"El caldo de cultivo del hombre, del hombre sobre todo inteligente, es la libertad, y no puedo concebir que otro hombre, en nombre de lo que sea, le prive de esta libertad"
Miguel Delibes
Hoy pienso que he aprovechado este fin de semana para terminar "El hereje", magnífico libro de Miguel Delibes.
Tengo que empezar diciendo que tengo predilección por este autor. Quizás sea el hecho de que mi primer libro leído de forma "voluntaria" (sin previo encargo en el cole) fuese precísamente "el príncipe destronado" o puede que sea su característico estilo directo y sencillo, pero el caso es que repetí con "El camino" y ya desde entonces, como digo, este escritor no deja de sorprenderme.
Podría hablar de este libro como una gran narración de una historia del siglo XVI en la que se refleja la vida y costumbres del Valladolid de la época, o también podría resaltar la forma en que Delibes describe, de forma amena pero con precisión la lucha de la Inquisición contra los que no pensaban como "debían" (es decir, como ellos), quizás debería decir que Delibes vuelve a hacer eso que hace tan bien, ciñéndose a lo interesante y no entrando en palabras innecesarias. Incluso podría ponerme algo pedante y destacar la indagación que hace el autor de las relaciones humanas en toda su integridad.
Al comenzar a escribir este post, empecé describiendo la historia del protagonista, Cipriano Salcedo, un vallisoletano que le toca vivir en una época de convulsiones políticas y religiosas, donde ambos conceptos iban unidos de la mano. Huérfano desde su nacimiento y falto del amor de su padre, que le culpa de la prematura muerte de su madre, Cipriano recorre la vida buscando el amor y la felicidad, algo que sólo pudo encontrar en el afecto de su nodriza Minervina, una relación que le sería arrebatada y que llevaría en el corazón toda su vida.
En esa búsqueda, se pone en contacto con las corrientes protestantes que, de manera clandestina, aparecen en esos años en España y que sin embargo, será perseguida de forma intensa y cruel por el Santo Oficio.
En cualquier caso, no voy a decir nada de esto. En su lugar, destacaré dos ideas con las que me quedo.
Una la libertad, ese concepto tan simple y sin embargo, tan difícil de llevar a la práctica. Hoy mismo lo hemos vivido con el cierre de la Monumental de Barcelona como consecuencia de la prohibición de las corridas de toros. A mi no me gusta algo y lo prohíbo sin respetar a aquél que puede que sí le guste.
La otra idea va en relación con algo que el bueno de Cipriano tenía y de la que hoy carecemos la mayoría, la integridad y la honestidad consigo mismo.
Leer este libro merece la pena por muchas razones, pero a mi me ha servido para reflexionar introspectivamente y tratar de aprender de Cipriano y de su historia, donde encuentro multitud de moralejas.
Espero y deseo que a vosotros os pase lo mismo.
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