"La lealtad al grupo que le ha acogido es obligada"
Jose Antonio Alonso. Portavoz del Congreso del PSOE
Jose Antonio Alonso. Portavoz del Congreso del PSOE
Hoy pienso que el artículo 67 de la Constitución Española señala en su segundo apartado que "los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo".
Esta frase, que debería ser una garantía del sistema parlamentario dispuesto por nuestra Constitución es hoy día y a todas luces un absurdo.
Nuestro sistema electoral huele mal desde hace tiempo, no cabe duda, pero es que, como suele suceder con los malos olores, nos hemos acostumbrado a tan fétido olor.
No es la primera vez que pasa, por ello, no quiero parecer que critico, en este caso concreto, al PSOE por referirme a su portavoz. Esta crítica abarca a todos los partidos, que, interesados en mantener este status quo que les da de comer y hasta de beber, no sólo no tienen intención de reformar sino que demuestran su falta de respeto hacia un sistema que hace aguas.
Y aquí tenemos a todo un portavoz del partido mayoritario y gobernante en el Congreso, recordándole a Gutiérrez, que eso de pensar por uno mismo y tener propia opinión rien de rien.
Antonio Gutiérrez, con pasado sindicalista, no cree en esta reforma, y con un artículo publicado en el País, ha mostrado su disconformidad con una exposición razonada, clara y argumentada. Vamos, que no parece escrito por un político y mucho menos por un sindicalista. Con ese mismo sentido común, ha manifestado de forma discreta y respetuosa que se abstendrá en la votación sobre la reforma laboral.
La respuesta de su partido, el látigo público, y seguramente, en la intimidad, alguna sugerencia de que, si sigue en sus trece, en las próximas elecciones igual no hay hueco para él en las listas socialistas.
Esto es un dislate, creo que hay dos caminos, y ambos pasan por una reforma del sistema electoral. O elegimos a un partido, y que el partido vote desde su casa, sin necesidad de que 350 maniquíes acudan a un bonito salón con azafatos uniformados para hacer el paripé, lo cual supondría un ahorro considerable para el erario público. O hacemos una reforma profunda del sistema electoral, que incluya listas abiertas o la ampliación de las circunscripciones electorales, por ejemplo, o seguiremos mascando tan denso hedor democrático.
Pero claro, estando pendientes de la Selección, ¿quién se acuerda ahora del sistema electoral?
Esta frase, que debería ser una garantía del sistema parlamentario dispuesto por nuestra Constitución es hoy día y a todas luces un absurdo.
Nuestro sistema electoral huele mal desde hace tiempo, no cabe duda, pero es que, como suele suceder con los malos olores, nos hemos acostumbrado a tan fétido olor.
No es la primera vez que pasa, por ello, no quiero parecer que critico, en este caso concreto, al PSOE por referirme a su portavoz. Esta crítica abarca a todos los partidos, que, interesados en mantener este status quo que les da de comer y hasta de beber, no sólo no tienen intención de reformar sino que demuestran su falta de respeto hacia un sistema que hace aguas.
Y aquí tenemos a todo un portavoz del partido mayoritario y gobernante en el Congreso, recordándole a Gutiérrez, que eso de pensar por uno mismo y tener propia opinión rien de rien.
Antonio Gutiérrez, con pasado sindicalista, no cree en esta reforma, y con un artículo publicado en el País, ha mostrado su disconformidad con una exposición razonada, clara y argumentada. Vamos, que no parece escrito por un político y mucho menos por un sindicalista. Con ese mismo sentido común, ha manifestado de forma discreta y respetuosa que se abstendrá en la votación sobre la reforma laboral.
La respuesta de su partido, el látigo público, y seguramente, en la intimidad, alguna sugerencia de que, si sigue en sus trece, en las próximas elecciones igual no hay hueco para él en las listas socialistas.
Esto es un dislate, creo que hay dos caminos, y ambos pasan por una reforma del sistema electoral. O elegimos a un partido, y que el partido vote desde su casa, sin necesidad de que 350 maniquíes acudan a un bonito salón con azafatos uniformados para hacer el paripé, lo cual supondría un ahorro considerable para el erario público. O hacemos una reforma profunda del sistema electoral, que incluya listas abiertas o la ampliación de las circunscripciones electorales, por ejemplo, o seguiremos mascando tan denso hedor democrático.
Pero claro, estando pendientes de la Selección, ¿quién se acuerda ahora del sistema electoral?
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