en una realidad paralela en la que la felicidad depende del resultado de tu equipo. Tan triste como real.
Y claro, de eso se aprovecharon muchos Ruiz Mateos, Mendozas y Laportas, que vieron en el fútbol un filón para poder estafar sin rubor, incrementando su fortuna personal, refrendados por un ejército de aficionados. Ya lo decía el difunto Jesús Gil: “Con la popularidad que tengo, podría ser Dios”.
Y la pregunta hoy es, ¿quién le pone hoy el cascabel al gato? Porque mientras Cristiano y Messi baten todo tipo de records históricos, en el resto del mundo ya se han dado cuenta de que juegan con ventaja…
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