lunes, 6 de febrero de 2012

Los mejores compañeros de viaje

Hoy pienso que es domingo por la noche y no tengo que preparar para mañana mis libros forrados con fotos de ese cantante de moda, ni tampoco tengo deberes pendientes para la clase de literatura, ni siquiera recibo la llamada de mi amigo recordándome que mañana hay examen de mates... ese examen que yo olvidé estudiar...

Mañana no me esperará ella sentada en el pupitre de delante, y mi corazón no palpitará intensamente cuando se dé la vuelta para pedirme la goma.

No miraré el calendario para ver cuánto queda para Semana Santa y tampoco hablaré con mis amigos sobre la fiesta del viernes ni nos reiremos de la borrachera que se cogió el de siempre.

No nos sorprenderá que al final ella le dijese que sí a nuestro amigo y que ahora paseen juntos durante el recreo casi sin mirarse y muertos de vergüenza.

No comentaremos el partido de fútbol en el recreo ni nos comeremos un bocadillo de chóped mientras suspiramos mirando a las chicas más mayores, resignados a que no nos hagan ni caso.

No sentiré cómo se derrumba el mundo a mis pies cuando el profe de latín me da la nota del último control, y ya no tendré que esconderme más detrás del muro para librarme de correr en la clase de gimnasia.

Ya no tendré que apresurarme por la mañana, y tener que pegarme una carrera al oír sonar la campana para  evitar llegar tarde.

Ya no seguiré tratando de convencer a mi padre de que, en realidad, ese profesor me tiene manía, y ya no desearé más a esa profesora que supo despertar nuestras impúberes hormonas.  

Nadie me gritará desafiante eso de "a la salida en el callejón" y no esquivaré más pelotazos al grito de "aaaajo".

Nada de esto tendré que hacer mañana, sin embargo, hoy todavía me siento como ese niñaco que fui hace 20 años, porque ayer volví a serlo, disfrutando del sabor de la dulce adolescencia en compañía de los mismos con las que la compartí. 

Ayer volvimos a vernos, unos con menos pelo, otros con más peso y todas ella más guapas, sin duda, sobre todo aquella por la que mi corazón se encendía cuando me pedía la goma. Allí estábamos, los mismos de entonces, y por unas horas fuimos otra vez aquellos compañeros cuyas preocupaciones se limitaban a aprobar el próximo examen y conseguir hablar con la chica por la que bebíamos los vientos.

Y hoy es domingo y vuelvo a mi vida de siempre, sin embargo, me miro en el espejo y sigo viendo aquel chaval con el bigotillo incipiente lleno de dudas y de sueños. Y cierro los ojos buscando más y más recuerdos, y siempre están ellos, los mismos que ayer se reían y brindaban conmigo, mis compañeros. Esos que ayer dejaron la toga, el mono y el maletín para volver a ser los mocosos de entonces. Y en ese mar de recuerdos les susurro a todos ellos, gracias, chicos, por acompañarme en ese precioso viaje...










2 comentarios:

Daniel López Jurado dijo...

Sin palabras....o mejor dicho...CON TODAS ELLAS, porque es exactamente asi...GENIAL

mermi dijo...

Como siempre, maravilloso...