"¡Oh, qué belleza!" dicen. "Terrible belleza, belleza como la de una diosa".
La Hiliada
Aconsejo leer el post escuchando de fondo esta canción de los Sirex versionada por Loquillo.
Hoy pienso que ya en Grecia la belleza era considerada una bendición, una especie de regalo de los dioses, de forma que quien poseía un cuerpo hermoso evidenciaba además una mente hermosa. Ser kaloskagathos significaba ser agradable a la vista y, por ende, ser una buena persona.
Ayer me tocó ver la final del Mundial de fútbol sólo. Bueno, en realidad estaba en un bar, rodeado de una veintena de desconocidos croatas y algún que otro franchute, pero en definitiva sólo estábamos mis reflexiones y yo. Y así es cómo entre jugada y jugada observé que el consejo dado por la FIFA a las televisiones se estaba cumpliendo. Nada de enfocar a mujeres guapas, no vaya a ser que... ¿que qué?
El buenismo imperante, la igualdad exacerbada y el feminismo totalitario han concurrido en una tormenta perfecta, de forma que la belleza femenina ha sido condenada. Ahora una mujer que cumpla con uno de los cánones de belleza actuales puede llegar a ser sospechosa de incitar a la anorexia o incluso culpable de rebajar la autoestima de miles de adolescentes.
Hace unos días, Inés Ballester, junto a su comando de tertulianas se echaron encima de Ana Guerra, una triunfita que además de cantar, en sus ratos libres publica en Instagram fotos en bañador. Aún no sé bien si el pecado es posar en bikini o que la chica sea mona, pero el ataque furibundo de estas cotillas de sobremesa empezó con un "(Si eres feminista...) No sabemos si es una contradicción o no que te veamos, bastante a menudo, con bikini, saliendo del agua, enseñando tu cuerpo" y que acabó en frases dilapiladoras como "estás creando traumas a niñas que no tienen tu cuerpo".
Entiendo con esas dos sentencias que es culpable de dos delitos, por un lado, levantar la libido entre los hombres por ir ligera de ropa, algo totalmente evitable, poniéndose un bañador largo o incluso un burkini. Por el otro, despertar envidias, complejos o frustraciones, algo también fácilmente subsanable, engordando 30 kilos o quemándose a lo bonzo, de forma que las cicatrices tapen tanta concupiscencia indomable.
“Esta costumbre no resuena con los valores de nuestra marca y está claramente en desacuerdo con las normas sociales actuales. No creemos que la práctica sea apropiada o relevante para la Fórmula 1 y sus aficionados, los antiguos y los nuevos, en todo el mundo”. Con un comunicado tan escueto como vacío, Liberty Media trataba de justificar la retirada de las azafatas de la parrilla de salida de la Fórmula 1 hace tan sólo unos meses. Deduzco de nuevo que el problema es la exaltación de la belleza, puesto que si fuese un problema de machismo, el asunto se hubiese arreglado poniendo modelos de ambos sexos.
Puede que hayamos entrado en una espiral de caos, donde todo se ha metido en una cazuela a fuego lento y ahí anda hirviendo... con riesgo de explosión, donde un "buenos días, guapa" a una compañera de trabajo puede ser acoso, igual que un piropo por la calle, diga lo que diga la RAE puede ser considerado un insulto. Ceder el asiento en el metro puede costarte una regañina de la mujer por sentirse herida en su orgullo (mal llamado) de género. Estiramos tanto el lenguaje que parece una competición a ver quién suelta la parida más paritaria (sinónimo hoy día de buena persona y mejor político), y ya no vale con desmerecer el género neutro y pegar patadas al diccionario al ritmo de miembros y miembras, ahora una alcaldesa quiere ser más y se dirige a la audiencia como "todos, todas y todes".
Ahora la belleza también es machista. Décadas ha costado a las mujeres alcanzar la libertad de elegir qué vestir, cómo hacerlo y dónde lucirlo y ahora sin embargo, lo feminista es acusar a las guapas de provocar. Volvemos al reaccionario punto de partida, ni siquiera eso, más atrás, quizás Inés Ballester y Beatriz Cortázar estén de acuerdo con el pañuelo en la cabeza, las faldas infinitas o incluso el burka... Evitando así que un tobillo desnudo sensual y provocador perturbe la mente de un pobre hombre y se le nuble la mente...
Ahora la belleza también es machista. Décadas ha costado a las mujeres alcanzar la libertad de elegir qué vestir, cómo hacerlo y dónde lucirlo y ahora sin embargo, lo feminista es acusar a las guapas de provocar. Volvemos al reaccionario punto de partida, ni siquiera eso, más atrás, quizás Inés Ballester y Beatriz Cortázar estén de acuerdo con el pañuelo en la cabeza, las faldas infinitas o incluso el burka... Evitando así que un tobillo desnudo sensual y provocador perturbe la mente de un pobre hombre y se le nuble la mente...
Hoy Goya y su Maja estarían defenestrados, uno por machista y otra por darle cancha. Quizás Miguel Ángel con su David y Da Vinci con su vitruvio se habrían librado por buscar la belleza masculina... ellos siempre fueron por delante. Pero ¡ay de Velázquez y Tiziano con sus Venus acostadas, Manet y su Olympia o Draper en las puertas del ocaso!
Quizás si todos fuésemos hombres, esbeltos y guapos, evitaríamos problemas. ¿No es eso lo que reclaman algunas feministas que están en contra de la depilación y la ropa femenina? Si logramos un único sexo conseguiremos la igualdad plena, después nos convertimos en seres uniformes (uniformas y uniformos), sin distingos físicos y habremos acabado con el machismo por fin.
¡ Eureka! Dale, Loco, como rockeaba Leslie de los Sirex ¡que se mueran los feos!
¡ Eureka! Dale, Loco, como rockeaba Leslie de los Sirex ¡que se mueran los feos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario