lunes, 23 de febrero de 2015

Deportes en los que sólo hay amigos

Hoy pienso que este fin de semana he disfrutado de mucho deporte. Deporte sano, deporte del bueno, ese que se disfruta en familia, el que sirve de ejemplo a los niños, el que dignifica, el que saboreas y siempre disfrutas, sin importar siquiera el resultado, ese deporte que, desgraciadamente, es minoritario.

El sábado estuve viendo el Jaén F.S., equipo recién ascendido que milita en la División de Honor de fútbol sala y que se encuentra haciendo una temporada de ensueño, figurando en cuarto lugar. Durante el partido mi hija de 9 años me preguntaba por qué nos conformábamos con ese cuarto lugar, y si no tendríamos que intentar ser los primeros en la liga. Yo, rompiendo esa ingenuidad infantil tan llena de sentido común, le explicaba que los 3 primeros equipos no juegan con el resto, que están en otra liga, porque tienen mucho más presupuesto. 

- "¿Mucho presupuesto?" Me preguntaba ella. "Sí, mucho presupuesto, mucho dinero, que reciben de empresas, ya sabes, como tiendas muy grandes, que les pagan para que luzcan su nombre en la camiseta y todo el mundo los conozca. Y en Jaén, no hay muchas tiendas de esas, cariño".

- "Pues de ahora en adelante, voy a ahorrar un poco de mi paga para darle dinero al entrenador y que así puedan ser primeros", me contestó, ufana ella. 

El domingo tocaba otro deporte minoritario, el rugby. Un deporte mucho más cercano a mí por infinitas razones. Todo empezó con 18 años, cuando recién llegado de estudiar COU en Estados Unidos mis amigos me comentaron que se habían metido en un equipo de Rugby. - "¿Rugby?" Pensé yo, -"!qué locura! Si al menos fuese football americano...". Pero allí que me metí. Y desde aquel día descubrí un deporte donde el esfuerzo y el coraje tienen su recompensa independientemente del resultado. Un juego donde la fuerza es tan importante que no vale nada si la empleas con violencia, donde el compañerismo es tan necesario que dejas de ser egoísta por puro egoísmo y donde la rivalidad y las ganas de superar al contrario son tan intensas que al terminar el encuentro sólo deseas agradecer al rival haber sido tu compañero de juego.

Y así es, unos cuantos años después, es tu chico de 11 añazos el que se viste de corto, y lo ves pelear, sufrir y competir y te sientes bien. - "!Ensayo!" Gritas y ves a los chavales abrazarse, mientras uno de los entrenadores, Edu, este tipo duro tan sólo por fuera, les regaña y les dice, "¡nada de fiestas, eso al terminar el partido, sólo nos animamos y seguimos jugando!". Y es que los valores en el rugby entran en vena.

Y cuando terminan los niños, huele ya a partido del primer equipo mientras las gradas se van llenando... eso sí, menos de lo que nos gustaría. Y saludas a unos y otros, compañeros que jugaron contigo, padres de niños, amigos que están allí por casualidad y alguno que no conoces pero que pronto es también amigo. Y disfrutas la fiesta durante el partido, que se presume bronco, agotador y muy duro. Son las semifinales para el ascenso a División de Honor B y el equipo de enfrente, el Portuense, es un referente,  un equipo que incluso ha militado en División de Honor, pero que tuvo que descender por temas de dinero... siempre el maldido dinero.

Y ves a aquellos chavales partirse el alma, todos jienenses y amateurs... ¿he dicho amateurs? ¿Cómo se denomina a un equipo que se pagan sus chandals, sus equipaciones, y ellos mismos ponen los palos antes de empezar el partido? ¿Inversores de su amado deporte?

Y allí están, con rabia sana, coraje deportivo, arrojo y valentía. Aguantando el envite. En cada jugada y en cada placaje puedes percibir las horas de entrenamiento, esas donde conjugar el trabajo con el amor a este deporte. 

El oval sigue rondando con algún encontronazo lógico con el contrario. Nada que no se resuelva con una simple llamada del árbitro, ese al que sólo se dirije el capitán del equipo y llamándolo de Usted, oiga, que la educación y el respeto no se deben perder ni a 150 pulsaciones, y lo contrario no se disculpa ni aunque te haya dejado la novia. Más valores en vena.

Y viendo todo aquello a uno le vienen a la cabeza los inicios de este equipo en el Puente Tabla, jugando en un solar de arena y piedras, con esa ilusión inquebrantable que nos hacía limpiar de cristales el campo antes de cada entreno entre risas y ganas. Y ves que esto funciona, que la gente disfruta en las gradas, que los niños sonríen viendo a aquellos gigantes correr y percutir contra el contrario, que este deporte aunque minoritario tiene futuro incluso en una ciudad sin "grandes tiendas". Y en medio de ese trance, un amigo me dice "lástima que ni ganando podamos subir..." - "¿Y eso?" Pregunto intrigado. -"No podemos afrontar el presupuesto". 

El dinero, siempre el maldido dinero. 

Y termina el reñido partido. Perdemos por muy poco, lástima, aunque viendo quién había enfrente y cómo se jugó, nadie se siente derrotado. Rápidamente el Portuense le hace un pasillo al Jáen, se chocan y aplauden. Ahora es el Jaén el que repite el pasillo... y luego vendrá el tercer tiempo, porque 80 minutos de lucha y contienda tienen que firmarse entre abrazos, cerveza y algún que otro cántico. 

Y me voy del campo, hablo con uno, me río con otro, doy besos, más abrazos... hasta que mi hija, siempre observando, me dice "Papá, ¿es que conoces a todo el mundo?", le miro y le digo "chiqui, es que en el rugby somos todos amigos". 



jueves, 19 de febrero de 2015

Prisión permanente revisable hasta para los que no la merecen

Hoy pienso que sucedió hace ya unos días. Un padre, Víctor, se encuentra comiendo tranquilamente en un restaurante en compañía de su familia, con su mujer y su hija  pequeña de tan sólo 4 añitos.
 
Lo que parece un plácido almuerzo pronto se torna violento cuando nuestro protagonista ve algo extraño en el señor de la mesa de al lado, un tipo con pinta rara que lleva un rato enfocando con su tablet a su hija, así, sin ningún tipo de disimulo. 

Tras cerciorarse de que algo raro está ocurriendo, se va del restaurante tras pagar la cuenta, deja a su familia en su casa y vuelve al lugar para pedirle explicaciones al tipo del Ipad, que allí seguía. Entonces le pregunta y le pide que le deje ver las fotos que ha hecho, éste niega la mayor, y nuestro hombre, algo airado y enfadado por la absurda negativa del otro, le quita la tablet, comprueba que efectivamente ha estado grabando a su pequeña. "Hijo de puta, ¿te gustan las niñas? ¡Deja a mi familia en paz!" Le grita antes de darle un puñetazo, con tan mala suerte que del golpe, el hombre fallece.

Hasta aquí, la situación podría parecer normal, un hombre que reacciona de forma excesivamente agresiva ante un hecho molesto pero sin más importancia, aunque con la mala suerte de que un sólo golpe acaba con la vida de la otra persona.

Sin embargo, la historia no termina aquí. Tras llegar la policía e identificar al fallecido se comprueba que el tipejo, había sido detenido hacía unos días por posesión de material pornográfico infantil en su casa. 

Esto lo cambia todo. 

Y es entonces cuando uno se pregunta si éste hombre, con su puñetazo no salvó a muchas niñas y a su propia hija de caer en las garras de este malnacido.

No sé qué se le pasó por la cabeza a Víctor, seguramente pudo más su sentimiento como padre que como persona racional, puede que en ese momento, sólo viese a su hija, una niña indefensa ante un cabrón sin escrúpulos y entonces todo lo demás diese igual. "Sólo quise defender a mi familia", declaró hace unos días.

Surgen más preguntas, como la de qué hacía ese hombre en la calle, grabando libremente a una menor con su tablet cuando hacía sólo unos días había sido detenido por unos de los delitos más execrables que pueden existir.

Lo cierto es que en la actualidad existe un sentimiento de impunidad que afecta a todos, a la víctima y al verdugo. El verdugo porque conoce las leyes muy bien y sabe cómo tiene que actuar y qué decir para no pisar la cárcel o, si es inevitable, pisarla lo justito y la víctima porque ve indefensa cómo aquéllos cometen delitos, algunos más atroces que otros, y sin embargo siguen disfrutando de la calle... y lo que es peor, se regodean de ello.

Y entonces me acuerdo del actual debate sobre la recién aprobada Prisión Permanente Revisable y me pregunto qué daño hace garantizar que un tipejo que ha cometido un terrible delito sexual, por ejemplo, no salga de la cárcel hasta que cumpla su condena íntegra o se demuestre que está totalmente rehabilitado y preparado para seinsertarse en la sociedad.

 "Es una medida represiva e innecesaria" he oído a algunos. "El Gobierno quiere que los presos se pudran en la cárcel porque no cree en la reinserción" afirmaba Gaspar Llamazares. Ya sé que siempre está bien visto ser comprensivos e indulgentes con aquellos que hacen el mal en lugar de garantizar los derechos y libertades de los ciudadanos. Pero realmente ¿a quién hay que proteger?

"Si son personas, tienen dignidad, y eso determina el nacimiento de unos derechos que hay que tutelar", afirmaba hace poco el Presidente del Tribunal Superior de Justicia Vasco. Ese es justo el equívoco. En mi opinión el error radica en dónde se fija el objetivo. No miremos a aquel condenado por violar a 3 niñas y sus derechos, poniéndonos en su lugar, recordando que es un ser humano con sentimientos. Vamos a poner en otro sitio el punto de mira. Fijémonos en sus víctimas, y sobre todo, en sus potenciales perjudicadas por sus actos. Y si ese hombre supone un peligro y no hay una seguridad medianamente certera de que ese animal no va a reincidir, no debe salir de su celda. Tan simple como eso. ¿Garantizar sus derechos? Por supuesto, pero sólo sus derechos fundamentales, aquellos inalienables y que no conculcan los derechos fundamentales del resto de ciudadanos. De ahí la revisión de esa prisión permanente, para evitar posibles injusticias, errores insalvables, abusos legales o auténticas reinserciones.

Hoy tenemos que andarnos con ojo porque una simple mirada tierna a una niña pequeña en un parque puede ser entendida por su madre como el gesto libidinoso de un pervertido. Y es que ahogarnos cada día con noticias de este tipos sólo provoca obsesión e inseguridad, y eso no es bueno para nadie. Pero si encima sabemos que estos cerdos, pululan por las calles libres de sospecha y que aunque son condenados, en poco tiempo y sin ser reinsertados, pueden estar en la calle, la obsesión e inseguridad perduran pero además conviven con el odio y los prejuicios, lo cual, al final perjudica a todos, a la sociedad al completo, y es que la historia ya nos ha enseñado que el buenismo y la demagogia al final siempre culmina en catástrofes, crisis o miseria. 

Por eso yo estoy a favor de la prisión permanente revisable, incluso para aquellos que merecen que fuese irrevisable...


lunes, 16 de febrero de 2015

El Gueto de Corea del Norte

"Existen tres clases de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe y saber lo que no debiera saberse".
François de la Rochefocauld

Hoy pienso en el Gueto de Varsovia de 1942. 

Los nazis, obsesionados por disfrazar su odio y esconder las atrocidades inhumanas que realizaban decidieron rodar un documental en Varsovia para "demostrar" al mundo entero que ellos no eran tan malos y que aquel barrio donde habían invitado a instalarse a todos los judíos del país, contaba con todas las comodidades y lujos de cualquier ciudad de primer nivel. Era únicamente una cuestión de organización donde todos salían beneficiados. Goebbels en estado puro.

Los nazis lejos de contentarse con eso, aprovecharon para mostrar cómo algunos judíos, a pesar de vivir de forma acomodada, no eran capaces de comportarse de una forma mediánamente civilizada., así trataban de mostrar a unos judíos clasistas, sin modales ni sentimientos que vivían despreocupados, como si nada estuviese ocurriendo a su alrededor. Sin embargo, no se sabe por qué, la película nunca llegó a terminarse.

Por suerte, la historia a veces es justa, quizás lenta, pero justa, y no sería hasta 1998, 56 años después, cuando aparecieron unos rollos que contenían las escenas de grabación de aquella película, lo que hoy llamaríamos el "making off". En esta cinta se constata que los nazis obligaban a punta de pistola a hacer caminar a los judíos por las calles, sonrientes e ignorando los cuerpos moribundos que adornaban las calles. Llevaban a los más hambrientos a restaurantes, vestidos y peinados previamente para gustar a la cámara y les ponían platos llenos de comida para que comiesen de forma ansiosa y desabrida.

Una israelí Yael Hersonski, se encargó en el año 2010 de realizar el contradocumental, "Ghetto, a film unfinished", para aclarar la verdad y  mostrar una vez más hasta dónde llegaba la crueldad y la vileza de Hitler y sus correligionarios.

2015. Jalis de la Serna viaja a Corea del Norte para realizar un documental sobre el modo de vida de aquel país y comprobar en su propia persona y a través de su cámara si son ciertas las horribles cosas que se cuentan sobre aquella dictadura. 

El encargado de recibirles y hacer de Cicerone durante su estancia era Cao de Benós, un español afincado en aquel país, que vive por y para Kim Jong-Un, promocionando y defendiendo su régimen y todas las "mentiras y difamaciones" que según él se vierten por parte del occidente capitalista.

Sólo me hicieron falta ver 5 minutos del reportaje para recordar aquel documental que vi hace dos años sobre el Gueto de Varsovia. Goebbels hubiese estado orgullo, sus principios de la propaganda se cumplen a rajatabla. Centrados en un sólo enemigo, los Estados Unidos, cada vez que explicaba una limitación de la libertad, conculcación o censura, Cao se excusaba con firmeza, "es por seguridad, estamos en guerra". 

De pronto, cuando por la mañana, recién levantado Jalis de la Serna sale por primera vez a la calle, acompañado (puesto que ya le informan previamente de que tiene prohibido cualquier tipo de escarceo o simple paseo por la ciudad sin la compañía impuesta), se oyen insrucciones por altavoces que llegan a todas las esquinas de las calles. Es la información gubernamental, lo que Kim Jong-Un quiere que la gente sepa y escuche y me vino a la mente cuando "a la espalda de Winston, la voz de la telepantalla seguía murmurando datos sobre el hierro y el cumplimiento del noveno Plan Trienal", claro, me dije, "Controlamos la materia porque controlamos la mente. La materia está en el interior del cráneo", ¡El Gran Hermano de Orwell también estaría orgulloso!

Y mientras sonreía sumergido en mis pensamientos, veo al tal Cao de Benós mirar la frontera que separa ese que ya es su país y la otra Corea, la del sur, y sacar su vilis más hedionda para afirmar con la calma de un psicópata "tengo tanta rabia que cogería un rifle y empezaría a matar americanos" o algo así. 

Y entonces mi risa se ahoga, mientra en internet alguien cuelga el discurso de Yeonmi Park, una joven norcoreana que escapó de aquél país siendo una niña y que presenció, entre otras atrocidades, la violación de su madre.  

No es un cuento, no es ciencia ficción, aquello está ocurriendo, es una dictadura llevada al máximo extremo de los horrores (¿tiene otro extremo una dictadura?). Y yo ya soy cómplice de esa barbarie si no lo denuncio y no me opongo, porque lo he visto y ya es demasiado tarde para alegar ni siquiera las 3 clases de ignorancia de las que hablaba Rochefoucauld... 

jueves, 5 de febrero de 2015

¿Ese salía en Gran Hermano 13?

"No hay espectáculo más terrible que la ignorancia en acción"
Johann W. Goethe


Hoy pienso que vengo de asistir a la inauguración de una exposición de pintura en la Universidad de Jaén. La muestra "Desde Jaén (25) miradas" rinde homenaje a 25 pintores representativos de la Jaén actual donde, conviven estilos tan dispares como excelentes, desde un urbanita hiperrealista como Belin hasta un consagrado academicista como Paco Carrillo. 25 autores nos enseñan sus ojos a través de sus pinceladas en una sala que, por grande que fuera, siempre queda pequeña.

Y allí estuvimos departiendo y compartiendo unos minutos con ellos. Sabios del pincel que, sin embargo, son gente de la calle, valientes que desnudan su alma a través de mágicos brochazos sin más ambición que la de convertir un instante en eterno. Y en ese momento, mientras hablaba con David Padilla y buscaba con la mirada a otros genios como José Ríos o Santiago Ydáñez, veía a un joven Sheroff a lo lejos, con la sonrisa ilusionada de un niño y pensaba en cuánto talento había en aquella sala.

Al llegar a casa, todavía embriagado, he querido echar un vistazo a las noticias, encontrándome en primera plana a la princesa del pueblo, esa que dicen que es nuestra Belén Esteban, y que según leo, se encuentra encerrada en el enésimo Gran Hermano, haciendo las delicias de los españoles con sus riñas, pataletas y sus castizos tacos por doquier. 

Alguien me decía hace poco que era vergonzoso que esta mujer cobrase 65.000 € a la semana por salir en directo a hacer gala de su incultura y su mala educación. Nadie puede ser criticado por ser analfabeto, eso es cierto, pero sí por serlo a conciencia, porque como dice el psicólogo Herbert Gerjuoy, los análfabetos del mañana no serán los que no hayan aprendido a leer, sino los que no hayan aprendido a aprender. El pecado de Belén Esteban no es ser analfabeta, sino vanagloriarse y no querer dejar de serlo, y el pecado de todos nosotros es permitir que alguien se haga rico a costa de su propia inconsciencia, porque ya lo decía Schopenahuer, la ignorancia no degrada al hombre más que cuando va a acompañada de la riqueza.

Sin embargo, la tele sólo es un reflejo de nuestra sociedad. Chicos sin estudios que pelean por ser los novios más guapos de las novias más guapas y cuyos conocimientos en la vida se limitan a la marca de pantalones que llevan, madres orgullosas de hijos indolentes que buscan a través de su zánganería y extravagancia una esposa a su altura, jóvenes adanes que muestran su cuerpo y mente desnudas dispuestos a vender su alma a cambio del minuto de gloria que les prometió Warhol.

Esto es lo que reclamamos desde nuestra casa. Porque es lo que nos gusta. Los premios Ondas no son ya para el reportero que se encuentra en Siria arriesgando su vida, ahora el laurel se lo lleva aquel morboso presentador que juega todas las tardes a contar las miserias de unos cuantos mientras cinco analfabetos del mañana (de los que no quieren aprender) hacen de púgiles del chismorreo. Como un espejo, la televisión nos refracta lo que queremos y demandamos. ¡Lugula! gritamos, como hacían los romanos exigiendo la sangre del gladiador derrotado. 

"Ayer conocí a Belin", -le digo a un amigo en el trabajo-. "Ese salía en Gran Hermano 13, ¿no?".  -Me pregunta intrigado. Y es entonces cuando me doy cuenta de que quizás sea yo el ignorante ...