Hoy pienso que parece que fue ayer, y creo que mañana lo seguiré pensando... Y quizás dentro de 10 años.
Uno a veces desea cosas, incluso piensa que han de ser así, y sin embargo luego, cuando no salen como uno espera, no nos damos cuenta de que quizás el destino nos tenía preparado algo mejor.
Mi afición al fútbol es extrema, quizás con los años algo más relativizada (es lo que da el poso de los años, uno aprende a valorar lo realmente importante) y por eso siempre pensé que mi vastaguito seguiría mis pasos, y que juntos gritaríamos muchos goles.
Sin embargo no ha sido así, a sus casi 10 años su sorprendente y exuberante personalidad le hace tener muy claros sus gustos y preferencias, y entre ellas no figura la de ver a 22 tíos pegándole patadas a un balón.
Curiosamente es mi angelito, la que contradictoriamente a esa personalidad tan femenina que posee, la que me acompaña eufórica en el cabalgar del balompié.
Ayer, como no podía ser menos, allí que nos fuimos los dos, acompañados por mi amigo Món, que se encargó de las entradas, a ver a nuestro equipo, el Real Jaen, enfrentarse al reto de salir de ese pozo sin fondo que es la Segunda división B.
Y es ella la que, como todo lo que hace, me descubre nuevos sentimientos y sensaciones. Curioso, como a sus 7 añitos, aguantaba el lorenzo abrasador en su cabeza, mientras esperábamos más de media hora, entre el agobio y el hedor humanizado de las gentes, para poder acceder el estadio. Allí abajo, cuando la miraba, entre el sofoco y la angustia de tanto cuerpo embarullado, y le preguntaba que qué tal iba, ella sólo me sonreía y seguía tarareando ese himno que con tanta fe se ha aprendido de memoria.
Suena el pitido inicial y su ilusión se me contagia, mientras con sus pipas y su fanta, busca con afán a su jugador favorito, Fran Machado, "¡Papi, papi, allí está, el de las botas azules!".
Durante el partido sus comentarios, sus risas, sus incansables palmas me hacen estremecer y sentir un poco más intensa la propia tensión del partido.
Un saque de puerta del equipo contrario, y ella, conocedora del rito particular de la afición, me pregunta, rápida, "Papi, ¿puedo?". Le asiento condescendiente con mi mirada, y disfruto viéndola gritar, todavía algo tímida, sabedora de que esa palabra no termina de sonar bien en sus diminutos labios: "¡eeeeeeeeeeeee... Cabrooooon!"
Y así van pasando los minutos, el Jaén mantiene un engañoso resultado que le da el ansiado premio del ascenso, pero que en cuestión de segundos puede romperse, como un jarrón en manos de un niño, en mil pedazos.
Y llega la ola, y los ojos de mi ángel crecen aún más cada vez que se acerca. "¡La ola, la ola!", me grita nerviosa y exultante, mientras levanta los brazos y salta al ritmo de todos nuestros vecinos de palco.
Un minuto para el final, penalti a nuestro favor. "Pero, ¿por qué no lo tira Fan Machado?" Me pregunta decepcionada. "Prefiere que lo tire otro compañero que no está tan cansado". Parece que mi respuesta le satisface y sonríe con la mirada.
Falla Santi Villa, la miro y me dice resignada:"Fran lo habría metido". Jugada de contraataque, la gente en pie y mi ángel me abraza subida en su asiento. Mientras un jugador rojo se planta solo ante nuestro Toni García, siento sus gritos entremezclados por mi piel. El balón parece que va a entrar, pero aparece Gaitán para sacarlo de entre los palos. Respiramos tranquilos, resoplamos y el árbitro pita el final, hemos ascendido.
"¡Al campo, Papá, al campo!", ella manda, me coge de la mano y bajamos la grada. En cuestión de segundos estamos pisando el césped sobre el que hace unos minutos aquellos jugadores sudaban más que un partido. Y mi niña, corre, vuela, salta... Y yo vuelvo a tener 7 años a su lado.
Y allí, entre el tumulto de la gente, cuidando de que nadie le haga daño, vigilo de soslayo su inocente alegría, mientras busca acalorada a su Fran Machado. Hay demasiada gente, y temo por los empujones y agobios, ella asiente y se conforma con haber visto a su lado a su también idolatrado portero, Toni García. Y nos vamos. Antes, se agacha, toca la hierba todavía húmeda y me dice "Papá, el césped es de verdad".
Subiendo la interminable cuesta, al salir del estadio, le pregunto si está cansada y quiere que cojamos un taxi. Me aprieta fuerte la mano y me dice, "prefiero ir andando, así estoy más tiempo contigo y este día dura más rato". Y yo trago saliva, y pienso que la felicidad debe ser algo parecido a esto.
Y así seguimos nuestro camino, la cojo aún más fuerte de la mano y me digo para mis adentros: Nunca olvidaré este día... Y espero que mi angelito tampoco...
Enhorabuena Real Jaén, y gracias por hacerme vivir este día... |
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