Hoy pienso que ella tenía tantaytantos años, aunque aparentaba alguno menos.
Con tanto temperamento como simpatía, esas eran sus dos grandes virtudes y sus dos peores defectos, cosas de la gente con estrella. Y claro, como no podía ser de otra manera, en seguida conectamos. Imagino que será mi sexto sentido para arrimarme a ese tipo de personas que mucha gente no soporta y otros temen, pero que, sin embargo, están tocados con un halo de gloria y cuyo mérito reside en que nadie le regala, porque todo lo que consiguen lo hacen a base de esfuerzo y trabajo.
Un día me llamó por teléfono, y así, con su basta franqueza, esa que tan poco gustaba a muchos, pero que la hacía transparéntemente sincera y limpia, me lo soltó a bocajarro.
- Buenas, llamo para pedirte disculpas. -Me dijo.-Voy a tener que dejarte tirado en la reunión de mañana. Lo siento de veras, pero no podré asistir y tendrás que ir sólo".
Llevábamos más de dos meses preparando aquel evento, un acto al que irían más de 30 invitados de varios países europeos, y que habíamos estado coordinando ambos, cada uno desde su área.
- ¿Y eso? ¿Te ha surgido un plan más interesante? ¿Me dejas por otro?. -Le contesté con cierta sorna.
- No, es que el otro día me noté un bulto en el pecho, me he hecho unas pruebas y tiene mala pinta. Esta semana me dan los resultados y la verdad, no estoy para charlas y sonrisitas.
Me dejó helado, con la boca abierta y sin una palabra acertada que decir. Si hay algo para lo que no sirvo es para este tipo de situaciones. Le dije que no pasaría nada, que seguro que al final no era nada y todo quedaba en un susto. Pero ella con su dureza innata, me dijo la cosa pintaba mal pero que estuviese tranquilo, que no pasaba nada, que ya estaba preparada para lo peor, aunque es cierto que estaba algo asustada y que ir a un evento de ese tipo no era lo más adecuado.
Ahí la tenéis, afrontando un posible tumor maligno, y era ella la que estaba disculpándose y tratando de tranquilizarme, hay que joderse, pensé.
Recuerdo que al colgar el teléfono, me quedé un rato callado, sin hacer nada, sentado en mi despacho, sorprendido, pero al mismo tiempo admirado. Esta mujer era increíble, en un momento así, fue capaz de reconocer su miedo, sincera y serenamente, mientras me hablaba de manera pausada y sensata, mostrando sensibilidad, sin querer dar pena, pero sin tratar de esconder sus sentimientos.
Los peores augurios se hicieron realidad, le detectaron un cáncer de mama. Lo demás, como en todos estos casos, vino rodado, pruebas, más pruebas y calendario para operación, quimio...
Durante todo ese tiempo, mi destino cambiaba y dejaba Madrid, así que un par de semanas antes la llamé para decirle que volvía a mi tierra, Jaén. Le dije que quería despedirme de ella, tomarme una cerveza y reírnos del mundo y algunos de sus habitantes con nombre y apellidos, como solíamos hacer cuando nos juntábamos.
Como era habitual, me contó sus experiencias, sus encuentros y desencuentros con los médicos y sus distintas reacciones ante el dichoso veneno que tanto daño le hacía pero que paradójicamente le salvaría la vida.
Nos juntamos un día, el día que ella quiso, el día que ella sacó fuerzas. -Iré con peluca, espero que no te asustes. - Me dijo, así, con su escasa sutileza.
- No lo digo por decir, estás más guapa y radiante que nunca. Algo más delgada, vale, pero tu piel está como más suave, más brillante.
- Bueno, eso es porque al dejar el alcohol y comer tan sano, estoy descubriendo sus beneficios. Es cierto, mi cuerpo se siente bien, y eso se nota.
Así es ella, siempre sacando el lado positivo de las cosas. Y así estuvimos toda la noche, un rato corto, porque estaba agotada, pero intenso. Nos reímos de su cambio de look, pasando de un pelo largo rizado a un pelo también largo, pero liso que además no le quedaba nada mal.
-Mi madre, a la que no le he dicho nada de mi historia, me regañó por lo del pelo. ¿Pero qué te has hecho, niña? Me dijo. No se dio cuenta de que era un peluca.
- Es que yo, por mucho que miro y remiro, no termino de creerme que es un peluca. Te queda fantástica, en serio.- Le dije, y lo sentía de veras.
Ahora en la distancia, seguimos wassupeando, está a punto de ver el final del túnel y todo va según lo previsto. No podía ser de otra manera. Es la actitud, estúpido cáncer, diría Bill Clinton. Mi amiga lo tiene todo, fuerza, carácter y una gran capacidad de sufrimiento. Esta vez, desgraciado cáncer, te equivocaste de víctima.
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