Hoy pienso que me he pasado varios años discutiendo y criticando la dichosa memoria histórica.
Desde que ZP, en una de sus mesiánicas iluminaciones, se le ocurrió sacar los trapos sucios ensangrentados, consecuencia de una de las más atroces y crueles etapas de nuestra querida España, me he encontrado en infinidad de ocasiones tratando de apaciguar los ánimos de aquellos que parecían revivir en sus carnes los abusos de todo tipo que en aquellos tres sanguinarios años se cometieron.
Durante unos cuantos años se han promovido libros y se han subvencionado películas donde se enaltecía un bando, formado por los adalides de la libertad y la justicia, describiendo a los de enfrente como una cuadrilla retrógrada y opresora sin otro fin en la vida que joderle la vida a la gente buena. Desgraciadamente, la vida no es tan simple, y la guerra menos aún, en ninguna existen bandos buenos buenísimos y otros malos malísimos. Bueno, como escribía en mi blog hace tiempo ( http://www.picapino.blogspot.com.es/2011/12/en-la-guerra-si-que-hay-buenos-y-malos.html ) sí que los hay, pero mezclados en ambos bandos, y para nuestra mayor desgracia, nuestra guerra civil fue un claro paradigma de ello.
El contexto de nuestra guerra fue el que fue. Un incipiente conflicto ideológico a nivel internacional (que acabó como acabó), una crisis institucional y social y una violencia progresiva en la calle que terminaron de explotar un 18 de julio con un levantamiento militar (que no golpe de Estado) y que supondría el inicio de tres años de una violencia cruel, revanchas tribales y personales llevadas al campo de lo político y abusos de todo tipo disfrazados de justicia bélica.
Por suerte para nosotros, con la muerte de Franco, unos cuantos hombres supieron leer bien las circunstancias y adaptarlas a la idiosincrasia de este país y por eso todos ellos sacrificaron parte de sus ideologías y creencias por dos conceptos fundamentales: la paz y la democracia.
Uno de esos hombres fue Santiago Carrillo, comunista de pro y persona que hasta ayer creíamos inmortal.
Muchos rememoran ahora su curriculum personal, desnostando su actividad como alto mando durante la guerra civil y resaltando las atrocidades de las que se le responsabiliza.
Yo, al igual que he hecho otras veces, diré que no puedo entrar a juzgar o criticar a muchas personas y actos que se cometieron durante la Guerra Civil, sobre todo porque no lo viví, pero precisamente por eso, porque personas que sí vivieron entonces, que lucharon por la causa que ellos creían justa y que vieron morir amigos y familiares, sufriendo en sus carnes aquella tragedia. Si durante la transición ellos fueron capaces de darse la mano, sentarse en la misma mesa y renunciar a sus ideas por el bien de España y de los españoles, comprometiéndose a olvidar lo ocurrido 40 años atrás, no seré yo quien saque a remojo todo aquel lodo impregnado de odio y miseria humana que estos sabios supieron secar.
Fue Peces Barba, uno de los padres de la Constitución y ya también fallecido, el que comentaba hace unos años que sintió un vuelco en el corazón el día que por primera vez se juntaban los 7 ponentes encargados de redactar la Constitución. Allí, en la misma habitación del Congreso y sentado en frente suya se encontraba Fraga Iribarne, exministro de Franco, entonces firme valedor del Régimen y por ende responsable de su encarcelación durante los años de dictadura como preso político. Sin embargo, Don Gregorio reconoció que esa primera sensación pasó y que la reconciliación personal y política que tuvo lugar en aquella sala fue, afortunadamente, símbolo verídico de lo que estaba ocurriendo en España.
No seré yo quien hoy se acuerde de 1936, ni de Paracuellos, prefiero recordar a ese hombre con peluca que entró en España y supo guardar la bandera tricolor en un cajón junto al rancio sentimiento de venganza acumulada durante 40 años de destierro, por el bien de España, de la paz y de la democracia.
Hoy los socialistas madrileños proponen que una calle de Madrid lleve el nombre de Carrillo, el PP no se opondrá, chapeau. No obstante, conviene recordar que hace unos meses IU se opuso a la misma propuesta que hizo el PP para Fraga Iribarne, dejando claro que hoy sigue faltando sentido de Estado en muchos políticos, sobre todo por ese ala que hoy hasta defiende el robo de carritos de comida... pero eso es otra historia.
En mi opinión, deberían poner el nombre de ambos a dos calles que acabasen en una misma glorieta, para dejar atrás Paracuellos o Julián Grimau, y recordarlos por todo lo que posteriormente dieron a España y supieron perder por España, porque si ellos guardaron todo aquello bajo llave ¿quiénes somos nosotros para desempolvarlo?
2 comentarios:
Me ha vuelto a gustar leerte!...tienes...un toque, que ya quiseran muchos futbolistas de primerisima!
Un SALUDO bien grande
Dani
Gracias Dani, pero ya me gustaría a mi tener la habilidad de Messi, la contundencia de Cristiano y la gracia de Pepe Reina... Aún así y con apoyos como el tuyo seguiremos intentándolo!
Un abrazo que cruce el charco
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