Hoy pienso que hace unos días alguien me decía a través de una red social que él escribía todas las palabras con K porque era su forma de expresarse, "porke tengo deretxo a espresarme" me dijo.
Eso me hizo reflexionar a lo que hemos llegado con esto de los derechos individuales. El buenismo y los derechos malentendidos es lo que tienen, que no conocen límites.
Porque uno puede tener derecho a ir en el autobús y dejar escapar una ventosidad,, pero eso no significa que deje de ser una marranada... y lo que es peor, que si es de los pestilente, el pasajero inocente que va sentado al lado tenga que aguantar su hedor interno, por mucho que generósamente lo haya querido compartir.
Vamos ganando derechos y consolidándolos, y eso está bien, hasta que se confunde el disfrutar de un derecho con lesionar el de otro.
Soy un firme defensor de las libertades, pero por eso mismo no debemos olvidar que para disfrutar de esa libertad es fundamental establecer límites y reglas que hagan posible que todos, y no sólo unos pocos puedan disponer de sus derechos en igualdad de condiciones.
Esto es aplicable a las huelgas, un derecho fundamental, que tras conseguirse hace más de 30 años se ha ido pervirtiendo progresivamente hasta convertirlo en una exigencia para algunos y una obligación para otros. Lo peor es que hemos caído en la citada perversión y han conseguido hacernos creer que el derecho de algunos ostenta la legitimidad moral para imponerse de la forma que sea, incluso por la fuerza.
Así, vemos como los piquetes teóricamente informativos, amenazan o a veces llegan a agredir a aquel que ejerze su derecho a no secundar una huelga, sobre la cual, entre otras cosas, seguramente nadie le ha preguntado.Vemos cómo rompen escaparates de tiendas abiertas o tapan cerraduras para evitar su apertura. Todo eso es válido porque el derecho a la huelga legitima cualquier acción del calibre que sea.
El movimiento del 15-M también fue un fenómeno donde el derecho de algunos trató de imponerse al derecho de otros, simplemente por el hecho de reivindicar una serie de ideas disfrazadas bajo conceptos como el de libertad, democracia y solidaridad, términos, que por el sólo hecho de ser nombrados dan absoluto poder a aquél que las pronuncia para hacer lo que le dé la gana, y !ay del pobre fascista que intente impedirlo!
Igual sucede con la educación. Hoy día observamos con naturalidad cómo en el mismo autobús donde va el flatulento, un adolescente no cede el asiento a un anciano, ¿por qué debería? Son dos personas con los mismos derechos... y si una mujer embarazada le pide educadamente que se levante, el chaval espeta un "habértelo pensao antes de echar el polvo". Y el de enfrente hasta se sonríe, porque el derecho a decir lo que piensa hay que inculcarlo desde pequeñitos, y recriminarle su actitud sería coartar su libertad a ser él mismo, y el chaval además es hasta ingenioso...
Seguramente si un niño escribe "soy un vurro" o "haber qué pasa hoy" y el profesor le corrige, los padres acudirán como una exhalación a recriminar a ese tirano maestro su acción del todo totalitaria y déspota.
Y ahora mismo leo en el períodico que el Presidente de la Federación Valenciana de Estudiantes afirma "vamos a seguir quemando las calles" y me comenta mi compañero de asiento en el autobús: "Estos pobres chavales lo que tienen que hacer por hacer valer sus derechos".
Y yo me tapo la nariz por si acaso él también quiere ejercer su derecho...
3 comentarios:
ME ENCANTA! que bien te expresas, yo hubiera puesto PEO, pero entre los escritores también hay clases, y ya sabes la clase de escritora que estoy hecha.
Genial como siempre , y no dudes q no pocos lo leerán e indignados t calificaran no muy amorosamente, por sentirse aludidos y no gustarles su propio retrato (pocos se disculpan después d un aire) negar la mayor,eso haran...
Con lo bien que se vivía con el tito Paco...cuando no había sindicalistas con Rólex y sueldo de consejero de banco, ni estudiantes de 35 años rompiendo escaparates y quemando contenedores...una buena "guantá" es lo que le hizo falta en su momento a más de uno. O un veranito en Corea del Norte o en Cuba, pero no en un hotel americano, sino viviendo en la miseria con los camaradas de a pie.
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