Hoy pienso que por los hospitales pasa todo tipo de personas, y a veces algún animal, ya sean asesinos, violadores, pederastas o maltratadores... Y sin embargo nunca he visto una manifestación en la puerta del centro sanitario respectivo, por parte de su propio personal, solicitando, e incluso exigiendo, que se lleven de allí a esa persona indeseable para ellos.
Un profesional es un profesional, y si un etarra, con 3 asesinatos a sangre fría sus espaldas y uno de los secuestros más crueles de la historia reciente de nuestra España, tiene cáncer, allí que recibe su tratamiento y entra y sale sin problemas, y seguramente las enfermeras y médicos, tengan un trato con él exquisito. "Es un ser humano, y nosotros profesionales, nuestro fin es curar" se dirán unos a otros mientras se jactan, orgullosos, de la milagrosa supervivencia de un hombre que supuestamente debería haber muerto hace ya unos cuantos meses.
Un maltratador, de esos cobardes que primero matan a su mujer y luego tratan de quitarse la vida, pero fallan, no sé si porque en el último momento esa cobardía les delata y yerran el tiro o porque son inútiles hasta el final. Y allí aparece la ambulancia, lo recoge y consigue que ese hilo de vida que no se merece, no se agote. Ingresa en el hospital y la gran labor de todos esos profesionales sanitarios consiguen que sobreviva.
Silencio... No hay debates, nada de protestas ni indignaciones. Es su trabajo y todos, desde el celador hasta el panadero de la esquina estamos de acuerdo en que lo primero es la vida del ser humano y que un médico no tiene que entrar a juzgar si el que está en la camilla se llama Pedro o Camilo, su función es otra, salvar su vida.
Sin embargo, algo cambió ayer. Cristina Cifuentes, Delegada del Gobierno de Madrid, sufrió un accidente de moto. Con unas cuantos huesos hechos papilla y algún trauma que otro es trasladada al Hospital de La Paz madrileño, su vida no corre peligro pero su estado es grave.
Y allí, ingresada, llena de tubos, acompañada por su familia, con el nudo en la garganta de la incertidumbre y el dolor, un centenar de profesionales del hospital se concentran en la puerta para manifestarse y exigir que la trasladen a otro centro.
¿Su pecado? No lo tengo muy claro, según ellos,, que al ser del PP madrileño está a favor de la privatización de la sanidad (bonito eslogan que daría para horas de debate, por cierto). Sin embargo, en este caso, parecen olvidar que ella paga impuestos, como todo ciudadano de bien y por tanto tiene los mismos derechos que cualquier otro, de recibir allí el tratamiento médico necesario.
Quizás los motivos sean otros, más escondidos, puede que su delito sea dedicarse a la política. Últimamente no está muy bien vista esta profesión... Demasiados sobres a la vista o a lo mejor es que deberia dejar de ser eso, una profesión (puede incluso que nunca debió serlo). Sin embargo, en este caso, me sigue llamando la atención que lo que no logra un etarra condenado y confeso o un violador reiterado lo logre una política cuyo nombre ni siquiera ha aparecido en ninguna trama (cosa, por otro lado, que hasta casi tiene mérito).
Quizás nos tengamos que escorar algo más y pensar si, otro político, de cualquier otro partido, que hubiese sufrido ese mismo accidente, hubiese recibido la misma espontánea bienvenida (¿he dicho espontánea?).
Está claro que esta nuestra España no cambia, "¡a Barrabás a Barrabás!" Nos encanta gritar con la vena hinchada cuando nos azuzan, sin saber siquiera si se escribe con B o con V, ¿qué más da? Ya lo dijo Unamuno: "los hombres gritan para no oírse", por eso, porque lo importante es gritar...