miércoles, 13 de agosto de 2008

El espíritu olímpico

Tras el escándalo de la ciclista española (no quiero ni recordar su nombre) pillada hasta arriba de EPO, el fraude en determinados actos de la inauguración y algún que otro gesto desagradable que he podido ver estos días en la ciudad de Beijing (curioso, toda la vida siendo Pekín y ahora va y cambia de nombre...me recuerda a algún que otro pueblo español), por fin puedo afirmar que el espíritu olímpico sigue existiendo.

No, no me refiero a la casta de los baloncestistas españoles al imponerse a los chinos después de haber estado dormidos durante los tres primeros cuartos.

Tampoco me refiero a nuestro querido Nadal, paradigma de aunar esfuerzo, talento y pundonor, y que bien podría sustituir al toro de Osborne como símbolo español.

Ni tan siquiera me voy a referir a Mike Phelps, ese nadador norteamericano, que a pesar de tener unas aptitudes sobrenaturales para este deporte, lo que está consiguiendo requiere una fuerza mental fuera de serie, no sólamente para estar al nivel requerido en el momento de la carrera, sino para estar durante 4 años entrenando duramente 8 horas diarias los 365 días del año.

Podría seguir nombrando ejemplos, pero todos éstos son espectáculo, la máxima expresión del deporte, correcto, pero no es el espíritu olímpico entendido como tal. Yo me refiero a la filosfía que el Barón de Coubertin quiso alentar y fomentar a través de unos juegos hace ya más de un siglo.

Hace unos días, un muy conocido mío, mientras veíamos la prueba de ciclismo en ruta repanchigados en el sillón, me decía que más de uno de ellos había ido de turismo a Pekín (o a Beijing, como prefiráis). Me quedé sorprendido ante tan injusto comentario, al menos en mi opinión. Creo que hay miles de argumentos para demostrar que ninguno de los que allí van, lo hacen por mero "turismo". Unos van para ganar y otros simplemente por competir, porque estando allí ya han ganado, pero eso sí, dándolo todo, porque ese es su premio, estar con los mejores y competir con ellos.

¿Qué interés tiene Messi en ir a las Olimpiadas además de complicarse la vida, no recibir dinero (bueno, algo les darán, pero a su nivel, eso es calderilla), arriesgarse a una lesión y cabrear al equipo que le paga? ¿Y Nadal, que no está precísamente muy sobrado de descansos y que estas dos semanas le vendrían muy bien para seguir preparando su asalto al número uno (y seguro que haciendo un par de exhibiciones ganaba el doble de lo que va a cobrar allí)? ¿Y Kobe Bryant, un gigante de la NBA, y que tiene más que perder que ganar, puesto que todo su país espera que traigan la medalla de oro, y todo lo que no sea eso será una decepción?

Bueno, habrá quien refute mis argumentos y diga que en realidad buscan la gloria que sólo una competición de este nivel regala. Vale, pero aún tengo un As escondido, y tiene un nombre:
Eric Shanteau

Este nadador, que se quedó hace 4 años a las puertas de acudir a Atenas, con tan sólo 20 años, prometió que no faltaría a su cita con Pekin (o Beijing) 4 años después, costase lo que costase. Y así, a sus 24 años logró pasar el severo corte de los 'trials' estadounidenses en los 200 braza, dejando fuera a quienes fueron los representantes olímpicos en Atenas'04, especialmente al ex plusmarquista mundial Brendan Hansen. Pero una segunda batalla ya estaba librando este nadador natural de un suburbio residencial de Atlanta, contra un cáncer testicular detectado una semana antes de afrontar las pruebas de selección.

Dicha noticia no le impidió clasificarse una semana después, como deciá, pero es que, no contento con eso, ha preferido acudir a los Juegos Olímpicos, a pesar de que dicha decisión le costará retrasar la operación de cirujía para su curación un mes. Mañana competirá por meterse en la final.

En la mencionada final (si consigue meterse) no tiene prácticamente opciones, no ya de ganar, sino de conseguir medallas. Y eso lo sabía cuando tomó la decisión de ir. Pero para él, lo importante es participar. Sí, es así, esa frase tan tópica y que se suele escuchar entre risas, aún para algunos tiene un sentido literal inexplicable.

¿Se puede describir mejor el espíritu olímpico?

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