"Yo creo bastante en la suerte. Y he constatado que, cuanto más duro trabajo, más suerte tengo".
Thomas Jefferson
Hoy pienso que hace un par de noches surgió una velada nocturna con unos amigos, una de esas tertulias improvisadas en que organizas el mundo, lo arreglas y lo vuelves a desarreglar, de pronto gritas acaloradamente y seguidamente brindas con una nueva copa a la luz de la luna. Y así es como brotó el tema de la suerte.
¿Qué es la suerte? ¿Existe en realidad o la fortuna es sólo una consecuencia de nuestra actitud hacia la vida?
No contradeciré yo a los árabes cuando hablaban de la Baraka como bendición divina, no osaré tampoco ofender a la Diosa romana Fortuna ni a la griega Tyche, y sí, reconozco haber dado las 7 vueltas alrededor del Escarabajo en el Templo egipcio de Karnak. No negaré por tanto que la suerte está ahí, la mala y la buena y creo en ella. No obstante, nunca podremos terminar de saber si es una u otra la que se cruza en nuestro camino, ya que como les decía el campesino a sus vecinos en aquel cuento chino: "¿mala suerte? ¿Buena suerte? Sólo Dios lo sabe".
No sé si Dios es el único que lo sabe, pero en mi opinión, hay tres momentos esenciales que son los que definen nuestra fortuna:
- El previo: Nuestras experiencias, el dolor padedecido, nuestro esfuerzo, las risas ante los problemas y esas lágrimas que en lugar de evaporarse nos sirven para engrasar nuestro motor cuando nos emfrentamos a nuevos retos.
- El presente: Poco podemos hacer ante lo fortuito. Las eventualidades existen, no valemos para predecir el destino ni descubrir a los hados que merodean por nuestros lapsos , sin embargo a pesar de nuestra volubilidad, a veces, muchas veces quizás, podemos ayudar a que un lance se convierta en hazaña o se torne en un descalabro.
- Mañana: Aquí si lo tengo claro, el previo y el presente quedan definidos por nuestra actitud. Y aunque un hecho es un hecho y se parte de él, en nuestra mano está adaptarlo, porque si bien no podemos evitarlo, sí que podemos asimilarlo y transformarlo.
Y ya está, no hay más.
Es inevitable que pensemos en casos concretos, así, cuando vemos a deportistas de élite en la televisión triunfando, pensamos en la suerte que han tenido, en esas aptitudes innatas con las que nacieron, en esa medalla que les cuelga del cuello y cómo la fortuna les ha sonreído para conseguirla. Pero, seguramente nadie piensa en las horas y horas de entrenamiento, en los grandes sacrificios que habrán tenido que hacer para llegar allí, y sobre todo, en la capacidad de superación que tienen para seguir adelante día a día, y sobre todo en esos problemas que les pudieron hacer tirar la toalla y sin embargo, fueron capaces de seguir adelante y superarlos.
¿Pero y aquellos que tuvieron mala suerte y sin embargo supieron levantarse y ahora, si no supieses su historia, pensarías que son tipos con suerte?
Julio Iglesias, cuya carrera de futbolista se vio truncada por un accidente de tráfico, pudo haberse quedado en casa viendo partidos de fútbol y compadeciéndose de sí mismo por su mala suerte... Sin embargo cogió una guitarra, y hoy todos estamos de acuerdo en que aquel accidente fue quizás una bendición en su vida.
Julio Iglesias, cuya carrera de futbolista se vio truncada por un accidente de tráfico, pudo haberse quedado en casa viendo partidos de fútbol y compadeciéndose de sí mismo por su mala suerte... Sin embargo cogió una guitarra, y hoy todos estamos de acuerdo en que aquel accidente fue quizás una bendición en su vida.
Si pensamos en Irene Villa, aquel atentado de ETA, cuando tenía 12 años, le cambió la vida... ¿pero se la cambió para bien o para mal? Hoy triunfa en la vida, como profesional, como madre y como esposa... y lo más importante, es feliz. ¿Podríamos decir que aquel atentado fue un golpe de suerte? Yo no diría tanto. Más bien, fue su propia actitud la que le hizo adaptarse a la nueva situación y hacer de ésta algo positivo.
Vale, algunos pueden decirme que en realidad estos ejemplos son de personas con tanta suerte que ni un acto catastrófico en su vida pudo acabar con su rastro de buena suerte, su destino estaba marcado, ¿no?
Entonces os hablaré de Michael J. Fox, ya sabéis, el actor de Hollywood que lo tenía todo, fama, dinero, familia... y que con 40 años se topó de frente con una enfermedad degenerativa, el Parkinson !Qué mala suerte! Podrían pensar muchos. Luchó incansablemente, siguió trabajando y trató de esconderla hasta que los signos eran tan evidentes que no pudo evitar retirarse. Sin embargo, lejos de rendirse, ha creado una fundación con su nombre para la investigación de esa rara y cruel enfermedad, ha seguido poniendo voz a personajes de dibujos animados e incluso y hasta donde yo sé, tiene algún proyecto para llevar a la gran pantalla como actor, sí, como actor.
A pesar de que esa enfermedad le cambió la vida, para él, eso fue lo mejor que le pudo pasar en la vida. Hasta entonces tenía fama, dinero... sin embargo, vivía en un mundo virtual en el que nada era real y eso sumado a sus noches de juerga le hicieron una persona infeliz y superflúa y gracias a ese "regalo" (vaya regalo) fue capaz de rozar la verdadera felicidad. Hoy sigue casado con su mujer de toda la vida y tiene 4 hijos a los que ama con locura. Ha escrito dos libros, cuyos títulos lo dicen todo: "un hombre afortunado", libro autobiográfico y que recomiendo encarecidamente y "Siempre mirando hacia arriba: las aventuras de un optimista incurable").
Entonces os hablaré de Michael J. Fox, ya sabéis, el actor de Hollywood que lo tenía todo, fama, dinero, familia... y que con 40 años se topó de frente con una enfermedad degenerativa, el Parkinson !Qué mala suerte! Podrían pensar muchos. Luchó incansablemente, siguió trabajando y trató de esconderla hasta que los signos eran tan evidentes que no pudo evitar retirarse. Sin embargo, lejos de rendirse, ha creado una fundación con su nombre para la investigación de esa rara y cruel enfermedad, ha seguido poniendo voz a personajes de dibujos animados e incluso y hasta donde yo sé, tiene algún proyecto para llevar a la gran pantalla como actor, sí, como actor.
A pesar de que esa enfermedad le cambió la vida, para él, eso fue lo mejor que le pudo pasar en la vida. Hasta entonces tenía fama, dinero... sin embargo, vivía en un mundo virtual en el que nada era real y eso sumado a sus noches de juerga le hicieron una persona infeliz y superflúa y gracias a ese "regalo" (vaya regalo) fue capaz de rozar la verdadera felicidad. Hoy sigue casado con su mujer de toda la vida y tiene 4 hijos a los que ama con locura. Ha escrito dos libros, cuyos títulos lo dicen todo: "un hombre afortunado", libro autobiográfico y que recomiendo encarecidamente y "Siempre mirando hacia arriba: las aventuras de un optimista incurable").
Con eso me quedo, es duro no llorar, no sentir lástima de uno mismo y preguntarnos de vez en cuando aquello de "¿y si hubiese pasado esto otro?" sin darnos cuenta de que es una pregunta de antemano trucada.
Yo también lloro, de hecho soy muy llorica, aunque procuro hacerlo a solas, con mi querida intimidad (como Aznar con su catalán) y a veces con mi plañidera particular, la única ante la que desnudo mis lágrimas. Es fácil sucumbir ante la dulzura de la auto compasión, no os lo voy a negar. Pero es entonces cuando tenemos que levantarnos, dejar de pensar en lo que no fue y aceptar nuestra suerte (mala o buena, ya sabéis, "sólo Dios lo sabe), porque no os dejéis engañar, ya lo dicen las cuatro leyes de la espiritualidad india, y ante ellas me descubro: "La persona que llega es la persona correcta, lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido, en cualquier momento que comience es el momento correcto y cuando algo termina, termina".
Nunca podemos cambiar el pasado, quizás seamos víctimas propiciatorias del presente, pero sobre todo, somos dueños de nuestro futuro. Porque puede que la suerte exista, pero como decía Isaac Asimov, "la suerte sólo favorece a la mente preparada".
Yo también lloro, de hecho soy muy llorica, aunque procuro hacerlo a solas, con mi querida intimidad (como Aznar con su catalán) y a veces con mi plañidera particular, la única ante la que desnudo mis lágrimas. Es fácil sucumbir ante la dulzura de la auto compasión, no os lo voy a negar. Pero es entonces cuando tenemos que levantarnos, dejar de pensar en lo que no fue y aceptar nuestra suerte (mala o buena, ya sabéis, "sólo Dios lo sabe), porque no os dejéis engañar, ya lo dicen las cuatro leyes de la espiritualidad india, y ante ellas me descubro: "La persona que llega es la persona correcta, lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido, en cualquier momento que comience es el momento correcto y cuando algo termina, termina".
Nunca podemos cambiar el pasado, quizás seamos víctimas propiciatorias del presente, pero sobre todo, somos dueños de nuestro futuro. Porque puede que la suerte exista, pero como decía Isaac Asimov, "la suerte sólo favorece a la mente preparada".
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