miércoles, 16 de enero de 2013

Contricción a la carta

"Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
Creador, Padre, Redentor mío,
por ser vos quien sois, bndad infinita
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón haberos ofendido,
también me pesa porque podéis castigarme con
las penas del infierno.
Animado con tu divina gracia,
propongo firmemente
nunca más pecar, confesarme
y cumplir la penitencia que me fuera impuesta,
por el perdón de mis pecados.
Amén"
Acto de Contricción

Hoy pienso que esto de las confesiones ya no es lo que era. Nos educaron de pequeñitos (al menos los que estudiamos en colegio de curas) que no había que pecar, pero que si se pecaba (de pensamiento o de obra, ojo! que todavía me acuerdo) había que arrepentirse, confesarse ante el sacerdote, que ejercía de intermediario ante Dios y cumplir la penitencia impuesta. Era lo que se llamaba el Acto de contricción.

Hace unos días, el Partido político al que pertenece Durán y Lleida, Unió (perdonad si no pronuncio bien el catalá) confesaba y admitía que se había financiado de forma ilegal y llegaba al acuerdo con la fiscalía de devolver el dinero malversado a cambio de que no hubiesen represalias legales ni jurídicas.

Ante esto, el sibarita de Durán, que hace unos años se comprometió a voz en grito a dimitir si su partido era pillado en algún acto de corrupción relativo a la financiación del partido, sale ante los medios, y al más puro estilo Jesucristo, cuenta una parábola para justificar su apalancamiento al sillón y no irse a su casa.

Por otro lado, leo en el periódico que Josep Pujol Ferrusola, el hijo del molt honorable Jordi Pujol confiesa que sí, que tiene dinero en alguna que otra isla paradisíaca donde guardan tu dinero con tanto cariño, pero que es poquito, calderilla... nada "agarrao" que diría algún paisano mío. Y si descubren algo más, "no se preocupen, es que allí hay más gente con mi nombre y apellidos"... me cuesta imaginar la de Pujol Ferrusola que deben andar por las calles de las Islas Caiman soltando billetes...

Cuando uno ya desespera y piensa que en este país no tenemos remedio, de pronto uno pone la radio y se da cuenta de que no es así, bueno, no es que tengamos remedio, ojo, si no que no somos los únicos que no tenemos remedio.

Resulta que Lance Armstrong también ha confesado. No ha hecho falta enfocarle con un flexo y echarle humo en la cara para hacerle cantar, tan "sólo" una serie de evidencias que lo dejaban tan retratado que ni el propio diablo hubiese sido capaz de defenderlo en un juicio sin ponerse colorado.

Desconozco cuál es la causa de este repentino acto de contricción cuando hasta hace dos meses negaba la mayor y aún se paseaba por distintos actos públicos presentándose orgulloso y en tono chulesco al más puro estilo CR7, como el campeón de 7 tours, sin embargo, algo en mi interior me dice que el motivo debe tener muchos ceros...
El caso es que al leer la noticia, no he podido evitar preguntarme qué sentido tiene una confesión a posteriori, es decir, admitir tu error o delito cuando ya te han pillado. Es decir, entiendo que lo haga, pero no entiendo que se le exonere de su castigo por esa razón.

Os imagináis un ladrón de bancos al que pillan con el botín y le dice al Juez "está bien, aquí tienes el botín, negociemos, yo os devuelvo la pasta y me dejáis que me vaya para casa".

O peor aún, un pobre diablo que es pillado por su santa esposa en pleno coito extramarital, y ni corto ni perezoso le espeta: "está bien, negociemos, vuelvo a casa, termino lo que me has pillado haciendo... pero contigo y todos tan contentos".

De una forma u otra, en mi opinión, esto del acto de contricción se está desvirtuando, parece una negociación en pleno mercadillo, en la que el objetivo es que ambas partes salgan ganando, como si lo menos importante fuese el acto cometido. En otras palabras, un acto de contricción a la carta.
Yo por si acaso, tomo nota y me voy preparando la confesión de mis pecados, a ver qué regateo con el de arriba...

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